CLASE 6: EL
IMPERIALISMO. Primera y Segunda GUERRA MUNDIAL
Período de la crisis general del capitalismo.
Desarrollo desigual del capitalismo. Estructura heterogénea de la sociedad
capitalista contemporánea. Selección de fragmentos del “Imperialismo, fase
superior del capitalismo”. Selección del
libro “Transnacionalización y Desnacionalización” Un ensayo sobre el
capitalismo contemporáneo escrito por un colectivo de autores cubanos. Breve
reseña sobre la Primera
Guerra Mundial. Segunda Guerra.
Período de la
crisis general del capitalismo.
La historia va
confirmando la vigencia de la teoría marxista leninista. La gran revolución de
octubre en Rusia dio inicio al proceso de transformación de la sociedad
capitalista hacia otra de nuevo tipo: la socialista. A partir de la victoria de
la revolución rusa surge el nuevo sistema socialista y el capitalismo deja de
existir como sistema universal de explotación y opresión. Se produjo, por
consiguiente, la escisión del mundo en dos sistemas opuestos: el socialista y
el capitalista.
Quiérase o no, se
acepte o no, la aproximación a la realidad objetiva a las que nos permite
arribar utilizando las herramientas que nos brinda la filosofía marxista, nos
muestra que la división del mundo en dos sistemas opuestos marcó el comienzo
del nuevo período histórico en el desarrollo de la sociedad capitalista, el
período de la crisis general del capitalismo, de su crisis estructural.
Esta crisis se
extiende a todos los aspectos de la sociedad burguesa, manifestándose y
desarrollándose de diferentes formas: desgajamiento paulatino de nuevos países
del sistema capitalista mientras se fue fortaleciendo el sistema socialista;
desmoronamiento del sistema colonial del imperialismo y desarrollo de la lucha
de los pueblos del tercer mundo contra el neocolonialismo. Luego atravesamos
por un período de retroceso parcial del socialismo con la caída de la URSS y el socialismo del este
europeo y momentáneo fortalecimiento del imperialismo que se manifestó
avanzando sobre conquistas obtenidas por la lucha de los trabajadores, lo que
no impidió, de ninguna manera, que continuara con el aumento de la
inestabilidad y putrefacción de la economía burguesa, en su fase imperialista
(ahora autodefinida como neoliberalismo por algunos sabios). Fase donde a
medida de que transcurren los años se incrementan la concentración y
centralización del capital y a la vez se renueva el auge de la lucha de los
trabajadores desocupados y ocupados contra el sistema de explotación, es decir,
se profundiza la lucha de clases.
En ese período de
crisis general del capitalismo, sobre todo en los países altamente
desarrollados, el capitalismo monopolista se fue transformando en capitalismo
monopolista de Estado, caracterizado por la fusión del poderío de los
monopolios con las fuerzas del estado, con el inviable objetivo de salvar al
capitalismo de su crisis estructural y con el viable objetivo de continuar
enriqueciendo a los monopolios, eliminar a los capitalistas más débiles,
incrementar la plusvalía relativa. Para ello le es necesario generar nuevas
fuerzas de represión destinadas a aplastar los reclamos de la clase obrera y a
los movimientos de liberación nacional, objetivo éste último que tampoco pudo
concretar.
Ello lo podemos
apreciar, si somos capaces de valorar los avances de la realidad objetiva, en
cómo está hoy conformada Nuestra América. Por los años 60 del siglo pasado,
hace de esto 51 años, sólo brillaba la luz de la independencia de Cuba del modo
de producción capitalista, que debía soportar el bloqueo genocida de la
entonces potencia más grande del mundo, pero a la vez la solidaridad de todos
los pueblos del mundo y, muy en especial, del sistema socialista existente.
Parte de ese
sistema hoy no existe, pero pese a ese “fracaso” permitió que hoy, a menos de
tres siglos del surgimiento de la formación económico-social capitalista, en un
mundo que superó recientemente la barrera de los siete mil millones de
habitantes, 1.475 millones (el 21,1%) habiten con enorme éxito en países
socialistas, en continuo crecimiento; que 4.650 millones (el 66.4%) habiten
países en transición, alejándose a diferentes ritmos del “modelo” imperialista
y que sólo 875 millones (el 12.5%) habiten, con enorme desigualdad, el grupo de
los “desarrollados”, hoy en una profunda acentuación de sus crisis. Esto se
podrá observar con más datos en el capítulo XVIII.
Cabe recordar o
señalar que, en el contexto del capitalismo contemporáneo (el imperialismo), en
especial en sus primeros pasos, el Estado burgués se entromete activamente en
la economía y toma medidas para regular distintos aspectos de la vida
económica. Pero el capitalismo monopolista de estado es incapaz de superar las
contradicciones internas del modo capitalista de producción. Una prueba
evidente de ello es el desempleo en masa existente en los países capitalistas,
la enorme inflación, las crisis de superproducción y la descarnada competencia
entre ellos. Lejos de eliminar las contradicciones del capitalismo, el
capitalismo monopolista de Estado las exacerba.
Desarrollo
desigual del capitalismo:
El desarrollo del
capitalismo y su paso de una fase a otra, transcurre como un proceso objetivo
condicionado por la acción de las leyes propias de dado modo de producción.
Sin embargo, ese
proceso no se puede presentar como un proceso que se desarrolla y extiende
simultáneamente en igual medida a todos los países y a todas las esferas de la
economía en un país concreto.
Muy al contrario,
el desarrollo del capitalismo transcurre de forma desigual. La desigualdad en
el desarrollo es una ley objetiva del capitalismo. La causa de esa desigualdad
reside en la propiedad capitalista privada de los medios de producción, cuando
el desarrollo de la producción, que adquirió carácter social bajo el
capitalismo, no puede ser armonioso y proporcional.
En el capitalismo dominan la anarquía de la producción y
la lucha competitiva encarnizada, que engendra inevitablemente el desarrollo
desigual de distintas empresas, ramas económicas y países.
Cuando entra en
vigencia la fase imperialista del capitalismo, debido al dominio de los
monopolios, el desarrollo desigual del capitalismo se refuerza y adquiere
nuevos rasgos.
Con la particularidad de que esa desigualdad afecta no solo al desarrollo económico, sino
también al político. Ese desarrollo económico y político
desigual de algunos países en la época del imperialismo trae como resultado la
maduración desigual de las premisas de la revolución socialista en esos países.
Estructura
heterogénea de la sociedad capitalista contemporánea.
El desarrollo
desigual del capitalismo condiciona, en particular, la heterogeneidad de la
estructura socioeconómica de la sociedad capitalista. Semejante desigualdad es
inherente, tanto al sistema de la economía capitalista mundial en conjunto,
como a sus países por separado.
La heterogeneidad
de la estructura socioeconómica de la sociedad capitalista y, por consiguiente,
las contradicciones que engendra, se acentuaron sobre todo bajo el
imperialismo. Esto se refiere, en primer lugar a algunos países capitalistas en
los que el establecimiento del dominio de los monopolios condujo a la aparición
del sector monopolista de la economía.
Al mismo tiempo, en
ella existen sectores no monopolistas y también de la pequeña producción
mercantil, cuyo desarrollo está sujeto a los intereses de los monopolios. Semejante estructura conduce a que los
intereses de la burguesía monopolista se oponen, no solo a los intereses de la
clase obrera, sino también de todas las clases y capas restantes de la
población de estos países.
La transformación
del capitalismo en fase monopolista llevó, además, a la aparición de un grupo
de países imperialistas que establecieron su dominio sobre los demás países del
mundo, convirtiéndolos en sus colonias, semicolonias o países dependientes,
cuyos pueblos pasaron a ser objeto de implacable explotación, explotación
imperialista.
De ese modo el
capitalismo se transformó, como lo señalara Lenin:
“En sistema
mundial de opresión colonial y sojuzgamiento financiero de la mayoría de
la población del mundo por un puñado de países avanzados”.
El sistema
imperialista de explotación contribuyó a acelerar el desarrollo de la economía
en unos países y a frenar este desarrollo en otros. Fue importante el factor de
enriquecimiento y desarrollo consecutivo del grupo de países imperialistas, que
pasaron a ser altamente industrializados, donde se conformó el sistema más
desarrollado de relaciones capitalistas de producción.
Trátase del grupo
de países del capitalismo monopolista que desempeña el papel dominante en la
economía capitalista mundial y que, hasta la fecha, sigue explotando a los
pueblos de los países dependientes con métodos del neocolonialismo y del
anexionismo. Pero que en su prolongada crisis histórica va inevitablemente
incrementando la explotación dentro de su propio territorio, que se refleja en
la creciente inequitativa distribución de la riqueza, en la creciente
desocupación y en el incremento de la pobreza y marginación. Ejemplo de ello es
lo que es hoy, en el 2011, la primera potencia del mundo, los EEUU: con 315
millones de habitantes, posee ya más de 54 millones de pobres (17%), de los
cuales están en la pobreza extrema más de 20 (6.3%) millones con un índice de
paro que ronda el 10%
A la par de los
países capitalistas industrializados, en los que cristalizó ya el sistema del
capitalismo monopolista de Estado, en el sistema capitalista mundial existe un
grupo de países de nivel medio de desarrollo del capitalismo.
La etapa alcanzada
de desarrollo del capitalismo en estos países se caracteriza por el predominio
del modo capitalista de producción. Al mismo tiempo, son sus rasgos típicos:
atraso en el desarrollo económico en comparación con los países altamente
industrializados; dependencia económica y financiera respecto de los países
imperialistas; conservación en su economía de considerables elementos de las
relaciones precapitalistas, fuerte endeudamiento externo, limitada
independencia para fijar políticas y sobreexplotación y marginación de su
población.
En la economía
capitalista mundial existe también un gran grupo de países en los que el
capitalismo está débilmente desarrollado. Trátase, en lo fundamental, de los
países emancipados como consecuencia del desmoronamiento del sistema colonial
del imperialismo y que conquistaron la independencia política.
En esos países, el
capitalismo no se constituyó aún en el modo de producción dominante. La
economía de los países de ese grupo se caracteriza en conjunto, a la par con la
existencia de las formas capitalistas de producción, por la presencia de muchos
elementos de la economía natural. Es decir, en la economía de dichos países,
gran lugar corresponde al sector de la
pequeña producción mercantil; en muchos de ellos perduran aún considerables
resabios del feudalismo en la agricultura; fuertes posiciones en la economía
mantienen el capital monopolista extranjero y existe una gran presencia de la
denominada “economía informal”.
Ocupando una
posición subordinada en la economía capitalista mundial, estos países son
objeto de explotación imperialista, que contradice a fondo los intereses de su
desarrollo independiente y progresivo, hasta que consiguen superar esas
limitaciones y comenzar a transitar por el difícil pero enaltecedor camino
hacia la construcción de un nuevo tipo de relaciones sociales donde predomine
la propiedad colectiva y la distribución del esfuerzo en armonía.
La heterogeneidad
de las estructuras socioeconómicas de la sociedad capitalista contemporánea
condiciona la existencia en su marco del complejo sistema de contradicciones
cuyo desarrollo y exacerbación conforman un proceso de gestación paulatina de
las premisas para el cambio de ese régimen.
Tareas del
estudio del capitalismo contemporáneo.
El capitalismo
actual es el capitalismo monopolista del período de la crisis general del
capitalismo, es el imperialismo, en la última fase del modo de producción
capitalista. No existe una tercera fase, pero cada una de esas fases han
transcurrido por diversas etapas lo que hace que algunos economistas confundan
etapas con fases y a partir de esa confusión elaboren teorías “novedosas” que
ya fueron anticipadas por los clásicos del marxismo, no en su detalle (no eran
adivinos), sino en sus manifestaciones concretas (resultado de un análisis
científico, utilizando las herramientas que provee el marxismo-leninismo que
permite no sólo interpretar lo ocurrido sino predecir lo que va a ocurrir).
Ello no significa
que “todo esté dicho”. La tarea del estudio del capitalismo contemporáneo debe
continuar, consiste en profundizar las etapas por la que atraviesa, en
continuar dilucidando la naturaleza y las regularidades de desarrollo del
sistema de relaciones económicas que le son propios y de que nueva forma se
manifiestan, considerando, como ya lo señalamos, que los rasgos y
peculiaridades específicos que caracterizan a las fases del capitalismo son
formas de manifestación y desarrollo de los rasgos y regularidades cardinales
del modo capitalista de producción que le son inherente durante toda la
historia de su existencia.
Por consiguiente,
el estudio del capitalismo contemporáneo presupone aclarar tanto los
fundamentos generales, rasgos y regularidades cardinales de este modo de
producción, como las formas específicas de su manifestación y desarrollo de la
etapa actual.
Al mismo tiempo,
teniendo en cuenta la heterogeneidad del capitalismo contemporáneo, su estudio
presupone descubrir la especificidad de desarrollo del capitalismo y la
manifestación de sus regularidades generales en cada uno de los grupos de países existentes en el sistema
mundial del capitalismo.
Es lógico que,
además de los rasgos generales propios de un grupo dado de países, el
desarrollo del capitalismo en cada país acuse también rasgos específicos
inherentes sólo a ese país.
Por último, el
estudio del capitalismo contemporáneo presupone la consideración multilateral y
la revelación de la creciente incidencia que el sistema
socialista ejerció y vuelve a ejercer en el desarrollo de los procesos más
importantes del capitalismo.
V. I. LENIN: El
imperialismo, etapa superior del capitalismo.
Es importante leer
este estudio que Lenin realizó sobre la segunda y última fase del capitalismo,
su fase monopolista o, como corresponde llamarla: el imperialismo. Algunas de
sus afirmaciones son una anticipación magistral de lo que ocurre en nuestros días
como esta frase donde sintetiza “El imperialismo es la época del capital
financiero y de los monopolios…
Pero ello es sólo
una frase, una síntesis, leer el capítulo VII y los capítulos IX y X que aquí
reproducimos nos permitirá tener una clara idea de la profundidad del análisis
de Lenin, y leer todo el libro es enriquecer los conocimientos para descifrar
mejor la realidad actual.
Del capítulo VII: el imperialismo como etapa particular del capitalismo
“El imperialismo surgió como el desarrollo
y la continuación directa de las características fundamentales del capitalismo
en general. Pero el capitalismo se convirtió en imperialismo capitalista sólo
al alcanzar un grado muy definido y muy alto de su desarrollo, cuando algunas
de sus características fundamentales comenzaron a convertirse en sus
contrarios, cuando tomaron cuerpo y se manifestaron en todos los rasgos de la
época de transición del capitalismo a un sistema económico y social más
elevado.”
“Lo fundamental
de este proceso, desde el punto de vista económico, es el desplazamiento de la
libre competencia capitalista por los monopolios capitalistas. La libre
competencia es el rasgo fundamental del capitalismo y de la producción
mercantil en general; el monopolio es el perfecto contrario de la libre competencia,
pero hemos visto a ésta última transformarse en monopolio ante nuestros ojos,
creando la gran industria, desplazando la pequeña industria, remplazando la
gran industria por otra todavía mayor y conduciendo a la concentración de la
producción y el capital hasta el punto en que de ella surgió y surge el
monopolio: los cárteles, los sindicatos, los trusts y, fusionándose con ellos,
el capital de una docena de bancos que manejan miles de millones. Y al mismo
tiempo, los monopolios, que surgieron de la libre competencia, no la eliminan,
sino que existen por encima de ella y al lado de ella, engendrando así
contradicciones, fricciones y conflictos muy agudos e intensos. El monopolio es
la transición del capitalismo a un sistema superior.”
“Si fuera necesario
dar la más breve definición posible del imperialismo, deberíamos decir que el
imperialismo es la etapa monopolista del capitalismo. Esa definición incluiría
lo más importante, pues, por una parte, el capital financiero es el capital
bancario de unos pocos grandes bancos monopolistas fusionado con el capital de
las asociaciones monopolistas de industriales y, por otra parte, el reparto del
mundo es la transición de una política colonial, que se extendió sin obstáculo
a los territorios de los que no se habían apoderado ninguna potencia
capitalista, a una política colonial de dominación monopolista del mundo, ya
enteramente repartido.”
“Pero las
definiciones muy breves, aunque convenientes puesto que resumen los puntos
fundamentales, son sin embargo insuficientes, ya que debemos deducir de ellos
algunos rasgos especialmente importantes del fenómeno que hay que definir. Por
eso, sin olvidar el valor convencional y relativo de todas las definiciones en
general, que jamás pueden abarcar todas
las concatenaciones de un fenómeno en todo su desarrollo, debemos dar una
definición del imperialismo que incluya cinco de sus rasgos fundamentales:
1. la concentración de la producción y el
capital se ha desarrollado hasta un grado tal que ha creado monopolios, que desempeñan
un papel decisivo en la vida económica.
- la fusión del capital bancario con
el capital industrial, y la creación, sobre
la base de ese capital “financiero”, de una oligarquía financiera.
- la exportación de capitales, a
diferencia de la exportación de mercancías, adquiere excepcional importancia.
- la formación de asociaciones
capitalistas monopolistas internacionales que se reparten el mundo.
- ha culminado el reparto
territorial de todo el mundo entre las más grandes potencias capitalista.
“El imperialismo
es el capitalismo en aquella etapa de desarrollo en que se establece la
dominación de los monopolios y el capital financiero; en que ha adquirido
señalada importancia la exportación de capitales; en que empieza el reparto del
mundo entre los trusts internacionales; en que ha culminado el reparto de todos
los territorios del planeta entre las más grandes potencias capitalistas.”...
“Más adelante veremos que el imperialismo puede y debe definirse de otro modo
si tenemos en cuenta no sólo las nociones fundamentales, puramente económicas
(a las que se limita la definición que hemos dado), sino también la ubicación
histórica de esta etapa del capitalismo con respecto al capitalismo en general,
o la relación entre el imperialismo y las dos principales tendencias del
movimiento obrero. Lo que debe ahora señalarse es que el imperialismo, como ha
sido interpretado más arriba, representa, sin lugar a duda, una etapa
particular del desarrollo del capitalismo.”
Del capítulo IX: Crítica del imperialismo
Las gigantescas proporciones del capital financiero,
concentrado en unas pocas manos, que han dado origen a una red
extraordinariamente vasta y densa de relaciones y vínculos que subordinan no
sólo a los capitalistas pequeños y medios sino también a los más insignificantes,
por una parte, y la lucha cada vez más intensa contra otros grupos nacionales
de financieros por el reparto del mundo y por la dominación de otros países,
por otra parte, ha dado lugar a que las clases poseedoras se pasaran
íntegramente del lado del imperialismo. El
signo de nuestro tiempo es el entusiasmo “general” por las perspectivas del
imperialismo, su defensa furiosa y su embellecimiento por todos los medios. La
ideología imperialista penetra también en la clase obrera. Ninguna muralla
china la separa de las otras clases. Los dirigentes del hoy llamado Partido
“Socialdemócrata” de Alemania son justamente calificados de “social
imperialistas”, es decir, socialistas de palabra e imperialistas en los hechos:
pero ya en 1902 Hobson señaló la existencia en Inglaterra de “imperialistas
fabianos” que pertenecían a la oportunista “Sociedad Fabiana”.
Los teóricos y
publicistas burgueses defienden por lo general el imperialismo en una forma
algo encubierta; nada dicen de su dominación absoluta y de sus profundas
raíces, se empeñan en hacer resaltar detalles secundarios y específicos, y
hacen todo lo posible por desviar la atención de lo esencial mediante proyectos
de “reformas” absolutamente ridículos, tales como inspección policial a los
trusts o a los bancos, etc. Los imperialistas cínicos y francos, que tienen el
valor de reconocer la insensatez de la idea de reformar las características
fundamentales del imperialismo, son un raro fenómeno.
Lo esencial en
la crítica del imperialismo es saber si es posible reformar la base del
imperialismo, si hay que avanzar con el objeto de agudizar y ahondar aún más
las contradicciones que éste engendra, o si hay que retroceder con el objeto de
atenuar esas contradicciones. Puesto que los rasgos políticos específicos del
imperialismo son la reacción en toda la línea y la intensificación de la
opresión nacional –consecuencia de la opresión de la oligarquía financiera y de
la eliminación de la libre competencia-, en casi todos los países imperialistas
surgió, a principios del siglo XX, una oposición democrática pequeño burguesa
al imperialismo. Kautsky no sólo no se preocupó por oponerse, no sólo fue
incapaz de oponerse a esa oposición reformista pequeño burguesa, verdaderamente
reaccionaria en su base económica, sino que, en la práctica, se fundió con
ella, y fue en eso precisamente, en lo que Kaustky y la vasta tendencia
internacional del kautskismo se apartaron del marxismo.”
“El imperialismo es la época del capital financiero y
de los monopolios, los cuales introducen en todas partes la tendencia a la
dominación y no a la libertad. Cualquiera sea
el régimen político, el resultado de esa tendencia es la reacción en toda línea
y una intensificación extrema de los antagonismos en este terreno. Se
intensificó notablemente el yugo de la opresión nacional y la tendencia a las
anexiones, o sea, la violación de la independencia nacional...”
Del capítulo X:
Ubicación histórica del imperialismo.
“Hemos visto que
el imperialismo, en su esencia económica, es el capitalismo monopolista. Ello
determina en sí mismo su ubicación histórica, pues el monopolio, que nace de la
libre competencia, es la transición del sistema capitalista a un orden social y
económico más elevado. Debemos tomar nota en especial de los cuatros principales
tipos de monopolios, o principales manifestaciones del capitalismo monopolista,
características de la época que nos ocupa.”
“Primero: el
monopolio surge de la concentración de la producción en un grado muy elevado.
Aparecen las agrupaciones monopolistas capitalistas, los cárteles, los
sindicatos y los trusts. Hemos visto el inmenso papel que desempeñan en la vida
económica contemporánea. A principios del siglo XX los monopolios alcanzaron
pleno predominio en los países avanzados, y aunque los primeros pasos hacia la
formación de los cárteles fueron dados por países que gozaban de protección de
elevadas tarifas arancelarias (Alemania, Estados Unidos), Inglaterra, con su
sistema de librecambio, reveló el mismo fenómeno básico, sólo que un poco más
tarde, o sea, el nacimiento del monopolio, engendrado por la concentración de
la producción.”
“Segundo: los
monopolios estimularon la apropiación de las más importantes fuentes de
materias primas, en particular para las industrias fundamentales y más
cartelizadas de la sociedad capitalista: la hullera y la siderúrgica. El
monopolio de las más importantes fuentes de materias primas ha aumentado
enormemente el poderío del gran capital y ha agudizado las contradicciones
entre la industria cartelizada y la no cartelizada.”
“Tercero: el monopolio surgió de los bancos. De modestas
empresas intermediarias que eran, los bancos se han convertido en
monopolizadores del capital financiero. Tres o cinco de los más grandes bancos
de cada uno de los países capitalistas más avanzados han realizado la “unión
personal” entre el capital industrial y el bancario, y concentran en sus manos
el control de miles y miles de millones, que constituyen la mayor parte del
capital y las rentas de países enteros. Una oligarquía
financiera que tiende una espesa red de relaciones de dependencia sobre todas
las instituciones económicas y políticas de la sociedad burguesa contemporánea
sin excepción: tal es la manifestación más notable de este monopolio.”
“Cuarto: el
monopolio nació de la política colonial. A los muchos “viejos” motivos de la
política colonial, el capital financiero añadió la lucha por las fuentes de
materia prima, la exportación de capital, por “esferas de influencia”, es
decir, por esferas para negocios lucrativos, concesiones, beneficios
monopolistas, etc., territorio económico en general. Cuando las colonias de las
potencias europeas, por ejemplo, abarcaban sólo una décima parte del territorio
de África, como ocurría aún en 1876, la política colonial podía desenvolverse
mediante métodos no monopolistas, mediante la “libre apropiación” de
territorios, por así decirlo. Pero cuando las 9/10 partes de África fueron
incautadas (hacia 1900), cuando todo el mundo quedó repartido, se entró
inevitablemente en la era de la posesión monopolista de las colonias y, por
consiguiente, de la lucha particularmente aguda por la distribución y
redistribución del mundo.”
“Es bien sabido hasta qué punto el capital monopolista ha
agudizado todas las contradicciones del capitalismo. Basta mencionar el alto
costo de la vida y la tiranía de los cárteles. Esta agudización de las
contradicciones constituye la fuerza motriz más potente del período histórico
de transición iniciado con la victoria definitiva del capital financiero
mundial”.
“Los monopolios,
la oligarquía, la tendencia a la dominación y no a la libertad, la explotación
de un número cada vez mayor de naciones pequeñas o débiles por un puñado de las
naciones más ricas o más fuertes: todo eso ha dado origen a esas
características distintivas del imperialismo, que nos obligan a clasificarlo de capitalismo parasitario o
en estado de descomposición. Cada día se manifiesta con mayor relieve, como
una de las tendencias del imperialismo, la aparición del “Estado rentista”, el
Estado usurero, en el cual la burguesía vive cada día más del producto de la
exportación de capitales y del “recorte de cupones”. Sería un error creer que
esa tendencia a la descomposición excluye el rápido crecimiento del
capitalismo. No; en la época del imperialismo, ciertas ramas industriales,
ciertos sectores de la burguesía, ciertos países, manifiestan, en mayor o menor
grado, ya una, ya otra de estas tendencias. En su conjunto, el capitalismo crece con una rapidez incomparablemente
mayor que antes, pero ese crecimiento no sólo es, en general, cada vez más
desigual, sino que esa desigualdad también se manifiesta, en particular, en la
descomposición de los países de mayor capital (Inglaterra)”
Este libro del
cual reproducimos apenas unas hojas, fue escrito por Lenin en Zurich, en la primavera
de 1916. Es notable la calidad del
contenido, la rigurosidad del análisis y la vigencia del mismo. Es
impensable hablar de marxismo sin incorporar los valiosos aportes que generara
este gran revolucionario. Por eso, el hablar hoy de marxismo es, inevitablemente,
hablar de marxismo leninismo.
Recordamos el
quinto rasgo que caracteriza al imperialismo: “ha culminado el reparto
territorial en todo el mundo entre las más grandes potencias capitalistas”.
Ello significa que, a partir de ese momento, cualquier modificación con
relación a ese dominio se efectuaría por medio de la fuerza, de la guerra.
Primera guerra
mundial: la guerra imperialista por un nuevo reparto de las colonias. Segunda
guerra mundial: la guerra del imperialismo por un nuevo reparto de las colonias
y, fundamentalmente, contra el primer país socialista, contra la URSS.
Los pueblos
reaccionaron y lucharon por convertir esas guerras brutales en revoluciones por
la liberación nacional y por el socialismo. En el capítulo siguiente se
desarrolla una síntesis de lo que ocurrió en el campo político y de las
operaciones durante las dos sangrientas guerras de los monopolios, la primera y
la segunda guerra mundial.
El
capitalismo hoy. Introducción.
Dos son las
fases por la que atraviesa el modo de producción capitalista, la libre
competencia (fase 1) y la monopolista Fase 2). En cada una de esas fases se fueron produciendo, continuamente, cambios
que muestran o indican que, en todo su recorrido, el capitalismo va cambiando,
va adquiriendo nuevas formas, nuevas particularidades que lo diferencias de
períodos anteriores. Lentamente fue afirmando su presencia la acumulación
de capital en el período de libre competencia hasta que esa acumulación, que no
es espontánea sino un proceso histórico, impone esa presencia y, como
consecuencia, se produce el paso a una nueva fase, la del capital monopolista,
la del imperialismo.
El estudio del
modo de producción capitalista, de sus peculiaridades –pese a lo estático de su
motivación central: la obtención de plusvalía mediante la explotación del
trabajo humano- debe continuar siempre.
El imperialismo también cambia, por ello es importante desentrañar dónde se
produce ese cambio y por qué se produce. Quienes mejor estudiaron las últimas
transformaciones que se inician con el desmantelamiento del Estado nacional,
son los investigadores y revolucionarios cubanos: un filósofo, un militar, un
economista y un sociólogo. Todos ellos marxistas leninistas.
A continuación
reproducimos algunos fragmentos de los resultados de sus investigaciones.
El
Capitalismo hoy: Transnacionalización y desnacionalización.
Se trata de
un estudio realizado por un colectivo de autores cubanos: Cervantes Martínez; Gil Chamizo; Regalado Álvarez; Zardoya Loureda,
se trata de unos de los trabajos más completos sobre las peculiaridades que
revisten al imperialismo en nuestra época, en el siglo XXI. Fue publicado por primera
vez en nuestro país, en los inicios del siglo, del año 2000. El colectivo de
autores cubanos dedica el estudio “A la memoria de Vladimir Ilich Lenin”
En
noviembre de 2002 se edita una segunda edición, esta vez en Cuba. Es
interesante reproducir una parte del prólogo escrito por el cubano Enrique
Ubieta Gómez:
“No cabe duda que la tendencia del desarrollo
es hacia un único Trust mundial, que absorberá todas las empresas sin excepción y todos los Estados sin
excepción”. No son palabras de Bill Gates, en este “globalizado” fin del
milenio, fue Lenin quien las dijo en 1915, un autor que el mercado de
las ideas ha declarado obsoleto con premura sospechosa. A Vladimir Ilich Lenin
dedican los autores este militante análisis del imperialismo contemporáneo,
así, sin titubeos en el uso de palabras que suenan como disparos en los salones
marmóreos de la Academia
ahora “posmodernizada”, con suculentos premios y ediciones de lujo para los
bien portados. Porque el lector, sin duda, tiene un libro raro y útil en las
manos, un libro que no reniega o enmascara su vocación subversiva –o quizá
mejor deba decirse, revolucionaria- no como dejación del espíritu
científico sino como reafirmación suya: la ciencia, la verdad. Al servicio del
ser humano, en su expresión concreta e histórica, es decir, en defensa de los
explotados, de los condenados o de los pobres de la tierra, con quienes
nuestros hombres y mujeres mayores han echado su suerte.
Para arribar a conclusiones verdaderamente científicas
–parecen decir los autores- hay que cerrar de vez en vez el gabinete
abarrotado de libros “nuevos” y pegar el oído a la tierra, leer entre líneas la
prensa mundial, visitar las fábricas, las bolsas de valores, escuchar a las
madres argentinas de la Plaza
de Mayo o asistir a la marcha del pueblo combatiente en la sitiada Habana y tomar
partido. Hay que liberarse, como lo sugería Martí, de las dictaduras de las
modas con que la seudociencia pretendidamente “pura”, “incontaminada” intenta
seducirnos. Hay que huir de la “ciencia” que enreda la vida en la telaraña de
la retórica, hasta hacerla desaparecer, para que el capital-araña pueda
tranquilamente devorarla. Se trata como pedía el viejo y siempre joven Marx, de
entender al mundo para transformarlo. Entonces su doctrina se revela insuperada
y necesaria y uno puede prescindir de todos los eufemismos, de los conceptos de
salón, elegantes y comedidos como sus expositores, y llamar al pan, pan y al
vino, vino.
“De modo que “globalización” en modo alguno
constituye una nueva categoría –escriben
los autores de este libro- una nueva tendencia o forma histórica de
organización de las relaciones sociales de producción material y espiritual,
sino apenas una “nueva manera de designar” un proceso histórico de larga data,
intuido por la filosofía de la historia de los siglos XVIII y XIX y explicado
científicamente por Marx y Engels” Afirmación que resulta conclusión y
premisa desmitificadora en estas páginas: la globalización no existe en sí o
por sí, sino como “transnacionalización desnacionalizadora del
capitalismo monopolista de estado” y sus manifestaciones tecnológicas,
culturales, políticas, son apenas momentos de ese proceso que solo puede
entenderse cabalmente en su unidad”…
Palabras de
los autores:
Con una celeridad
que supera en los hechos toda previsión, la historia ha planteado ante el
pensamiento revolucionario la demanda de poner límite al descuartizamiento
pasional u oportunista de la experiencia histórica del socialismo, que rayó en
el sadismo e, incluso, en el masoquismo, y logró apartar o colocar en un plano
secundario el análisis de la historia y la actualidad del imperialismo. No cabe
duda de que el tema de la caída del muro de Berlín y el arreo de la bandera
roja del Kremlin se impuso por sí mismo con fuerza aplastante sobre la conciencia
y el pensamiento teórico de casi todas las corrientes políticas de izquierda, y
que, por un tiempo, resultó difícil orientar las energías creadoras hacia otro
empeño que no fuera explicar el ignominioso desplome de un orden económico,
político y social al que, tanto amigos como enemigos, habían atribuido, al
menos, una mayor solidez.
Es innegable que
el estudio sin cortapisas de la trayectoria y los resultados de los proyectos
de construcción del socialismo, y de los errores, desviaciones y fraudes que se
cometieron en su nombre, constituye una exigencia ineludible del desarrollo del
pensamiento revolucionario. Sin embargo, la tendencia al ensimismamiento
autodestructivo que conlleva la absolutización de esta necesidad, ha de ser
contrarrestada con lo que, a nuestro juicio, constituye el reto teórico
fundamental de nuestros días: someter a una crítica científica la metamorfosis
por la que atraviesa el imperialismo contemporáneo.
Las fuerzas
políticas de izquierda y los movimientos populares no pueden formular su
estrategia y sus tácticas de lucha sobre la base del diagnóstico que el
imperialismo hace de sí mismo, ni asumir las seudo-teorías puesta en boga por
los “tanques pensantes” que defienden los intereses de los monopolios
transnacionales, o por quienes consideran posible eliminar los males inherentes
a la sociedad capitalista sin abolirla.
Se hace
perentorio emprender un análisis marxista del imperialismo que actualice sus
determinaciones esenciales, esclarezca sus rasgos específicos, revele las formas
concretas de manifestación de sus leyes inmanentes, identifique los mecanismos
de reproducción de sus contradicciones e indique las tendencias previsibles de
su movimiento histórico.
En esa dirección
hemos encaminado nuestros esfuerzos. El conocimiento científico del
imperialismo contemporáneo solo tiene sentido si lo vinculamos a la lucha por
la transformación revolucionaria de la sociedad.
Fragmentos
del capítulo “Historia universal y globalización capitalista”.
La
universalización de la historia no constituye una tendencia abstracta... sino
es la forma histórica necesaria en que tiene lugar la formación, la
consolidación y la expansión del modo capitalista de producción. El
pensamiento emancipador marxista tiene como premisa el reconocimiento de que, a
partir del afianzamiento de las relaciones capitalistas de producción y del
surgimiento de la gran industria y del mercado mundial, la historia de la
humanidad deviene en historia universal, se va constituyendo
progresivamente como una totalidad universal con respecto a la cual cada uno de
los pueblos y naciones constituyen momentos orgánicos.
“Cuanto más se
destruye el primitivo encerramiento de las diferentes nacionalidades por el
desarrollo del modo de producción, del intercambio y de la división del trabajo
que ello hace surgir por vía espontánea entre las diversas naciones –escriben
Marx y Engels en La
Ideología Alemana- tanto más la historia se convierte en historia
universal...”
Y en el
MANIFIESTO DEL PARTIDO COMUNISTA consignan con palabras que parecen más bien
una premonición:
“Mediante la explotación del mercado mundial, la
burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos
los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, han quitado a la industria su base nacional. Las antiguas
industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose continuamente.
Son suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción se convierte en
cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias que ya no
emplean materias primas indígenas, sino materias primas venidas de las más
lejanas regiones del mundo, y cuyos productos no solo se consumen en el propio
país, sino en todas partes del globo. En lugar de las antiguas necesidades,
satisfechas con productos nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman
para su satisfacción productos de los países más apartados y de los climas más
diversos. En lugar del antiguo aislamiento y la amargura de las regiones y
naciones, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal
de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material, como a la
intelectual.”
La historia
universal no existió siempre, sino constituye un resultado del proceso
histórico, a saber, el proceso de
progresiva y necesaria universalización de las relaciones capitalistas de
producción. En los marcos de las formaciones sociales primitivas,
esclavista y feudal, la historia de la humanidad se desarrolla como una serie
de procesos locales paralelos; a pesar de que, en su decursar, los nexos e
influencias mutuas entre los pueblos (el comercio, las migraciones, y las
relaciones culturales), se hacían cada vez más estrechos y estables, éstos
tenían un carácter episódico y, lejos de construir una necesidad interna para
su desarrollo, eran destruidas con frecuencia por la influencia de diversas
causas externas.
Las sociedades
precapitalistas se encontraban tan aisladas del resto del mundo que, con
frecuencia, al ser barridas por la historia, se llevaban consigo su cultura
material y espiritual.
Solo el
capitalismo, al crear un mercado mundial único, dio origen a un proceso de
universalización de la historia en sentido estricto, es decir, transformó el
nexo casual y episódico existente entre los pueblos, en un nexo necesario y
constante, llamado a superar el enclaustramiento precedente de las diferentes
comunidades humanas. Desde sus propios orígenes, este modo de producción desató
el proceso de universalización de las relaciones humanas, al barrer con las
trabas de las sociedades anteriores y simplificar la estructura social, suprimir el
fraccionamiento de las relaciones económicas, la propiedad y la población.
El agente
transformador de esa historia fue el capital –no la carabela, la brújula o el
astrolabio- con su inmanente tendencia expansiva y su necesidad de conquistar
nuevos territorios.
La formación de
la historia universal tiene lugar a través de la creación del sistema colonial
del capitalismo y la explotación –en primer término, la esclavización- de la
enorme mayoría de la humanidad por la burguesía de un grupo de naciones
europeas.
Lenin centró su
atención en el estudio del imperialismo, que inauguraba una nueva etapa en el
proceso de universalización de la historia, signada ahora por el imperio del
capital monopolista sobre los destinos humanos.
Su interés no era
solamente teórico: de las conclusiones a las que arribara dependían la
estrategia y las tácticas de lucha del partido bolchevique, orientadas a
acelerar la revolución comunista mundial o, lo que es lo mismo, a impulsar por
vía comunista la universalización del proceso histórico.
Lenin demostró
que la concentración del capital, el monopolio y, en consecuencia, la negación
de la libre competencia, habían conducido a que la universalización del proceso
histórico desde las primeras décadas del siglo XX tuviera lugar a través de la
expansión imperial de las principales potencias capitalistas y de un nuevo
reparto del mundo entre ellas, realizado por la fuerza:
“El capitalismo ha desarrollado la concentración hasta
tal extremo que ramas enteras de la industria se encuentran en manos de
consorcios, trusts, asociaciones de capitalistas multimillonarios; y casi
todo el globo terrestre está repartido entre estos "reyes del capital”,
bien en forma de colonia o bien de países envueltos en las tupidas redes de la
explotación financiera. La libertad de comercio y la competencia han sido
sustituidas por la tendencia al monopolio, a la conquista de tierras necesarias
para invertir en ellas capital, sacar de ellas materias primas... (Vladimir
Ilich Lenin “El socialismo y la guerra”)”
“No cabe duda –afirma Lenin- de que la tendencia del
desarrollo es hacia un trust único mundial, que absorberá todas las
empresas sin excepción y todos los Estados sin excepción. Pero ese desarrollo
se opera en tales circunstancias, con tal ritmo, en medio de tales
contradicciones, conflictos y conmociones –no solo económicos, sino también
políticos, nacionales, etc., etc.- que sin duda alguna antes de que se
llegue a un trust mundial único, a una asociación “ultra imperialista” de los
capitales financieros nacionales, el imperialismo deberá inevitablemente
estallar y el capitalismo se transformará en su contrario.”
Más adelante nos
referiremos a tres procesos históricos que incidieron de manera decisiva en la
marcha hacia la universalización de las relaciones humanas: por una parte, la Revolución de Octubre
de 1917 y el surgimiento del campo socialista mundial tras el fin de la segunda
guerra mundial –que abrieron una oportunidad malograda de facilitar el avance
de la humanidad hacia la construcción de una totalidad orgánica universal
comunista, por oposición al entonces incipiente proceso de transnacionalización
del capital monopolista-; y, por otra, la desaparición de la Unión Soviética y
los Estados socialistas europeos, como proceso regresivo que sirvió de
catalizador de la metamorfosis del capitalismo monopolista de Estado en
capitalismo monopolista transnacional y constituyó el fundamento objetivo de la
más recientes apologías del modo de producción cobijadas bajo la bata
esterilizada de “teorías de la globalización”.
De modo que
“globalización” en modo alguno constituye una nueva categoría, una nueva
tendencia o forma histórica de organización de las relaciones sociales de
producción material y espiritual, sino apenas una nueva manera de designar un
proceso histórico de larga data, intuido por la filosofía de la historia de los
siglos XVIII y XIX y explicado científicamente por Marx y Engels.
En todo caso, la
idea de que la humanidad representa un todo único, o bien progresa hacia una
totalidad histórica universal, llegó a convertirse en una plaza fuerte e,
incluso, en un lugar común para lo más avanzado del pensamiento filosófico y
social de aquella época. Por consiguiente, la tarea no consiste hoy en demostrar
por enésima vez que la humanidad avanza hacia una totalidad mundial, mediante
la sustitución del término clásico de historia universal por el de globalización,
mundialización o cualquier otro.
Fragmentos
del capítulo: “La metamorfosis del capitalismo contemporáneo y el fetichismo
científico tecnológico”.
En un mundo en
que crece día a día la franja de la humanidad que vive enajenada del proceso de
producción y aplicación de los conocimientos científicos, la tendencia
predominante en la conciencia cotidiana –e, incluso, en muchas construcciones
teóricas- es la de deslumbrarse ante los avances tecnológicos que se introducen
en un conjunto de ramas privilegiadas de la producción y los servicios...
No son pocos los
hechos que generan la ilusión de que el fundamento del desarrollo social se ha
desplazado hacia la ciencia y sus objetivaciones técnicas, y de que la
humanidad ha arribado a la “sociedad del conocimiento” o a la “era del cambio
tecnológico”.
Esa creencia
parece avalada por el hecho que la actividad científica se ha convertido en una
profesión relativamente masiva, por el papel creciente que juegan en la
sociedad los descubrimientos científicos, las investigaciones aplicadas y las
innovaciones tecnológicas, por el crecimiento de las instituciones científicas
y la publicación de libros y revistas especializadas, por los servicios de
Internet, por el hecho de que la ciencia se ha convertido un sector industrial
con todas las de la ley, con su correspondiente mercado que, en medida
considerable, orienta y regula la actividad de las universidades y centros de
investigación, y de que las empresas más eficientes son aquellas que se
encuentran en condiciones de realizar importantes inversiones orientadas a la
innovación tecnológica y a la capacitación de una parte de sus trabajadores...
La ciencia y la
tecnología han devenido en objetos de culto por excelencia. Presenciamos –se
nos asegura- el advenimiento de un mundo regido por la “tecnociencia” y la
tecnocracia: la innovación tecno científica –considerada, por lo general, como
una fuerza independiente del modo de producción- determina el desarrollo
económico, político y social del mundo, al margen de toda de interacciones
socioculturales, políticas y económicas; los hombres han sido liberados de la
dirección del proceso productivo y del control de las máquinas. Incluso, de la
necesidad de pensar, una vez que, supuestamente, las funciones lógicas
decisivas en la producción se han ido traspasando a las máquinas; en fin, el
conocimiento y la técnica ejercen el control y el dominio de nuestras vidas. En
tales condiciones, a los mortales comunes solo le está dado intentar ganarse
los favores del inextricable y tiránico fetiche tecnológico, o bien
exorcizarlo.
...Una de las
premisas fundamentales de la concepción materialista de la historia es el
reconocimiento de que, en cualquiera de los peldaños históricos del
capitalismo, la ciencia y la tecnología son, en lo fundamental, fuerzas
productivas de capital y, como tales, atraviesan por todas las vicisitudes que
imponen sus leyes.
Al afirmar el
papel determinante de las fuerzas productivas sobre el conjunto de las
relaciones sociales de producción material y espiritual, el marxismo no hace
concesión alguna al determinismo científico tecnológico que ha inundado la
bibliografía, en su nombre o contra su nombre. No se trata de una especulación
determinista chata, asentada en la noción de la causalidad mecánica, sino
de una concepción dialéctica que tiene como premisa la idea de que, en
cada forma histórica, el conjunto de relaciones sociales constituye una
totalidad, en cuya organicidad las relaciones de producción y las
correspondientes leyes sociales condicionan el desarrollo de las fuerzas
productivas.
Su punto de
partida no es la técnica (o la tecnología) como tales, y ni siquiera un nivel
dado de desarrollo de las fuerzas productivas... sino el modo de producción que
las engloba como una totalidad orgánica.
Desde ese punto
de vista, al emprender el estudio de las fuerzas productivas –incluida la
tecnología- en una forma histórica dada, el objetivo que persigue el
investigador marxista es, ante todo, explicar el nexo que las une a un sistema
determinado de relaciones sociales de producción.
Nada más ajeno al
pensamiento marxista que la noción de un modo de producción capitalista
estático, inmóvil o estancado.
“La burguesía no puede existir sino a condición de
revolucionar incesantemente los
instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y
con ello todas las relaciones sociales... Una revolución continua en la
producción, una incesante conmoción en todas las relaciones sociales, una
inquietud y un movimiento constante distinguen la época burguesa de todas las
anteriores”...
“Desde hace algunas décadas, la historia de la industria
y del comercio no es más que la historia de la rebelión de las fuerzas
productivas modernas contra las actuales relaciones de propiedad que
condicionan la existencia de la burguesía y su dominación... La sociedad posee
demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone
no favorecen ya el régimen burgués de la propiedad, por el contrario, resultan
ya demasiado poderosas para esas relaciones, que constituyen un obstáculo para
su desarrollo; y cada vez que las fuerzas productivas salvan ese obstáculo,
precipitan en el desorden de toda la sociedad burguesa y amenazan la existencia
de la propiedad burguesa”. (Del manifiesto del partido comunista, Marx y
Engels)
Es cierto que el
capital demanda constantemente fuerzas productivas más poderosas que las existentes,
pero ello no constituye una consecuencia del “estancamiento” o “retraso” de
éstas, sino, por el contrario, es un resultado de su propio desarrollo.
Observemos cómo
analiza Marx en tránsito de la manufactura a la gran industria maquinizada:
“Al multiplicarse los inventos y crecer la demanda de
máquinas inventadas, fue diferenciándose más y más la fabricación de
maquinarias en distintas ramas independientes, de una parte, y de otra la
división del trabajo dentro de cada manufactura de construcción de máquinas. La
base técnica inmediata de la gran industria se halla, pues, como vemos
en la manufactura. Fue ella la que introdujo la maquinaria con que ésta
pudo desplazar a la industria manual y manufacturera, en las ramas de
producción de que primero se adueñó. De este modo, la industria de maquinaria
se fue elevando de un modo espontáneo hasta un nivel material
desproporcionado a sus fuerzas. Al llegar a una determinada fase de su
desarrollo, esta industria no tuvo más remedio que derribar la base sobre la
que se venía desenvolviendo, y que había ido perfeccionando dentro de su
antigua forma, para conquistarse una nueva base más adecuada a su propio
régimen de producción”. (El Capital, Carlos Marx)
No cabe duda de que la tecnología no solo constituye un
momento inseparable del proceso de trabajo, sino una condición básica de todas
las formas de existencia de la vida social. Las épocas económicas se
diferencias no solo por lo que se produce, sino también cómo se produce, con
qué medios de trabajo.
Por consiguiente, el nivel de desarrollo de esos medios
de trabajo determina el nivel de desarrollo general de la sociedad. Escribe
sobre esto Marx: “La tecnología nos descubre la actitud del hombre ante la
naturaleza, el proceso directo de producción de su vida, y, por tanto, de las
condiciones de su vida social y de las ideas y representaciones espirituales
que de ellas se derivan. Ni siquiera una historia de las religiones que
prescinda de esta base material puede ser considerada como una historia crítica”.
Desde una
perspectiva marxista, no tiene sentido hablar de ciencia y tecnología, ni de
fuerzas productivas en general, al margen de las condiciones históricas
concretas que dimanan de un modo de producción dado. La producción material
es la condición básica de la existencia de la ciencia y de la técnica: sus
necesidades constituyen la fuerza motriz del desarrollo de éstas. Son factores
económicos, en particular, el acicate de un aumento de la producción, los que
permiten y exigen la utilización e invención de máquinas y procedimientos
nuevos de trabajo.
Más aún, las
fuerzas productivas no solo se encuentran determinadas por las relaciones de
producción material, sino también, en general, por el sistema de relaciones
sociales en su conjunto, por los objetivos inmanentes de cada sistema social,
por el carácter de la propiedad sobre los medios de producción, por los métodos
y la forma de gestión económica, los recursos que se invierten en su
desarrollo, el sistema de relaciones políticas, la cultura y la educación.
Con otras palabras, entre la ciencia y la técnica, por
una parte, y entre esta última y la producción, por otra, median factores
económicos, políticos, sociales e ideológicos decisivos. De modo que las
relaciones de producción, las instituciones económicas, políticas e ideológicas
no permanecen pasivas frente al desarrollo de las fuerzas productivas,
incluidas las renovaciones tecnológicas: las aceleran o las frenan, en
correspondencia con uno u otros intereses sociales.
Breve reseña de la Primera Guerra
Mundial:
Se inicia en la mañana del domingo del 28 de junio de 1914, en Sarajevo,
Bosnia. El Archiduque Francisco Fernando con su esposa iban en el segundo coche
de cuatro para demostrar al mundo que Austria-Hungría consolidaba la ocupación
de esas tierras que unos años antes habían sido anexadas y en donde ahora, el
archiduque, planeaba realizar grandes maniobras militares.
Ese día, el 28 de junio, elegido por el archiduque para visitar Sarajevo
era por demás provocador ya que se trataba de uno de los aniversarios más
tristes para los servios, que habían sido derrotados por los turcos en 1389,
siendo esclavizados por los triunfadores durante muchos años. Quizá el
archiduque no reparó en un importante dato histórico que lo hubiese hecho
pensar: pese a la derrota un soldado serbio ingresó al campamento turco y
apuñaló al sultán Murad.
Apenas ingresó el cortejo de los cuatro autos en la principal calle de
Sarajevo, un ramo de flores humeante cayó dentro del coche del archiduque,
quien, con rápidos reflejos, alcanzó a arrojarlo afuera, saliendo ileso pero
hiriendo la explosión a más de 15 personas.
Salió ileso, pero un rato después un estudiante de Belgrado, entonces
capital de Serbia, de sólo 20 años llamado Gavrila Prinzip mató a tiros al
archiduque y también a su mujer. Ante el atentado el imperio Austro-Húngaro
vaciló, quedó desconcertado. Pero Alemania le intimó a que tomara medidas
decisivas. “Ahora o nunca” exigió el emperador Guillermo, del cual muchos
afirman no era ajeno al atentado.
La guerra finaliza a las 11 horas del 11 de noviembre de 1918. Los
representantes alemanes suscribieron el Armisticio de Compiegne. Las tropas
alemanas estaban perdiendo terreno pero dos acontecimientos fueron los que
aceleraron el fin de la guerra. El primero de ellos fue la Revolución de obreros
soldados y campesinos que dio nacimiento al primer país socialista en la
tierra. Y el otro fue la deserción en
masas de los soldados de ambos bandos que pedían el fin de la guerra y se
sumaban a las crecientes huelgas organizadas por los trabajadores con los
comunistas a la cabeza en Alemania, Francia y demás países. Ello llevó a los
contrincantes a finalizar la guerra pues temían que ocurriese en sus países lo
que ocurrió en la Rusia
zarista. Firmaban la paz pero con un objetivo, formar con la Alemania derrotada un
frente único dirigido especialmente contra el nuevo Estado Soviético y contra
el movimiento revolucionario de Europa.
Las guerras son
los acontecimientos ideales para que los capitalistas se enriquezcan rápidamente.
Mientras los trabajadores y soldados de todos los países pasaban penurias y
hambre, mientras se extendían las jornadas de trabajo y los impuestos
coercitivos, mientras la carestía y el desabastecimiento de elementos vitales,
principalmente alimentos, escaseaba, los ricos y especuladores incrementaban
enormemente sus riquezas y sus poderes.
En el medio de la guerra los capitalistas “patriotas” ingleses exportaban
a Alemania las mercancías que ésta necesitaba utilizando para ello países
“neutrales” como Suiza. Incluso capitalistas ingleses y alemanes discutían los
acuerdos en esa nación neutral para que el negocio beneficiara a ambos. Pero el
mayor negocio lo realizaron los capitalistas de los EEUU a través de la
exportación a los “aliados” y a sus rivales armas y mercancías por miles de
millones de dólares más otros 11 mil millones como “empréstitos”.
Pese a que en
Alemania faltaba acero, los capitalistas alemanes exportaban decenas de miles
de toneladas de acero a Francia e Italia, vía Suiza, acero que ésos países
utilizaban para fabricar piezas de artillería que la Entente utilizaba para
bombardear y matar soldados y población alemana. En cada bando, los que
denunciaban estas verdades eran considerados traidores y se los encarcelaba o
fusilaba.
La amplia mayoría de los reclutados eran trabajadores sean obreros o
campesinos. La guerra fue la excusa para que de un soplido se perdieran todas
las conquistas sociales y se levantaron todo tipo de restricciones a la jornada
laboral. El trabajo fue militarizado y toda persona, inútil para el servicio
militar, entre 17 y 60 años estaba obligada a trabajar para la industria
bélica.
No podían cambiar de ocupación, no podían quejarse de las condiciones de
trabajo ni de la paga, no podían poner límites a la cantidad de horas
trabajadas. Si rechazaban las condiciones miserables de trabajo pasaban a ser
juzgado por un tribunal y terminar en la cárcel o muerto. Recibían raciones que
eran cada vez más pequeñas, situación ésta muy distinta a la de los ricos y especuladores.
Las protestas masivas tenían como respuesta el terror policial pero ni aún así
pudieron acallarla.
En Rusia el pueblo era mucho más pobre que el inglés, el francés y el
alemán. La Rusia
zarista era una combinación de un sector industrial limitado y moderno con una
agricultura amplia y atrasada. El pueblo carecía de derechos y el gobierno
trataba de mantener la ignorancia para asegurarse su obediencia. Los pueblos no
rusos (armenios, polacos, tártaros, uzbekos, etc. Se encontraban en peor situación.
En la Rusia
zarista todos los obreros y campesinos eran sometidos a una doble explotación,
la de los capitalistas y terratenientes locales y la de los capitalistas
monopolistas extranjeros.
Desde el principio, los comunistas rusos tuvieron bien en claro cuál era
la real situación. Encabezados por Lenin fueron los únicos que se pronunciaron,
desde el inicio, en 1914, en contra de la guerra y del imperialismo que la
provocaba. Hubo grandes huelgas que fueron reprimidas a balazos por la policía
zarista provocando cientos de muertos y heridos. Los comunistas continuaban
igual su trabajo ideológico para terminar la guerra que sólo mata trabajadores
y fortalece monopolios. Ese trabajo militante se trasladó al propio ejército y
miles de soldados comenzaron a dejar de luchar y confraternar con los soldados
enemigos. Hubo sublevaciones en 1915 y en 1916 reprimidas violentamente por los
sicarios de los monopolios.
Lenin fue el que demostró que el capitalismo había entrado en otra fase,
la del monopolio y escribe su trascendental tesis, en la primavera de
1916, “El imperialismo, fase superior
del capitalismo” y, además de los cinco rasgos fundamentales que veremos más
adelante, señaló tres característica nuevas: a) la imposibilidad de las clases
dominantes de gobernar como lo venían haciendo hasta ahora (engañando al
pueblo, confundiéndolo, dividiéndolo, embruteciéndolo); b) Aumento brusco de
las penurias de las grandes masas de trabajadores y c) el descontento por la
política de las clases dominantes provoca las acciones combativas de los
sectores populares.
Los comunistas prestan mucha atención a la unidad del pueblo, en especial
a la unidad de los trabajadores, con las grandes masas campesinas y con los
soldados reclutados para una guerra que solo beneficia a los monopolios. Al
mismo tiempo señala que las desigualdades en los desarrollos económicos y
políticos de los países del imperialismo no permiten esperar que el socialismo
se imponga en todos o en la mayoría de ellos y que, el yugo imperialista,
será derrotado en aquellos donde existan las contradicciones más acentuadas y
existan fuerzas capaces de aniquilarlo. Y además, que esas fuerzas sean capaces
de enfrentar no sólo las acciones contrarrevolucionarias, sino los ataques de
los imperialistas de otras naciones.
Hubo varias huelgas anti guerreristas en Inglaterra, más de 700, en
especial por parte de los mineros y delegados de fábricas, todas traicionadas
por dirigentes social demócratas. También en Francia surge un movimiento
antimilitarista y hay diputados socialistas que votan en el parlamento por dar
fin a la guerra. En Alemania surge el grupo “Espartaco” quienes organizaron en
Berlín la primera gran manifestación militarista. También en Austria-Hungría se
llevan acciones contra la guerra. Todas reprimidas con brutalidad.
La crítica situación del zarismo asustó a la burguesía rusa y a sus
aliados pues temían la situación de efervescencia revolucionaria que vivía el
pueblo ruso. El zarismo ya no los convencía y los burgueses aspiraban a tomar
el poder, seguros de que derrotado ese régimen tan odiado por el pueblo se
evitaría la revolución social. A la vez necesitaba continuar la guerra ya que
era un excelente negocio que los enriquecía. Los comunistas hablaban de paz y
ello era peligroso. Pensaron, con apoyo de los “aliados” dar un golpe de
estado, hacer renunciar al zar Nicolás II y entregar la corona a su hijo menor
de edad vinculado a ellos a través del regente.
El camino hacia la toma del poder no fue fácil. En marzo de 1917 los
comunistas llaman a una huelga política contra el hambre la guerra y el
zarismo. Es reprimida pero los obreros pasan de la huelga política a la
insurrección. En Petrogrado, la capital de entonces, los obreros copan el
arsenal y se arman. Se forman los Soviet de obreros y soldados insurrecto y,
simultáneamente, se forma el gobierno Provisional de la burguesía con los
terratenientes, que se apresuraron a formar gobierno. Durante unos meses hubo
una dualidad de poderes.
El 6 de abril de 1916 los EEUU le declaran la guerra a Alemania (cuando
ésta no podía resistir mucho más) pero sus tropas solo llegaron y tomaron parte
en 1918. También le declararon la guerra a Alemania, en abril de 1917 los
países subordinados a los EEUU como Cuba, Panamá, Guatemala, Honduras. Y China
lo hace en agosto de dicho año pero sin combatir, solo con el ingenuo objetivo
de que por ello, los aliados, le ayudaran a rescatar los territorios ocupados
por Japón en 1914.
En ese mismo mes, el 16 de abril de 1917, Lenin regresa a Rusia luego de
9 años de destierro y miles de obreros y soldados fueron a recibirlo. Lenin
señala que se había cumplido la primera etapa de la revolución, el ascenso de
la burguesía al poder, como consecuencia de la poca madurez e ineficiente
organización de la clase obrera. Pero que ahora había que poner fin a la
dualidad de poderes y surge la consigna “TODO EL PODER A LOS SOVIETS” y el
objetivo: “Paz para los pueblos, tierra para los campesinos, y pan para
todos los trabajadores”.
En agosto de 1917 en VI congreso del partido bolchevique determina que ha
llegado la hora de liquidar al gobierno Provisional y la tarea del día pasó a
ser el derrocamiento de la burguesía mediante la insurrección armada. Era la
hora de luchar por implantar la dictadura del proletariado. Los burgueses intentaron
imponer un gobierno militar, pero el gran movimiento estaba en marcha. Mientras
los burgueses llamaban a continuar la guerra “hasta triunfar” los comunistas
hablaban de lograr la paz. La situación se consolidó cuando se forma un frente
único de obreros, campesinos y soldados bajo la dirección de los bolcheviques y
de Lenin.
El 7 de
noviembre de 1917 se produce el más grande de los acontecimientos históricos
mundiales hasta la fecha. La creación del primer Estado Socialista del planeta.
Esta Revolución marca el principio de la crisis estructural del imperialismo de
la cual no saldrá más. El país más extenso del mundo constituía un gobierno de
obreros y campesinos y su primera medida fue lograr una paz inmediata.
A fines del siglo XIX y en los primeros años del XX las relaciones
internacionales estaban marcadas claramente por la competencia imperialista la
cual va delimitando dos campos rivales centrales. La principal competencia era
entre Inglaterra y Alemania sin que por ello dejara de existir otras menores
entre Francia y Alemania entre Francia e Inglaterra, entre Rusia y
Austria-Hungría y otras.
Se forman, como consecuencia, dos bloques militares. A fines del siglo
XIX (entre 1879 y 1882) se crea la “Triple Alianza” entre Alemania,
Austria-Hungría e Italia por una parte y por la otra Francia y Rusia lo hacen
entre 1891 y 1893. Inglaterra se incorpora con Francia en 1904 (mediante “El
Tratado Cordial”) y en 1907 lo hace con Rusia conformándose así la otra triple
alianza.
Alemania era la potencia mejor preparada para la guerra, industria
militar desarrollada, mejores equipos técnicos, buenas carreteras,
ferrocarriles con redes que cubrían todo el territorio, importantes reservas de
materias primas y combustibles, una población preparada militarmente y un mando
eficiente y organizado. En su contra lo que le harían falta, si agotaban esas
reservas sin terminar la guerra: alimentos y materias primas. Además no
deberían tener tantas pérdidas humanas (eran 6 millones de soldados contra 11
millones) pues su población era menor que la de los rivales. Por lo tanto la
guerra debería ser “relámpago”, es decir, por sorpresa, demoledora de la
capacidad enemiga para conseguir sus capitulaciones.
Los alemanes sabían que tenían superioridad en artillería, en aviones, en
armas pero también sabían esa superioridad se comenzaba a acortar. Los
franceses, ingleses y rusos empezaban a mejorar sus ejércitos y se estimaba que
para 1918 alcanzarían el poderío de Alemania. Entonces la ventaja actual se
perdería. Los imperialistas alemanes debían lanzar la guerra cuanto antes.
Sarajevo fue el pretexto.
En la primera guerra inter imperialista participaron (de hecho o
formalmente) 34 estados sobre 59 que había en el mundo. Esos 34 estado reunían
una población cercana a los mil millones de personas. Los “aliados” (la Entente ) movilizaron a 45
millones de personas, los alemanes y sus aliados a 25 millones. De esa manera
70 millones de seres humanos se vieron involucrados en una guerra donde se
disputaban los intereses de los grandes grupos monopolistas. Hubo casi siete
millones de muertos directos, más de un millón que murieron por sus heridas,
más de un millón y medio por enfermedades en el frente y más de medio millón en
cautiverio. Casi 10 millones de personas muertas por causa de los combates a lo
que se le debe agregar varios millones de civiles (se estima en 20 millones) a
causa de los ataques a poblaciones, al hambre y a las enfermedades.
La guerra inter imperialistas tuvo efectos catastróficos para la economía
y la población: 1. Descenso de la natalidad; 2. Ascenso de la mortalidad; 3.
Millones de viudas; 4. Millones de huérfanos; 5. millones de mutilados y
enfermos mentales; 6. Destrucción de las fuerzas productivas; 7. Incremento de
la explotación al trabajador; 8 Fortalecimiento de los monopolios; 9. Mayor y
rápida concentración de la riqueza en pocos grupos.
En 1916 Lenin finalizaba el trabajo denominado “EL MPERIALISMO, ETAPA
SUPERIOR DEL CAPITALISMO”. En él señalaba los cinco rasgos fundamentales a
saber:
1.
LA CONCENTRACIÓN DE LA PRODUCCIÓN Y EL
CAPITAL SE HAN DESARROLLADO HASTA UN GRADO TAL QUE HA CREADO MONOPOLIOS QUE
JUEGAN UN PAPEL DECISIVO EN LA
ECONOMÍA.
2.
LA FUSIÓN DEL CAPITAL BANCARIO CON EL CAPITAL
INDUSTRIAL Y LA
CREACIÓN SOBRE LA
BASE DE ESE CAPITAL “FINANCIERO” DE UNA OLIGARQUÍA
FINANCIERA.
3.
LAS
EXPORTACIONES DE CAPITALES, A DIFERENCIA DE LAS EXPORTACIONES DE MERCANCÍAS,
ADQUIEREN IMPORTANCIAS EXCEPCIONALES.
4.
SE
FORMAN ASOCIACIONES CAPITALISTAS INTERNACIONALES MONOPOLISTAS QUE SE REPARTEN
EL MUNDO.
5.
CULMINA
EL REPARTO TERRITORIAL DE TODO EL MUNDO ENTRE LAS GRANDES POTENCIAS
CAPITALISTAS.
¿Y las potencias que no llegaron a ocupar posiciones importantes? ¿Cómo
harían para “ganar terreno”?. El terreno necesario para que sus monopolios
puedan obtener grandes ganancias.
A partir de que
se ha cumplido el rasgo número cinco que señalara Lenin, cualquier modificación
de ese reparto debería efectuarse por la fuerza. Y ello fue lo que dio origen a
las Guerras Mundiales.
La segunda
guerra mundial.
34.000.000 de
muertos computa la nefasta e incompleta estadística, pues pueden haber sido
cientos de miles más.
28.000.000 de
mutilados, agrega, sin contar con los efectos que sobre la mente de los “sanos”
produjo la guerra imperialista.
935 mil millones de
dólares (de 1940) sólo en gastos de guerra, gran parte de éstos se convierten
en “ganancia” de los imperialistas.
Miles de ciudades,
poblados y bienes producidos por millones de trabajadores a través de los
siglos, destruidos por el interés económico, por el capitalismo en su fase
superior.
Después de
finalizada la primera guerra mundial y después del surgimiento del primer país
socialista sobre la tierra, la
Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, los Estados
Unidos, en conjunto con Francia e Inglaterra, adoptan medidas económicas y
políticas destinadas a restaurar la industria pesada en Alemania. Para ello invierten miles de millones de
dólares con un claro objetivo.
Desarrollan
una potente industria militar que pretenden utilizar para derrocar a la Unión Soviética.
Una poderosa fuerza de choque contra el primer país socialista. “El bebé debe
ser ahogado en su cuna” expresaría Churchill.
La segunda
guerra mundial no se inició como guerra mundial sino con una serie de “focos de
lucha”.
El primer
“foco” se produce en septiembre de 1931: Japón invade China. Para iniciar (y
justificar) la invasión los japoneses utilizan “el viejo, poco original pero
efectivo truco del imperialismo, similar al utilizado por los yanquis en La Habana , para ingresar con
argumentos a la guerra contra España: atentar contra su propio barco, el Maine.
Los japoneses
hacen “volar” la línea del ferrocarril de Manchuria meridional, de su
propiedad, culpando a los Chinos y justificando la ocupación, contando para
ello con la complicidad de Inglaterra y Francia, países que lideraban la Liga de las Naciones,
destinadas a evitar nuevos conflictos. La mayor acción de éstos dos países en
esa liga consistió en nombrar la “Comisión Litton” que trataría la
“internacionalización” de la zona ocupada, no el retiro de los invasores.
Japón no
quiere compartir el saqueo con los otros imperialistas y por ello se retira de la Liga de las Naciones en marzo
de 1933. Es el año en que los nazis llegan al poder en Alemania proclamando,
sin tapujos, que sus objetivos son el dominio del mundo por medios violentos,
mostrándose a su vez, como el “baluarte de occidente contra el comunismo”. Y en
octubre de 1933 Alemania toma la misma decisión que Japón: abandona la Liga de las Naciones, ya no
hay que darle explicación a nadie.
En marzo de
1935, desconociendo la prohibición del tratado de Versalles, los nazis
implantan el servicio militar obligatorio y comienzan a formar un poderoso
ejército. Ese desconocimiento del tratado de Versalles es acompañado por
Inglaterra, quien concerta en 1935 un “acuerdo naval” que le concedía a
Alemania, el derecho de poseer marina de guerra. Supuestamente limitada, ya que
el acuerdo contiene un párrafo que expresa “hasta el 35% del tonelaje de la
potencia naval del imperio británico”.
También en
1935, la Italia
fascista, respaldada por Francia e Inglaterra, ocupa Etiopía. Nada hace para
impedirlo la Liga
de las Naciones. En EEUU se aprueba una ley de “neutralidad” que indica no
vender armas a los beligerantes. Ley por demás de clara: Italia tiene armas,
Etiopía no. La URSS ,
en cambio, se pronuncia a favor del pueblo agredido.
En 1936
Alemania ocupa la zona desmilitarizada de Renania. En julio de ese año, Franco
se amotina contra el régimen republicano, con el apoyo militar de la Alemania de Hitler y de la Italia fascista. La Liga de las Naciones no sólo
no actúa, sino que, a través de su “Comité de no Intervención” impedía que la
república española pudiese comprar armas. Mientras, los EEUU mantenían su ley
de “neutralidad”, no vendiendo armas a los bandos.
En julio de
1937 los japoneses atacan al ejército chino y avanzan a Peiping, pensando
obtener una rápida victoria. La resistencia del ejército popular chino
convirtió una guerra relámpago en una guerra prolongada.
Alemania,
Japón e Italia avasallan nuevos territorios ocupándolos: Manchuria, Etiopía y
España iniciarían la lista. Lo habían logrado gracias a la complicidad activa
de Francia, Inglaterra y los EEUU. Permitían que el monstruo creciera pues su
destino principal sería el de destruir la URSS.
En 1933 el
gobierno soviético había analizado la situación y previsto su desarrollo. En
febrero de ese año propone emitir una declaración común contra la agresión, la
que no es considerada. A fines de ese año la URSS propone una resistencia activa común para
frenar a los nazis, la que tampoco es considerada. Todos los países
capitalistas aspiraban a que la maquinaria de guerra fascista barriera con la Unión Soviética.
A comienzos de
1934 los gobiernos soviéticos y francés intentan conformar un acuerdo, “el pacto
oriental” de ayuda mutua entre la
URSS , Checoslovaquia, Finlandia, Letonia, Estonia y Lituania
y un tratado separado URSS-Francia como si Francia fuese uno más de los países
mencionados. Mientras, la URSS
aceptaba reconocer a Francia el tratado de Locarno, firmado en 1925, que
aseguraba las fronteras de Francia y Bélgica frente a Alemania. Papel
importante en el armado del llamado “pacto oriental” lo cumple el estadista
francés Luis Barthon.
En 1934 la URSS ingresa a la Liga de las Naciones y
propone un sistema de seguridad colectiva contra la agresión, por la paz y por
la defensa de los pueblos de China, España y Etiopía.
En 1935 la URSS concluye el tratado con
Francia y Checoslovaquia. El gobierno burgués checo impone la cláusula de que la URSS podrá defenderlo de una
agresión sólo si lo hace primero Francia. Poco después el gobierno francés,
apoyado por Inglaterra, violará y anulará el tratado.
Francia,
Inglaterra y los EEUU, sus gobiernos, incitan a la Alemania nazi, al
agresor, a que ataque a la
URSS. Les entregan, a cambio, varios países europeos.
En noviembre
de 1937, el ministro inglés Lord Halifax se entrevista con Hitler. Encomia sus
grandes “méritos por la lucha contra el comunismo” y le promete la ciudad de
Danzig (Godnia), Austria y Checoslovaquia, expresándole que esos son “cambios
en el orden europeo que, seguramente, tarde o temprano deberían acaecer”; y le
solicitaba que, de ser posible, lo realizara “mediante una evolución pacífica”.
En la misma
reunión, Lord Halifax manifiesta la disposición de Inglaterra y Francia de
adherir al eje Berlín-Roma constituido en octubre de 1936, para que “ninguna de
las cuatros potencias quedarán al margen, en forma alguna, de esa elaboración”.
Ese gran eje tenía como objetivo la
URSS : “el bebé debe ser ahogado en su cuna”.
No le fue bien
a Halifax; no percibió que Hitler interpretaba sus deseos de una gran alianza
como una manifestación de debilidad. Además, si la hacía, ¿qué quedaría para
Alemania?. No obstante ese primer fracaso, Inglaterra insiste y, en marzo de
1938, por intermedio de su embajador en Alemania, intenta llegar a un nuevo
entendimiento, a “una verdadera y cordial amistad con Alemania”. Hitler
interpretó que tenía vía libre para sus planes y, en efecto, la tenía. El 11 y
12 del mismo mes sus tropas ingresan a Austria y la ocupan. El 13 promulga la
ley de su anexión a Alemania.
Los gobiernos
de Inglaterra y Francia, con el beneplácito de los EEUU, aprobaron rápidamente
el cambio. Sólo la URSS
denunció el saqueo y el 17 de marzo convocó a otros gobiernos a detener la
agresión y a no permitir el desencadenamiento de una nueva guerra mundial. La
nota de convocatoria para que esa reunión se realizara decía: “mañana quizá sea
tarde, pero hoy todavía puede hacerse si todos los estados, especialmente las
grandes potencias, adoptan una posición sin ambigüedades en el problema de la
salvación colectiva de la paz”.
Dicho mensaje
no fue escuchado pues todo avanzaba según lo previsto, que era dejar que
Alemania se apropiara inicialmente de territorio europeo para que luego ésta
apunte, con toda su potencia, a destruir el sistema soviético. Los soviéticos
lo sabían, pero lo que no sabían los franceses ni los ingleses era que Hitler
no tenía intenciones de compartir con ellos sus conquistas.
Hitler
apuntaba ahora a Checoslovaquia. Había que justificar la agresión y utiliza
para ello a sus partidarios en ese país. Su estrategia arrancó con una supuesta
discriminación contra los ciudadanos de origen alemán, discriminación contra el
Partido de los Alemanes Sudetes, dirigidos por el fascista Geinlein quien,
apoyado desde Berlín, organiza provocaciones e, incluso, una insurrección
armada contra el gobierno checo.
Estaba vigente
el tratado soviético-checo de 1935 suscripto en apartado por Francia, quien se
vio obligado a cumplirlo por la presión popular en ese país. Hitler estima
prudente postergar sus planes pero les recuerda, en especial a Inglaterra, de
que Checoslovaquia ya había sido entregada.
Fue el temor a
la reacción interna por la que Francia (acompañada por Inglaterra) decide
“honrar” el tratado. Por lo tanto, hay que torcer esa reacción de sus pueblos,
hay que cambiar esa reacción interna para que Hitler pueda ingresar, ocupar y
anexar Checoslovaquia. Por lo tanto, durante los próximos meses “bombardean” al
pueblo a través de toda la prensa para que prevalezca la idea que Francia e
Inglaterra no están preparadas para la guerra
y que el pueblo no tenía por qué embarcarse en una guerra ni morir por
la defensa de un “lejano” país. Simultáneamente presionan al gobierno checo
para que capitulara frente a Hitler y le recordaban a éste, a Alemania, que
debía cumplir con el compromiso de atacar a la URSS.
Para que esto
sea posible, a mediado de 1938 llega a Checoslovaquia el inglés pro nazi Lord
Runciman a fin de “mediar” entre el gobierno checo y el partido alemán fascista
de Geinlein, convirtiendo un problema interno en una cuestión internacional; y
el 15 de septiembre de ese año se resuelve el futuro de Checoslovaquia (su
desmembración) en una reunión entre el presidente del Consejo de Ministros de
Inglaterra, Chamberlaim y Hitler. Sólo cuatro días después, el 19, los
gobiernos de Francia e Inglaterra exigen al gobierno checo la entrega de todos
los territorios en donde la población germana superara el 50%. EEUU respaldó
todo lo actuado. Como el gobierno checo vacilaba el 21 (sólo dos días después)
se le envía un fuerte ultimátum.
El 29 y 30 de
septiembre se reúnen, en Munich (Alemania), Hitler, Mussolini, Chamberlaim y
Daladier; allí consolidan el desguace de la nación checa a quien, además, le
exigen que anule su tratado con la
URSS.
El 6 de
diciembre de 1938 se firma una declaración franco-germana de no-agresión. Así la
seguridad de ambos países quedaba “garantizada”. Para Francia e Inglaterra eso
significaba que todos los caminos conducían ahora a Moscú. Para EEUU también,
el New York Time aseguraba que ese tratado franco-germano “era una criatura
norteamericana” La idea de utilizar a una Alemania que, entre todos hacemos más
poderosa, para destruir al socialismo, avanza. Después nos quedaríamos con la URSS y también con Alemania,
piensan los dirigentes yanquis..
Frente a esta
situación los soviéticos actuaban. Se convoca al XVIII Congreso del Partido
Comunista que resuelve: 1) Continuar con la política de paz y por el
fortalecimiento de las relaciones con todos los pueblos y países del mundo; 2)
Vigilar e impedir que las provocaciones arrastren a nuestro pueblo a un conflicto;
3) Fortalecer el ejército y la marina rojas y 4) Afianzar las relaciones
internacionales de amistad con los trabajadores de todo el mundo por la paz y
la amistad de los pueblos.
Incentivada
por los gobiernos de los EEUU, Francia e Inglaterra, Alemania prepara ahora su
agresión contra Polonia. En octubre de 1938 Hitler exige que se le entregue
Danzig y el corredor que unía Polonia con el Báltico.
El 15 de marzo
de 1939 Alemania consolida la ocupación de Checoslovaquia: Bohemia y Moravia
pasaron a ser “protectorado alemán” y Eslovaquia fue declarado “estado
independiente” con un gobierno pro fascista.
Unos días
después Hitler exige a su aliada Lituania la faja costera de ese país quien la
entrega con prontitud.
En abril de
ese mismo año (1938) tropas conjuntas de Italia y Alemania invaden Albania sin
consultar con sus aliados del pacto de Munich: Francia e Inglaterra.
Un mes antes
Hitler había entregado a Hungría la
Ucrania subcarpática que pertenecía a Checoslovaquia.
Mientras, en
Alemania, los ideólogos del “Tercer Imperio” comenzaron a reclamar las colonias
ocupadas por Francia e Inglaterra luego de la derrota alemana de la primera
guerra mundial. Tal como lo afirmaba Lenin, una vez surgido el imperialismo,
una vez finalizado el reparto de la
Tierra entre ellos, en el futuro, cualquier modificación se
debía realizar desplazando a otros colonialistas.
Francia e
Inglaterra comenzaron a temer que el imperialismo alemán no estuviese dispuesto
a respetar los intereses de sus imperialismos y deciden, por primera vez,
ejercer una tibia presión diplomática.
El gobierno
inglés anuncia a Polonia que le da garantías que protegen su integridad
territorial, lo que no cumplió. Igual “seguridad” le ofrece a Rumania y Grecia.
En marzo de
1939 Inglaterra y Francia habían iniciado unas formales negociaciones con la URSS , conversaciones que
duraron cuatro meses. Objetivo: no llegar a ningún acuerdo, pero mostrar a
Alemania que podrían hacerlo. Y, por vigésima vez, convencer a Alemania que
si atacaba a la URSS , ellos nada harían para
impedirlo.
En esas
conversaciones la URSS
ofreció a Francia e Inglaterra, si era agredida por Alemania, 136 divisiones, 5
mil piezas de artillería, 10 mil tanques y 5 mil aviones. Los ingleses
ofrecieron ¡5 divisiones de infantería y una de tanques!
Mientras, en
Inglaterra, este país (olvidándose de Francia) ofrecía a Alemania toda la Europa sureste y Polonia (a
la que sólo unos meses atrás había garantizado defender) y considerar a la URSS y a la China “zonas en que Alemania
e Inglaterra podrían encontrar amplias posibilidades para aplicar sus fuerzas”.
Pero el
imperialismo alemán, los nazis, no deseaban compartir el reparto del mundo a
medias, con Inglaterra. Y se prepararon para invadir Polonia, contaban con la
indiferencia de su presidente, el traidor Beck.
La situación
de la URSS era
muy crítica y compleja. Por un lado la amenaza de Alemania con el apoyo no
declarado de Francia, Inglaterra y los EEUU.
En oriente,
los japoneses en 1938 intentaron irrumpir en territorio soviético siendo
derrotados por el ejército rojo.
En 1939 los
japoneses invaden Mongolia, aliada a la
URSS , y son nuevamente derrotados por el ejército rojo en el
río Jalín-gol.
Japón,
alentado por Inglaterra, dispone realizar una gran ofensiva contra la URSS. Ante esta
situación los soviéticos, aún sabiendo de su seguro no-cumplimiento, en agosto
de 1939 concretan un plan de no-agresión con Alemania. Su objetivo: ganar
tiempo y crear condiciones más favorables para la defensa de su territorio y de
su sistema.
Y la “guerra”
comienza, el 1º de septiembre de 1939, pero comienza entre los países
imperialistas.
Los alemanes,
en virtud de las tibias presiones de Francia, Inglaterra y los EEUU; en virtud
de los acontecimientos ocurridos en China, Etiopía, España, Austria,
Checoslovaquia y Albania; en virtud del pacto de no-agresión firmado con la URSS , llegaron a la
conclusión de que era menos riesgoso para ellos comenzar la guerra por el
predominio mundial derrotando a sus rivales imperialistas, que enfrentar a la URSS. Eso lo harían
luego y no sería un enfrentamiento, sería un paseo.
El 1º de
septiembre de 1939 Alemania invade Polonia. Para hacerlo aparece la tradicional
“justificación”. Una tropa de criminales nazis, utilizando uniformes del
ejército polaco, ataca la emisora radial alemana de la ciudad fronteriza de
Gluwitz. Los alemanes responden a la “agresión” ocupando Polonia. Esta acción
se considera el inicio de la segunda guerra mundial.
Con motivo de
la invasión a Polonia, Inglaterra y Francia se ven obligadas a declarar la
guerra a Alemania, se trataba de una declaración formal, la llamada “extraña
guerra” ya que, paralelamente, insistían de un acuerdo con Hitler que
desencadenara la guerra soviética-germana.
El gobierno
polaco abandonó a su población, masacrada por los nazis. Junto con el mando
superior militar, los miembros del gobierno huyeron al extranjero llevándose el
oro del banco nacional. Fueron los ciudadanos polacos, las brigadas obreras
comunistas y socialistas, las que ofrecieron resistencia al poderoso ejército
alemán. La lucha se mantuvo hasta el 2 de octubre.
El gobierno
soviético no contempló este accionar sin tomar decisiones. Sabía que en algún
momento atacarían la URSS ,
sabía que, tarde o temprano, Hitler acordaría volcar sus fuerzas contra la
naciente nación socialista. Por eso, cuando Alemania invade Polonia, surge en la URSS la necesidad de crear
una barrera defensiva para detener el avance nazi. El ejército rojo ingresa a
Bielorrusia occidental y en Ucrania occidental, territorios que habían sido
anexados por Polonia en 1920, donde se los arrebataron a la naciente república
soviética.
Comienza la
defensa de la patria de los trabajadores, comienza la defensa de la patria,
comienza lo que más adelante se convertirá en la Gran Guerra Patria.
En Letonia,
Lituania y Estonia se había instalado el poder soviético en 1918 por parte de
los trabajadores, pero pronto fueron derrotados por los “blancos”, los que con
apoyo extranjero instauraron un gobierno títere en 1919. En 1940 los trabajadores logran destituir a
esos gobiernos pro fascistas y, en el mes de agosto de ese año, resuelven
integrarse a la URSS.
Igual actitud adoptan Bucovina y Moldavia.
En los planes del
imperialismo estaba utilizar a Finlandia como una cabeza de puente para atacar
a la URSS , en
particular a Leningrado, la segunda ciudad en importancia, situada a sólo
treinta y un kilómetro y medio de la frontera.
En conocimiento de
ello, la URSS
propone a Finlandia trasladar la frontera a 60 kilómetros , otorgando,
a cambio, el doble de territorio en la región de Carelia.
Los finlandeses
rechazan la propuesta, una decisión que podía esperarse, pero, incentivados por
Inglaterra y los Estados Unidos, comienzan a efectuar una escalada de
provocaciones que desembocan, en noviembre de 1929, desatando la guerra entre
Finlandia y la URSS.
La estrategia de
los monopolios era clara desde el inicio. No dar tregua al primer país
socialista, agredirlo por todos los frentes posibles, desgastarlo, utilizando
para ello todos los recursos necesarios y todos los métodos a su alcance. “El
bebé debe ser ahogado en su cuna”, la máxima de Churchill.
Pero los planes de
Inglaterra y Francia, que en lugar de preocuparse por lo que estaba ocurriendo
en Alemania preparan sus tropas para enviarlas a Finlandia, se ven frustrados:
el ejército rojo derrota al finlandés y se coloca en condiciones de ocupar la
totalidad del país. Sin embargo, en una acción que no tiene precedentes por
parte de los vencedores, la URSS
se limita a asegurar su frontera noreste para evitar que se la ataque por allí.
En marzo de 1940 se firma el tratado de paz. La frontera cercana a Leningrado
(istmo de Carelia) se traslada. Parte de las penínsulas de Rybachi y Sredni se
incorporan a la URSS
y la península de Hanko fue arrendada por treinta años.
Mientras, los
“aliados” continuaban con su “extraña guerra”. Ese mismo mes de marzo de 1940,
Welles, subsecretario de estado de los EEUU, viaja a Europa para firmar la paz
con Alemania y acordar, en conjunto, dirigir todas las acciones bélicas contra la URSS.
Pero los fascistas,
que hasta ahora no habían enfrentado ninguna resistencia de los gobiernos
“aliados”, no estaban dispuestos a incorporar nuevos socios. De hecho, ya lo
tenían en los grandes monopolios de esos países, como la Ford Motors , por
ejemplo.
Mientras eso
ocurría, la URSS
lograba recuperar la Ucrania
occidental, la Bielorrusia
occidental, Letonia, Lituania, Estonia, Bucarina y Moldavia y correr la
frontera con Finlandia.
Alemania e Italia,
mientras, preparaban la invasión a Francia e Inglaterra con el objetivo de
sumar el poderío de esas potencias para fortalecerse. Contaban con muchos
amigos locales y esperaban poca resistencia oficial.
En abril de 1940
Alemania ocupa Dinamarca y Noruega, desde donde planea instalar una cabecera de
puente contra Inglaterra. Los gobiernos burgueses de ambos países capitulan sin
ofrecer resistencia. La resistencia sólo provino de grupo de trabajadores y
patriotas.
El 10 de mayo de
1940 Alemania ocupa Francia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo. Estas últimas tres
naciones habían declarado su “neutralidad” para no ser parte de la guerra, en
una clara muestra de ingenuidad política o de colaboracionismo encubierto.
Para justificar la
invasión los nazis recurren al viejo truco yanqui del acorazado Maine en la
bahía de La Habana :
la aviación alemana bombardea la ciudad alemana de Freiburg culpando de ello a
la aviación holandesa y belga. Una línea común por parte de los agresores: su
propio barco destruyen los yanquis para “justificar” la guerra contra España;
sus propios trenes destruyen los japoneses para “justificar” la declaración de
guerra a China; sus propios aviones bombardean a su propia ciudad y a sus
propios ciudadanos para “justificar” la invasión a Holanda y Bélgica. Armas de
destrucción masiva declara Bush y “justifica” su invasión a Irak. Así actúan
los monopolios, así es el imperialismo. En todas sus acciones la falsedad
predomina.
El 19 de junio
Londres sufre el primer gran bombardeo aéreo Alemán. Las acciones aéreas se
mantienen durante meses hasta principios de 1941 constituyéndose esas acciones
aéreas en las más importantes de la “extraña guerra”, por no decir la única.
Francia, la
poderosa Francia, la vencedora de la guerra anterior, de la primera guerra mundial,
no ofreció resistencia a la invasión Alemana. El 22 de julio de 1940 el
gobierno de Petain, capitula. Indignados, los patriotas de toda Francia se unen
para rechazar la ocupación. Los trabajadores comunistas y socialistas están a
la vanguardia de la verdadera Resistencia.
Hitler divide en
dos a Francia: la norte, ocupada por el ejército alemán, y la sur a cargo del
capitulador y traidor Petain, colaboracionista que apoyaba a Hitler
abasteciendo de materiales a su ejército y de mano de obra esclava a sus
industrias, deportando trabajadores.
El 10 de julio es
Italia la que invade el sur de Francia y es nuevamente Petain el que, el 24 del
mismo mes, capitula.
En julio los
fascistas italianos ocupan la
Somalia británica en África, y en septiembre ingresan a
Egipto. Una vez más queda demostrado que sólo la guerra producirá cambios sobre
el reparto inicial del planeta efectuado por el imperialismo: De la Somalia británica a la Somalia itálica.
El 27 de septiembre
de 1940 se firma, en Berlín, el “Pacto Tripartito” entre Alemania, Italia y
Japón. En ese acuerdo se distribuyen áreas de influencia”: Europa y África para
Alemania e Italia, Asia para Japón.
En octubre Italia
avanza sobre Grecia; el gobierno de este país está dispuesto a rendirse pero el
ejército y la población ejercen una fuerte resistencia.
Europa está siendo
totalmente ocupada, y ahora también África colonial, tal como lo preveía
Hitler: no sólo sin un alto costo, sino con una enorme ganancia al disponer su
ejército e industria de nuevas materias primas, nuevos alimentos, nuevos
soldados y mano de obra esclava.
Nada, absolutamente
nada dijeron Inglaterra y los EEUU, como nada, absolutamente nada (salvo
algunas “declaraciones” de compromiso) decían sobre los crímenes horrendos que
los nazi-fascistas producían en las zonas ocupadas: Comunistas, judíos,
sospechosos, enfermos, sean viejos o niños recién nacidos, debían ser
exterminados. Sólo en la invasión a Polonia los nazis masacraron a más de seis
millones de personas. A ellos hay que sumarles los asesinatos en todos los
otros países ocupados desde Checoslovaquia a Francia con un factor común, un
factor común que satisface a los monopolios y a sus gobiernos de Inglaterra y
de los EEUU: los más buscados para ser asesinados eran, en primerísimo lugar,
los comunistas.
Campos de
concentración, campos de exterminio, diabólicos experimentos con seres vivos,
genocidio, fusilamientos en masa “ejemplificadores”. Avanzaba el “nuevo orden”;
la “moral fascista” en pleno auge, favorecida, impulsada, sostenida, mantenida,
por los gobiernos de la “extraña guerra”: por el gobierno de Francia, ahora
colaboracionista y por el de los EEUU e Inglaterra. Cómplices de la masacre e
impulsores de que la misma se traslade, multiplicada, sobre la URSS.
La guerra tuvo,
desde el inicio, un carácter imperialista, pero la Resistencia de los
pueblos comenzaba a darle otro cariz: antifascista; y para no poco sectores:
pro socialista, pues comprendían que el fascismo no es más que la manifestación
más sincera del imperialismo, la manifestación más honestas de sus objetivos,
la de mostrarse cómo son, donde, al decir del manifiesto comunista, “prevalece
un régimen franco, descarado, directo, escueto de explotación”, donde prevalece
un régimen que no deja en pié más vínculo “que el del interés escueto, el
dinero contante y sonante que no tiene entraña”. Un régimen que únicamente
idolatra al capital que vino al mundo “chorreando sangre y basura por todos los
poros, de la cabeza a los pies”.
Comentaban
compañeros cubanos, refiriéndose al caso del niño Elián, que fueron
fundamentales las decisiones del gobierno y pueblo cubano de exigir su reintegro a la patria socialista. Que
fueron importantes las multitudinarias
expresiones de apoyo de toda la sociedad cubana, en particular, las de sus
niños y jóvenes en esa lucha titánica y justa. Pero todo ello no era
suficiente, se necesitaba, además, contar con el apoyo de la propia opinión
pública norteamericana; no la de sus dirigentes sino la de sus ciudadanos.
Ciudadanos que deberían comprender que Elián era un niño secuestrado, un niño
que era utilizado por un grupo mafioso que pugnaba por “legalizar” ese
secuestro. No fue esa el primer caso en la historia en que la opinión pública
obliga a su gobierno a tomar actitudes distintas a las planeadas.
La “extraña guerra” es un ejemplo de ello. Pese a
declarar la guerra a Alemania, los “aliados”: Francia, Inglaterra y los EEUU,
nada hacían, incluso nada hicieron cuando uno de ellos, Francia, fue ocupada
con crímenes y genocidio denunciados y comprobados. Nada hicieron desde esa
declaración formal del 3 de septiembre de 1939.
Fueron los
pueblos los que reaccionaron, fue la “opinión pública” de esos países la que
exigió a sus gobiernos actitudes más firmes, más comprometidas.
En todo el
mundo se conformaban frentes antifascistas, encabezados o compartiendo su
dirección por los comunistas, los socialistas, los patriotas nacionalistas y
todos aquellos que no compartían el “nuevo orden” impuesto o a imponer por el
fascismo.
Los comunistas, sus partidos comunistas, fueron la
vanguardia en la lucha contra el enemigo común, contra el fascismo. Vanguardia
en cualquier lugar y en cualquier terreno. La defensa del primer país
socialista de la historia de la humanidad y la defensa de la vida misma de la
humanidad era el móvil donde se ofrecía la propia vida.
El Partido
Comunista de Alemania, en la más dura clandestinidad, agitaba la consigna de la
derrota del fascismo entre obreros y soldados, agitaba la consigna de
transformar esta guerra de los monopolios en una guerra contra los monopolios,
en una guerra revolucionaria. En las acciones, llevaba a cabo atentados contra
fábricas de armamentos y objetivos militares. Piensen en lo extremadamente
difícil de sus tareas, expuestos a todo, a la tortura, a la muerte, incluso a
la delación de sus compañeros y de sus pequeños hijos.
El Partido
Comunista de Italia organizó la lucha para derrotar a Mussolini. En mayo de
1941 elabora un manifiesto donde vuelve a denunciar el carácter imperialista de
la guerra y miles de ciudadanos se suman a la lucha antifascista.
El Partido
Comunista de Japón se pronuncia contra el militarismo nipón y llama a su
derrocamiento.
El Partido
Comunista de China organiza las primeras guerrillas contra los ocupantes de
Manchuria. En 1932 se unen a los obreros de Shanghai con el 19 ejército popular
chino y, dirigidos por el Partido Comunista, se lanzan sobre los agresores. En
1937 el PC convoca a todo el pueblo chino a la lucha por la liberación
nacional.
El Partido
Comunista Checoslovaco crea un frente popular antifascista. El 15 de mayo de
1939 convoca al pueblo a la resistencia y a recuperar la soberanía de la Checoslovaquia
desmembrada y ocupada.
En Yugoslavia
se crea un movimiento de liberación nacional encabezado por el Partido
Comunista. El 15 de abril de 1941 convoca a la derrota total del fascismo
mientras, el movimiento guerrillero, también dirigido por los comunistas,
atacaba a las tropas nazis y colaboracionistas.
Los Partidos
Comunistas de Bélgica, Holanda, Dinamarca y Noruega, convocaban a la lucha por
la liberación nacional.
En Francia, la Resistencia crecía día
a día. Actos de sabotaje y heroicas acciones guerrilleras se efectuaban bajo la
dirección del Partido Comunista.
En la
Argentina , el Partido Comunista promueve la creación de un
“frente democrático nacional antifascista, para aplastar el fascismo y
construir una Argentina grande, próspera, feliz y respetada en el mundo”.
En Uruguay, en
Chile, en Perú, en Brasil, en Cuba, en toda América Latina y el Caribe los
Partidos Comunistas son los que encabezan la lucha contra el nazifascismo.
Los comunistas
de todo el mundo estuvieron entre los más valientes, fueron los más
conscientes, los que más se esforzaron en cada momento por unir a todos los
patriotas contra el enemigo fundamental, contra el imperialismo nazifascista.
Inglaterra y
los EEUU finalmente “resuelven” combatir
al nazifascismo, pero lo hacen tarde y a regañadientes; lo hacen por dos
razones: a) la exigencia de sus pueblos y de todos los pueblos para que
abandonen su papel de meros espectadores, y b) porque comienzan a intuir que los fascistas no van a poder destruir a la Unión Soviética.
Aún así, las acciones de guerra que inician, son menores, son de utilería.
Con Europa
ocupada, con África invadida, con el ejército japonés en Asia, para los planes
del imperialismo, se ha cumplido una etapa: ahora le ha llegado el turno a la Unión Soviética.
Al iniciarse
el verano, el 22 de junio de 1941, domingo de madrugada, sin declaración de
guerra, el ejército fascista alemán invade la URSS por tierra mientras la aviación bombardea
poblaciones civiles. ¡Adiós al pacto de no-agresión! Los alemanes no ingresaron solos, los
acompañaban tropas de Italia, de Finlandia, de Rumania y de otros países
colaboracionistas.
Los fáciles y
lógicos “triunfos” del ejército alemán
en Europa les hicieron creer a los agresores que repetirían su accionar en la
patria de los trabajadores. Tal era la importancia que los nazifascistas
otorgaban a esta invasión que fue iniciada y dirigida personalmente por Hitler.
A la operación la denominaron “Barbarroja” y debía ocupar y destruir, en pocas
semanas, al primer estado socialista y apoderarse de sus tierras, de sus
industrias y de sus riquezas naturales, entre ellas el carbón y el petróleo.
Completado ese paso, el nazifascismo se instalarían para siempre en el mundo.
En ese momento
Alemania disponía de 214 divisiones activas (regimientos, infantería,
artillería, ingeniería, servicios y caballería o tanques) y 7 brigadas
(unidades tácticas). El 70% de ellas
fueron destinadas al frente soviético. Pero además, a las 150 divisiones
alemanas se suman otras 40 de sus aliados. Siete millones de soldados y
oficiales, 20 mil aviones, 14 mil tanques contra el país de los trabajadores.
La fuerza bélica más poderosa que se haya conocido.
Los gobiernos
de Inglaterra y de los EEUU continuaron con su “extraña guerra” o “guerra boba”
como también se la conoce. Simultáneamente brindaban para que los nazis
tuviesen éxito en su ataque a la
URSS y para que no sea un éxito fácil. Estaban convencidos de
que los nazifascistas destruirían la Unión Soviética y aspiraban que por ello pagaran
un precio alto que luego obligue a los alemanes a reconocerlos como socios en
el nuevo reparto del mundo.
Harry Truman,
senador y luego presidente de los EEUU, el 24 de junio de 1941, dos días
después de iniciada la invasión nazi a la URSS , expresaba: “Si vemos que gana Alemania
debemos ayudar a Rusia, pero si vemos que gana Rusia debemos ayudar a Alemania.
Así, que se maten lo más que puedan” Y H. Hoover, compartiendo en gran parte
ese pensamiento, aconsejaba no intervenir, esperar el fin de la guerra, ya que
el ganador de esa contienda no estaría en condiciones de enfrentar el poder
militar “intacto” de los EEUU, y cedería ante ellos. Otros dirigentes no
estaban de acuerdo con esos razonamientos.
Al invadir la URSS , el 22 de junio de 1941,
los alemanes entran en guerra por primera vez. Se acabaron los paseos
triunfales de la “guerra boba” y los ejércitos de utilería, consentidos y
posibilitados por gobiernos capituladores y falsos “aliados”. Ahora se
enfrentaban a una nación, a un gobierno, a un pueblo, a un ejército.
Stalin se convirtió en el jefe visible, en el
conductor de lo que se llamó La
Gran Guerra Patria. Y fueron millones sus protagonistas. El
gran pueblo soviético se comprometió a luchar hasta derrotar al invasor. La Gran Guerra Patria se
desarrollaría en todas las áreas: en el ejército rojo
enfrentando a los nazis; en las fábricas incrementando la producción, en
especial la producción de armamentos para la defensa de la nación; en las minas
extrayendo más minerales; en los yacimientos petroleros cubriendo las
necesidades cada vez más crecientes de combustible; en el campo incrementando
la producción de cereales, de leche, de verdura de aceites, de manteca; en los
centros de estudio manteniendo abiertas escuelas y universidades; en los
centros de salud adecuándose para recibir miles y millones de heridos, formando
especialistas médicos y enfermeras; en la preparación de la mujer para que
reemplazara al hombre que tuvo que empuñar el fusil; en todas las áreas estaban
los comunistas y su partido jugando el papel de vanguardia que la historia les
había asignado. “Trabaja no sólo para ti, sino para tu compañero que está en el
frente” era una de las consignas; la otra, más contundente: “aplastemos al
enemigo”.
Hasta ese 22
de junio, hasta ese día, los alemanes se deleitaban saqueando, violando,
torturando, esclavizando y asesinando seres humanos sin asumir riesgos, a
partir de ahora se enfrentarían con la muerte.
Podríamos
decir que “en el campo de juego” se ubica todo el aparato de guerra
nazifascista, que se fortaleció con la fácil ocupación de Europa y África,
lanzada ahora contra la
Unión Soviética , y en la platea se encuentran los gobiernos
protagonistas de la “guerra boba”, de la “extraña guerra”, los Ingleses y los
yanquis, los falsos “aliados”, apostando por Alemania mientras estaban
obligados a declarar que apoyaban a la
URSS.
Obligados por
el papel que jugaron las masas en sus propios países y en el resto del mundo;
por el papel de la organización y movilización de esas masas, por el papel
creciente de la resistencia en las zonas ocupadas, por el papel de la unidad
popular contra el enemigo común. Presión tan fuerte que obligó a esos gobiernos
“aliados” a dar, al menos formalmente, su apoyo a la URSS frente a la agresión
nazifascista.
Pese a saber
que la ofensiva nazi se preparaba los soviéticos no la esperaban sino más
adelante y por ello fueron inicialmente sorprendidos. Los ejércitos nazis
tomaron la iniciativa y tuvieron las ventajas iniciales que de ella derivan. En
las primeras semanas ocupan importantes puntos estratégicos y, si bien pagan un
alto precios por su avance, llegan en septiembre, en el otoño, a las
proximidades de Moscú.
Para el alto
mando alemán, el 10 de octubre de 1941 Moscú caería en sus manos. Tan
convencidos estaban que indicaron a sus tropas que lugar debían ocupar cada una
de ellas en la capital de la Unión Soviética. Stimson, secretario de guerra de
los EEUU le comunica a su presidente, Roosevelt que, en menos de un mes y en no
más de tres, la URSS
sería totalmente derrotada. Los grandes diarios tenían las portadas reservadas
para el título “CAYÓ MOSCÜ”.
Subestimaron
al ejército rojo y al heroísmo de la población soviética. No repararon que los
combates en el frente oriental, en el único frente verdadero, eran cada vez más
encarnizados y que ello producía muchas bajas, obligando a los alemanes a
emplear sus reservas, obligándolos también a suspender otras operaciones de
guerra, como la ofensiva a Egipto y otras áreas en el África, lo que les
permitió a los ingleses emprender la ofensiva en África septentrional, donde
aún así fueron derrotados, en enero de 1942, por las tropas ítalos-germanas.
Mientras se
estancaba la ofensiva alemana y se libraba la batalla de Moscú, el 7 de
diciembre de 1941 los japoneses bombardean Pearl Harbor, en las islas Hawai y
atacaban, simultáneamente, otras dos bases (Wake y Midway) y las posiciones
británicas en Singapur, Malasia y Hong Kong.
Japón le
declara la guerra a los EEUU e Inglaterra un día después de bombardearlos.
Japón descarta el triunfo alemán sobre la URSS , territorio de donde se abastecería de
petróleo y hierro.
El pueblo norteamericano
percibe con mayor fuerza la amenaza fascista, el fascismo también los ataca a
ellos.
Los japoneses
extienden su intervención a varias islas del Pacífico y Oceanía, pero éstas no
dejaban de constituir acciones secundarias, la guerra se decidiría en el frente
soviético.
El 6 de
diciembre de 1941, mientras los aviones japoneses se dirigían a Pear Harbot, el
ejército rojo derrotaba a las tropas nazifascistas en las puertas de Moscú. Fue
una gran victoria, pero no decisiva, pues el ejército nazi es muy poderoso y se
repliega para reorganizarse.
Y en su
retirada, precipitada, corriendo, huyendo, dejaron su poderoso armamento. Fue
la primera gran derrota del hasta ahora “invencible” ejército alemán. Poderoso,
pero no invencible. Esa derrota cambió el ánimo general y elevó el espíritu
combativo de la resistencia en los países ocupados y de todos los movimientos
antifascistas del mundo. Crecen los destacamentos guerrilleros y crecen sus
acciones, cada vez más audaces. Incluso se crearían nuevos movimientos, como el
Parido Obrero Polaco en diciembre de 1942.
Ese triunfo
del ejército rojo permitió que se concretara, a principios de 1942, la dilatada
coalición antifascista que, hasta entonces, avanzaba a tramos, frenada por las
actitudes de los gobernantes de los EEUU e Inglaterra. Aún así, estos países no
pensaban cumplir ni con la mitad de los compromisos asumidos entre los cuales
se encontraba uno fundamental: la apertura del segundo frente, del frente
occidental.
Los alemanes
fueron rechazados de Moscú pero aún ocupaban Ucrania, Bielorrusia, Letonia,
Lituania, Estonia y otras regiones. Se trataba de un territorio clave, con casi
90 millones de habitantes, donde se obtenía el 33% de toda la producción
industrial de la URSS ,
donde pastaba el 50% de su ganado y el 50% de la tierra cultivable.
En esas áreas,
la “raza superior” cometió los más atroces crímenes: Utilizaba a los niños, en
especial hijos de comunistas y judíos, para practicar tiro al blanco. Exponían
a los ejecutados, en su mayoría mujeres y niños, en plazas y otros lugares
públicos. Sólo en Kiev, en tres días, fusilan a 52 mil personas, la mayoría
mujeres, niños y ancianos. En un cementerio de esa ciudad, a la que fueron
llevados, los obligaron a cavar la fosa, a acostarse en fila en su fondo,
siendo asesinados en ese lugar mientras otra fila se preparaba para arrojar
tierra sobre los muertos para luego ser obligados a acostarse sobre esa nueva
capa.
La “raza
superior”, el imperialismo, el verdadero rostro del capitalismo cuando nadie
pone freno a sus naturales instintos.
La apertura
del segundo frente era una cuestión clave. Millones de personas se hubiesen
salvado pues ello acortaba la guerra. Alemania concentraba toda su potencia en
el frente oriental y no tenía capacidad para enfrentar otro frente, el
occidental, sin abandonar o debilitar a aquél.
Pero el segundo frente no aparecía. Y ello permitió que los alemanes, en los primeros meses de 1942,
prepararan una nueva ofensiva contra el frente soviético. Había que asestar un
golpe demoledor a los rojos, exterminarlos, que no quede nadie vivo, y se debía
hacer en el verano, con la complicidad de EEUU e Inglaterra, quienes no
abrirían el comprometido segundo frente.
Y así fue, el
segundo frente no apareció y los alemanes iniciaron su segunda gran ofensiva
contra el gobierno y pueblo soviético..
Pese a los
compromisos “firmes” asumidos en Londres (Alianza anglo-soviética del 26 de
mayo del 42) y en Washington (Acuerdo soviético-norteamericano del 11 de junio
del 42), solo apareció una “afortunada” declaración que decía: “Se ha alcanzado
un completo acuerdo en lo que respecta al problema impostergable de la apertura
del segundo frente en Europa”. Declaración en el acuerdo, pero en la realidad,
EEUU e Inglaterra acuerdan no abrir el segundo frente y esperar cuales son los
resultados de la segunda ofensiva alemana contra los soviéticos. Los canallas
del “mundo libre”, los “demócratas”, el imperialismo no fascista solo hasta que
se planteen serlo.
No abrir el segundo
frente era, objetivamente, permitirle a los fascistas concentrar todas sus
fuerzas, toda su potencia, contra la Unión Soviética.
El primero de enero de 1942 los alemanes concentran el 70% de sus fuerzas
contra los soviéticos, al primero de julio de ese año la concentración llegaba
al 77%. Casi todo el ejército contra los soviéticos permite a los nazis, a
costa de grandes pérdidas, llegar a la puerta de Stalingrado.
El autor del dicho
“al bebé hay que ahogarlo en su cuna” continúa fiel a su dicho. Churchill llega
a Moscú en agosto de 1942 para decirle a Stalin que no iban a abrir el segundo
frente, comprometido para dos meses atrás, pues “no disponemos de los medios
necesarios para esa operación y nuestras tropas carecen de la experiencia
necesaria”. Hipocresía al por mayor.
Los japoneses, por
su parte, avanzaban sin mayores sobresaltos ocupando Birmania hasta la frontera
India, ocupando la península de Malaca y el estratégico Singapur, donde se
apropian de la base naval con todas sus instalaciones intactas y toman los 70
mil efectivos que se les rindieron. Luego continuaron con Borneo, Célibes,
Bali, Timor y Sumatra. Y en febrero de 1942 los japoneses aniquilaron las
flotas americanas y holandesas destinadas en Asia. Ya habían conquistado las
islas de Nueva Guinea, del Almirantazgo, Nueva Islanda, Nueva Bretaña y casi
todas las Salomón. Ahora apuntaban a Australia.
En África, luego de
un tibio repunte de las tropas inglesas, los ejércitos nazifascista emprenden
una contraofensiva, el 21 de febrero del 42 y las derrotan. Avanzan ocupando
Libia y llegando a El Hazala a fines de mayo, límite que les imponía la falta
de combustibles y alimentos, prioritariamente concentrados en el frente
oriental. El 20 de junio del 42 los nazifascista toman Tobruk y hacen
prisioneros a 30 mil soldados. Los ingleses huyen y son perseguidos por Egipto
hasta El Alamein.
Comenzaba julio y
el alto mando alemán continuaba empantanado en el frente soviético. Entonces,
Alemania resuelve destinar todos los esfuerzos a ese frente y desatender el
africano. Escribe el general alemán Tippelskirch: “cediendo a las necesidades
crecientes de las tropas que operaban en Rusia, a África se envió poco material
bélico”. Pero no sólo se envió poco material bélico, se retiró a la mayor parte
de la aviación, dejando sin cobertura a sus propias tropas, todo para
fortalecer el frente soviético. Ello crea una situación favorable para las
tropas “aliadas”. El octavo ejército inglés comienza, en la noche del 22 de
octubre del 42, la ofensiva del frente egipcio. Durante diez días, en El Alemein,
combate a las mal abastecidas divisiones nazifascistas que retroceden. Algunos
apologistas de los “aliados” intentan comparar la batalla de El Alemein con la
de Stalingrado, en África los alemanes solo operaban con 12 divisiones mal
abastecidas y sin cobertura aérea y en Stalingrado eran 66 divisiones y tres
brigadas, muy bien abastecidas y con una gran cobertura aérea.
El 8 de noviembre
tropas americanas desembarcan en Argel, Oran y Casablanca. Un sector
gobernante, de los EEUU y de Inglaterra, el sector más reaccionario, mencionan
que ese desembarco constituía la apertura del segundo frente, intentando
convencer a sus pueblos de que estaban cumpliendo los compromisos asumidos.
Otro sector más numeroso denunciaba “África no es el segundo frente”.
Stalingrado (ex
Tsaritsym y luego Volgogrado) no era un objetivo caprichoso. Stalingrado era
una ciudad con 700 mil habitantes, una ciudad que se extendía 35 kilómetros sobre
el Volga, un gran centro ferroviario, un gran centro industrial, con grandes
industrias metalúrgicas, textiles, alimenticias y del calzado. Con fábricas de
camiones, tractores, instrumentos de medicina. Con usinas termoeléctricas,
astilleros, refinerías de petróleo, aserraderos y otras industrias.
La batalla de
Stalingrado se convierte en la batalla más decisiva, en la batalla que
determinará el curso de la guerra y de la historia. Por segunda vez los
alemanes habían anunciado la derrota de los rojos y anticipado el
aniquilamiento de la URSS ,
de todos sus ejércitos y de todos sus dirigentes. Del otro lado, el Partido
Comunista, el gobierno soviético, el ejército rojo y la población toda,
defienden Stalingrado, detienen a los nazis y lanzan una contraofensiva, que
comienza el 19 de noviembre de 1942.
La contraofensiva
avanza con rapidez. El 23 de noviembre se cierra en la zona de Kalach un
“anillo” alrededor de 22 divisiones alemanas con más de 300 mil soldados. La
ahora vieja consigna defensiva de “ningún paso atrás” es reemplazada por
¡Adelante! ¡Al ataque!
El 10 de enero se
le pide la rendición al ejército alemán, que la rechaza. El 26 de enero se
logra separar al ejército alemán en dos partes, sur y norte, y el 2 de febrero
de 1943 finaliza la histórica batalla de Stalingrado con la destrucción total
del ejército alemán que perdió 150 mil soldados, se hicieron prisioneros a 91
mil más y a dos mil quinientos oficiales y 24 generales, entre ellos al
mariscal Paulus. La batalla de Stalingrado se constituyó en el mayor desastre
ocurrido a un ejército en toda la historia. Los alemanes pierden 66 divisiones
y dos cuerpos de tanques. El 25% de todo
el ejército alemán es destruido en una sola batalla, en esa batalla. Supone
una derrota de la cual no se recuperará. Stalingrado queda en ruinas.
La ofensiva
soviética continúa obteniendo importantes triunfos. A los cinco meses de
iniciada recupera 48 mil kilómetros cuadrados de territorio y avanzado por un
corredor de 700
kilómetros . La derrota de los alemanes, pero en
particular, el triunfo de los soviéticos, mejora el estado de ánimo de todos
los combatientes antifascistas, en especial, de los que operaban y combatían en
la Resistencia.
En Casablanca se reúnen, entre el 14 y el 23 de enero de
1943, Rooselvert y Churchill aplazando nuevamente la apertura del “segundo
frente” y adoptando el “plan Husky” que comprendía la
invasión de Sicilia. El objetivo público era mostrar a sus pueblos que algo se
estaba haciendo, pero el encubierto era no incomodar a los nazis que aún
libraban batallas por la toma de Stalingrado. Sabían que el ejército alemán
estaba en grandes dificultades y no iban a interferir ellos en debilitarlo aún
más, por eso, segundo frente: NO.
Nunca pensaron que
ese ejército que protegían sufriría una derrota tan catastrófica. En Casablanca
continuaron con su habitual estrategia de decir una cosa y hacer otra o no
hacer nada. Manifestaron, eso sí, su decisión “irrevocable” de brindar “ayuda”
a la Unión Soviética.
Del segundo frente,
sólo promesas, pero cuando llega la confirmación de la derrota del ejército
alemán en Stalingrado resuelven moverse con más rapidez. Tropas inglesas y
yanquis dan un nuevo impulso a los combates de África septentrional que culmina
en mayo del 43, A
partir de allí lanzan adelante el “Plan Husky” desembarcando en Sicilia el 10
de julio de 1943.
El 22 de junio de
1941 los alemanes habían iniciado la guerra para exterminar la Unión Soviética.
Habían pasado días más de dos sangrientos años, años donde los soviéticos
habían enfrentados, solos, la poderosa maquinaria nazifascista y la
habían parcialmente derrotado, marcando el ocaso del ejército alemán.
Ahora sí, no antes,
como se habían comprometido; ahora sí, no antes, cuando era posible evitar
millones de muertes y destrucción de bienes; ahora sí, ingresan las tropas
“aliadas”, pero a Sicilia, no aún como segundo frente.
En Sicilia solo hay
una pequeña guarnición alemana que no ofreció mucha resistencia. Esa guarnición
fue hecha prisionera, pero las dos divisiones alemanas allí ubicadas pudieron
retirarse intactas. Un diario británico reproduce la nota de su corresponsal:
“Nuestra táctica de persecución parecía semejarse al intento de matar una
lagartija muy ágil con un enorme martillo; aquella desaparecía apenas
levantábamos éste”. Las pérdidas alemanas en esas “batallas” serían
insignificantes.
Era lógico, desde
ese 10 de julio del 43 los “aliados” impulsaban a esas tropas a marchar al
frente soviético, a fortalecer la nueva ofensiva que apenas 5 días antes Hitler
había iniciado contra los soviéticos. Lo sabían bien, pues el 15 de abril de
ese año Hitler la había ordenado manifestando “Esta ofensiva tendrá la
importancia de darnos la iniciativa para la primavera y el verano. Por esa
razón todos los operativos deben realizarse con gran cuidado en energía. En las
zonas de ataque principal, emplearse grandes unidades selectas, el mejor
armamento, oficialidad escogida y la mayor cantidad de municiones. Todo jefe y
todo soldado deben comprometerse del alcance trascendental de esta ofensiva”.
Coherencia total de
los “aliados” con todas las acciones, medidas y no medidas hasta la fecha
impulsadas, la lógica indica que esos aliados “no producirán daños a las tropas
alemanas pues pueden ser útiles para fortalecer la nueva ofensiva nazifascista
contra la Unión
Soviética. “al bebé hay que ahogarlo en su cuna”. El dicho de
Churchill se mantenía vigente, lo que sucedía era de que el bebé resultaba ser
demasiado resistente y su cuna también.
Cuando está
amaneciendo, el 5 de julio, el ejército nazifascista inicia la ofensiva en un
estrecho frente, desde el mar de Berentz hasta el mar Negro. Un frente de sólo 50 kilómetros a
diferencia del de 600
kilómetros de la ofensiva anterior. Ahora se atacaba en
dos direcciones a Kursk, centro industrial, textil y del tabaco, rescatada por
los soviéticos en principios de 1943. Desde el sur de Orel se ataca a Kursk
desde el norte y desde la región de Belgorod se ataca a Kursk por el sur.
Miles de tanques
tomaron parte de la batalla “más pavorosa de la historia de las guerras”. Una
semana después de iniciada la ofensiva nazifascista, el 12 de julio de 1943 el
ejército rojo los había contenido y ahora lanzaban la contraofensiva. Los
soviéticos rompen la línea enemiga y liberan a Orel y Belgorod el 5 de agosto y
a Jarkov el 23.
En las batallas de Kursk y Oriel, el ejército rojo
aniquila 30 divisiones alemanas. Así como la batalla
de Moscú mostró que el ejército alemán no era invencible, así como la batalla
de Stalingrado marcaba el inicio del ocaso de ese poderoso ejército, la batalla
de Kursk lo colocó al borde del desastre. A partir de esa batalla los alemanes
ya no pensaron en ganar la guerra sino en retener los territorios conquistados.
El ejército rojo
continuó avanzando logrando liberar territorios en un frente de mil doscientos
kilómetros, desde la desembocadura del río Beresina hasta el mar Negro. Los
alemanes debieron cruzar el Dnieper.
La coalición
nazifascista entra en crisis. El 24 de julio de 1943 (doce días después de
iniciada la contraofensiva del ejército rojo contra los alemanes en Kursk) el
Consejo Fascista Extraordinario le retira la confianza a Mussolini. Un día
después de ese retiro de confianza, el rey, que lo apoyó en toda su aventura,
le pide su renuncia y designa en su lugar a Manuel Badoglio. Mussolini, “la
persona más aborrecida de Italia”, dicho por el propio rey, es encarcelado.
Nada es casual. La
caída de Mussolini no es casual. En noviembre de 1942, el Partido Comunista Italiano
y otros grupos antifascistas crean el Comité del Frente Nacional. A principios
de 1943 se desarrolla un amplio movimiento huelguístico. Se generaliza la lucha
por ponerle fin a la guerra, la lucha por la paz. Se hace carne la idea de que
el fascismo está derrotado. Se reclama castigos a sus partidarios y la Resistencia recibe
cientos de nuevos combatientes. La industria ya no podrá abastecer la demanda
de la guerra y empezaba a faltar materia prima, combustibles y el país se
estaba quedando sin alimentos. El ejército pierde todos los dominios de Italia
en África y 10 de sus divisiones son aplastadas en el frente soviético.
Badoglio no rompió
enseguida con Alemania, pero mientras mantuvo negociaciones “secretas” con el
alto mando “aliado” intentando conseguir una paz “honrosa”. El 3 de septiembre
el gobierno italiano firma el armisticio y el 13 de octubre le declara la
guerra a Alemania.
Ese mismo día 13
comienza el desembarco de las tropas “aliadas” en Calabria, la Italia meridional. Pese a
que debieron enfrentar a sólo 10 divisiones alemanas, los aliados avanzaban
hacia el norte con pasmosa lentitud empleando la artillería para bombardear
¡campos vacíos! ¿La razón?
La razón la fijaron los políticos del imperialismo: 1) conservar
el régimen capitalista; 2) sostener el aparato político y social del fascismo;
3) Aplastar a los movimientos de Liberación Nacional; 4) Hacer caer toda la
responsabilidad sobre un hombre, Mussolini, y no un sistema, el sistema
capitalista y 5) salvaguardar a los empresarios, a los banqueros, a la
oligarquía y a muchos represores.
Los “aliados”,
Inglaterra y los EEUU, compartían las funciones de autoridades de ocupación.
Como buenos representantes de los monopolios, esa misión común no evitó que compitieran
entre ellos y se enfrentaran para darles prioridad en el despojo a sus propios
intereses. Así se enfrentan, a modo de ejemplo, la inglesa Shell con la
norteamericana Standard Oil.
Mientras los
soldados y los civiles continuaban muriendo en la guerra, los monopolios, de
ambos grupos, utilizaban testaferros para adquirir a precio vil las acciones de
las sociedades anónimas italianas.
Es obvio que la
ocupación no representaba los intereses del pueblo italiano y que iba a hacer
todo lo posible para evitar que un gobierno popular los reemplace. Churchill le
envía una carta a Rooselvert donde le dice que él contaba con el gobierno de
Badoglio como fuerza para impedir la bolchevización de Italia.
La dictadura de
Mussolini cae, pero el poder queda en manos de los monopolios, otros, pero
monopolios al fin. No obstante, el hecho de que el fascismo haya caído, resultó
un contundente triunfo de los patriotas italianos.
Muchas conferencia
efectuaron entre sí los aliados. Sin convocar a la URSS , ya que estimaban (y
propiciaban) su derrota o su extremo debilitamiento. Pero cuando a mediados de
1943 estaba quedando claro que el ejército rojo, sin sus ayudas, estaba
derrotando al nazifascismo, y que en vez de debilitarse se fortalecía con el
enorme arsenal que arrebataba al enemigo, que se fortalecía con los altos
niveles de productividad alcanzado, que se fortalecía por la enorme simpatía
internacional que despertaba en todos los pueblos del mundo, consideran que la URSS debe integrar las
próximas conferencias.
En el tercer trimestre del 43, en el otoño, se realiza en
Moscú la llamada “Conferencia de Moscú” donde el gobierno soviético pregunta
cuándo van a abrir el segundo frente, una pregunta casi irónica, si esa vil
demora no siguiera costando vidas humanas. No obtuvo
respuesta. Se avanzó en otros puntos, siempre por exigencia de los soviéticos:
1) extirpar al fascismo y establecer un régimen democrático en Italia sin
limitar los derechos del pueblo; 2) Anular la anexión de Austria por parte de
Alemania y 3) Castigar a los criminales de guerra.
Costaba arrancarles
a los “aliados” posiciones que ataquen el corazón y motor del fascismo, el
imperialismo alemán. Es de recordar que todas las instalaciones de cámaras de
gas para exterminio masivo fueron provistas por firmas alemanas ligadas a los monopolios yanquis y que los
llamados “carros de la muerte” se fabricaron en Alemania en empresas que
pertenecían a la Ford
y a la General Motors.
O que el Bank of International Settlements, del banquero yanqui Tomás Mackitrik
compraba al Reich Bank alemán el oro
robado por los nazis incluyendo los dientes de oro extraído a cientos de miles,
más de un millón, de personas asesinadas en las cámaras de gas.
Al imperialismo
nipón le sucede algo similar a lo sucedido con los “aliados” y los nazis.
Especulaban con la segura derrota del ejército rojo y concentraron su mayor
fuerza en el norte de China para ocupar rápidamente la URSS. Descuidaba
así sus conquistas en el Pacífico. Debilitaba el frente del pacífico. Ello les
permitió a los norteamericanos recuperarse de las derrotas anteriores. Se
combate en Guadalcanal y cae en poder yanqui en febrero de 1943. Más adelante,
en septiembre, caen Nueva Guinea y Salomón.
En China, Chiang
Kai-shek no deseaba luchar contra los japoneses, contra el Japón Imperial. Sus
tropas debían estar dirigidas a destruir a los comunistas chinos. Este genocida
hizo, sin embargo, un favor involuntario: tanto los EEUU como Inglaterra
estaban convencidos de que Chiang Kai-shek sería el dictador de China y eliminaría
a los comunistas, por lo tanto aceptaron la “Declaración del Cairo (entre los
EEUU, Inglaterra y la URSS )
donde se acordó que debían ser devueltas a China Mancharía, Formosa (Taiwán) y
la isla de los Pescadores, también se acordó la independencia de Corea. Y por
último, se acuerda continuar la lucha contra el Japón hasta su capitulación
incondicional.
Aún ni imaginaban que el primero de octubre de 1949 el
pueblo chino, con los comunistas a la cabeza, derribaría la dictadura de Chiang
Kai-shek y crearía la
República Popular. Ni que los traidores, con apoyo yanqui, se
refugiarían en la isla china de Formosa.
Las tropas nazis,
al inicio del 44, habían perdido iniciativa y poder ofensivo, pero aún ocupaban
un enorme territorio soviético. Prepararon la defensa por la posesión del
mismo, planeando, esta vez, una guerra prolongada que desgastara al atacante y que
les permitiera consolidar la usurpación. En función de ella, los alemanes
concentran nuevamente sus tropas en el frente soviético. Contaban entonces con
315 divisiones, de las cuales 198 son destinadas contra los soviéticos;
contaban con 10 brigadas, seis las envían a ese destino.
Para Francia,
Bélgica, Holanda, Dinamarca, Noruega y para detener una probable invasión
anglo-norteamericana, los alemanes disponen de sólo una brigada y escasas 64
divisiones. En Italia mantienen otras 19 divisiones y una brigada que en parte
simulan combatir a los “aliados”, en Yugoslavia se encuentran otras 9
divisiones que sí combaten, pero contra el Ejército Popular de Liberación y en
Albania y Grecia se encuentran 10 divisiones y una brigada. Otras 15 divisiones
y una brigada se estaban preparando para reforzar el frente oriental. ¡El 70%
de las divisiones y brigadas en el frente oriental!
En el invierno de
1944 comienza la ofensiva del ejército rojo, y si bien no fue una ofensiva
“relámpago”, tampoco fue prolongada. En solo tres meses las tropas soviéticas
avanzan casi 700
kilómetros . Ganan numerosas batallas y escaramuzas y se
aproximan a los Balcanes.
Para evitar que los
soviéticos ingresaran a ese territorio los nazis concentran 50 divisiones, 25
propias y 25 de sus aliados. El 20 de agosto de 1944 las tropas soviéticas
destruyen las líneas defensivas y en cinco días de encarnizada lucha copan 22
divisiones alemanas (de las 25) y seis rumanas.
Nuevamente, los
triunfos del ejército rojo sobre los nazifascistas constituyen un incentivo
importante para los luchadores antifascistas de los países ocupados.
En el verano de
1944, en Eslovaquia, Polonia, Bulgaria y otras regiones, estallan revoluciones
populares armadas contra los fascistas, con o sin presencia del ejército soviético,
como sucede en Albania, en Europa o en Vietnam en Asia.
Si bien Italia
había roto con el bloque hitleriano en 1943, éste aún se mantenía unido. Pero
las últimas derrotas del ejército nazi en el frente oriental lo hacen
tambalear. Primero se retira Rumania, luego Bulgaria, luego Finlandia y
finalmente Hungría. Todos ellos firman armisticios que fueron elaborados por la URSS , Inglaterra y los EEUU.
La preparación de esos documentos fue realizada por la URSS ; después de todo, todos
esos países sólo atacaban a los soviéticos. El 12 de septiembre firma Rumania y
el 19 Finlandia. En octubre, el 28, firma Bulgaria y el 20 de enero del 45 lo
hace Hungría.
A mediados
de 1944 ya nadie dudaba de la segura derrota del ejército alemán y del
arrollador triunfo del ejército soviético que avanzaba hacia Europa occidental.
Fue entonces en que se produce el milagro, con o sin intervención de Dios:
aparece el... ¡segundo frente!
El 6 de junio,
cuando el 70% de las fuerzas alemanas intentaban frenar el avance del ejército
soviético y otro 28% estaba diseminado por toda Europa, se produce el
desembarco de las tropas inglesas-norteamericanas-canadienses en Normandía. El
2% (Sí, está bien escrito: el 2%) de las fuerzas alemanas, sólo seis
divisiones, se encuentran en la región. Los alemanes, extrañamente, se
olvidaron de algo importante, se olvidaron de minar las playas.
Los alemanes
concentraron algunas tropas en los campos de Normandía que entran en combate.
La supremacía aérea de los aliados determina su derrota en medio de sangrientos
combates.
Más vale tarde que
nunca –reza el refrán- El segundo frente
tuvo un fuerte efecto psicológico ya que, hasta ese momento, en las grandes
batallas la URSS
combatía sola contra la coalición nazifascista de Alemania, Italia y sus
aliados. Ello aceleraría el fin de la guerra.
Se alza Paris. Los
días 19 y 20 de agosto casi todos los distritos de los alrededores de París se
sublevan y cercan a los invasores.
En Bélgica, en
Holanda, en Noruega, en la propia Alemania y en otros países se intensifica la
lucha contra el nazifascismo. Aumentan las acciones guerrilleras, aumentan los
sabotajes, aumenta las acciones de los francotiradores.
Las victorias del
ejército rojo y la retardada apertura del segundo frente, aíslan a Alemania que
solo tiene como futuro la derrota. Los grandes grupos industriales y de
banqueros se percatan de ello y dan vida, dentro de Alemania, a un “grupo
opositor”, grupo que debería cumplir con este programa: 1)Eliminar a Hitler; 2)
Formar un nuevo gobierno; 3) Cesar la resistencia sólo en la parte occidental;
4) Concertar un armisticio sólo con las potencias occidentales y 5) Continuar
la guerra contra la URSS
con un nuevo “eje” con los EEUU, Italia, Francia e Inglaterra, o solos pero con
el apoyo de los nombrados.
El 20 de junio de
1944 se lleva a cabo el último de los atentados contra Hitler, en su refugio.
Es llevado a cabo por Stanffenberg, cuya misión era formar nuevas divisiones
para continuar la guerra. Este alto militar lleva en su maletín una bomba que
activa durante la reunión retirándose de ella con la excusa de que olvidó unos
papeles en su auto. Desde allí escucha la explosión y se retira creyendo que
cumplió con éxito su misión. Se va hasta el aeropuerto y viaja a Berlín a
continuar con la segunda parte del plan. Es allí donde se entera de que Hitler
sobrevivió al atentado, que sólo recibió algunos rasguños. Él y sus camaradas
que integraban la conspiración, fueron ejecutados.
Los “aliados”, en
el segundo frente, venían desenvolviéndose con éxito por la poca resistencia de
los alemanes y por las crecientes acciones de la resistencia, en Francia,
Bélgica y Holanda, territorios que se recuperaron.
Pero en noviembre
del 44, a
seis meses de iniciado el tantas veces postergado segundo frente, llegan a la
frontera occidental de Alemania y se les acaba el paseo. Llegan a la llamada
línea Sigfred y allí son detenidos por el ejército alemán que los obliga a
ocupar posiciones defensivas.
El 16 de diciembre
los alemanes lanzan la contraofensiva en las Ardenes, al mando de Rundstedt y
en solo una semana rompen la defensa “aliada” en un frente de 40 kilómetro que luego
agrandan a 90 ingresando 100
kilómetros al oeste.
El mando
anglo-norteamericano quedó desorientado, y solicitó apoyo a Stalin. Fue el
propio Churchill, ese que propiciaba que “al bebé había que ahogarlo en su
cuna” quien recurre al bebé que puganaba por asesinar. Le envía varios mensajes
a Stalin solicitando ayuda. Finalizaba el año 1944.
El mando soviético
había detenido su ofensiva por el ingreso del invierno y para abastecer mejor a
sus tropas para lanzar, luego, una ofensiva general, pero resuelve apoyar a los
“aliados” en esa emergencia. Adelanta la ofensiva. El 12 de enero del 45, 50
divisiones del ejército rojo se lanzan sobre Alemania que se ve obligada a
detener su ofensiva occidental contra los “aliados” y a transportar tropas,
municiones y tanques contra la ofensiva soviética.
Pero el avance del
ejército rojo era incontenible y avanzaban, decididamente, hacia Berlín.
Como resultado de
esa derrota “aliada” en el frente occidental y del avance soviético en el
frente oriental, se crean las condiciones para una reunión entre Stalin,
Rooselvert y Churchill, que se denomina la “Conferencia de Crimea”, más
conocida como Yalta. Es en febrero del 45.
Los aliados, ahora,
volvían a avanzar, facilitados por la escasa presencia de las tropas alemanas.
Poseían, ahora, una gran superioridad aérea y de tanques.
El ejército
soviético continuaba su avance, en mayo llega al Báltico y el 13 de abril ocupa
Viena, la capital austriaca.
Los alemanes
enviaron todas sus reservas a detener el avance soviético lo que les permitió a
los “aliados” avanzar sobre el Rin y rodear a 21 divisiones alemanas que se
rindieron no sin antes tratar de llegar a un acuerdo con el mando
anglo-norteamericano. El grupo de Himmler expresó que estaba dispuesto a
capitular con Eisenhower a condición de que los “aliados” conservasen las
fuerzas armadas alemanas para luchar contra el comunismo.
Pero era tarde, los
soviéticos habían iniciado el asedio a Berlín y combatieron durante doce días
hasta que el 2 de mayo de 1945 es arriada la bandera nazi y con ello, el fin de
las aventuras nazifascistas. Unos días antes, Hitler se había suicidado. El
mariscal Doenitz, partidario de continuar la guerra lo sucedió y, en su corto
mandato, intentó acordar con los aliados un frente contra la Unión Soviética.
Seis días después,
el 8 de mayo, el más alto mando alemán, representado por el criminal de guerra
Keitel firma la capitulación incondicional de Alemania ante los representantes
de la URSS , de
los EEUU, de Inglaterra y de Francia.
La paz en Europa
era celebrada con gran júbilo, pero la guerra aún continuaba en Asia y el Pacífico,
donde tozudamente, un Japón ya derrotado y sin aliados, continuaba la contienda
contra el resto del mundo.
La primera ofensiva
de los “aliados” en el pacífico se produce el 1º de febrero de 1944 con el
desembarco en las islas Marshall, desembarco que abarca las Marianas y las
Micronesias. La segunda ofensiva se
produce el 10 de octubre con el desembarco en Filipinas.
Mientras, en China, Chiang Kai-shek y el Kunmimgtang, con
el respaldo de los EEUU, combatía más a los comunistas
que a los japoneses invasores. Ello permitió que el ejército nipón ingresara a
China ocupando un territorio, en 1944, de dos millones de kilómetros cuadrados
y 60 millones de habitantes. Cuando el Kunmimgtang reacciona y trata de
defender ese territorio, es tarde y pierde 700 mil soldados.
Pero lo que detuvo el avance japonés fue la resistencia
del pueblo chino, que organizado por los comunistas, obligan a los japoneses a
concentrar en ese territorio el 35% de todas sus fuerzas terrestres. A fines de
1944 Japón apelaba a sus reservas estratégicas de Corea, Manchurria y la China ocupada para mantener
activo a su ejército de 5 millones de soldados y oficiales.
Los japoneses
debieron concentrar sus esfuerzos en China, debilitando su presencia en el
Pacífico. En esa área, el 1º de enero del 45 la relación de fuerzas era 1,5
soldado anglo-norteamericano por cada soldado japonés, 5 aviones “aliados” por
cada nipón y seis unidades navales por cada unidad de los japoneses. Además,
cada vez operaban con más audacia las guerrillas, en particular, las filipinas.
A mediados de mayo del 45, en filipinas ya no había resistencia nipona.
El 26 de julio,
EEUU, Inglaterra y la China
de Chiang Kai-shek le exigen a Japón la
rendición incondicional. La URSS
no participa pues no estaba en guerra contra el Japón.
Pero Japón no se
rendía. Churchill estimó que la guerra no finalizaría ante de 1947. Las
acciones “aliadas” contra los japoneses se limitaban a combates navales y
bombardeos aéreos de islas del pacífico. Así nunca terminaría la guerra.
El 9 de agosto la URSS le declara la guerra a
Japón y ese mismo día comenzó la ofensiva de las tropas soviéticas, que se
venían preparando semanas antes, contra la mayor concentración del ejército
nipón. Simultáneamente, la flota soviética le corta las comunicaciones por mar.
Los yanquis habían
dado el criminal golpe con las bombas atómicas argumentando, ante la opinión
pública mundial, que con ello la guerra se acabaría y miles de vidas se
salvarían. Argumento por demás hipócrita, pues sí se hubiesen ahorrado millones
de vida si hubiesen abierto el segundo frente europeo dos años antes de que lo
hicieron, especulando mientras tanto que todo el costo, que todo el precio, lo
paguen los soviéticos y los patriotas revolucionarios que ofrendaban sus vidas.
El Japón no se
rinde por las bombas arrojadas por los criminales yanquis. Ello es falso. Japón
continúa la guerra contra las tropas chinas y, ahora, contra las tropas
soviéticas.
Las fuerzas
regulares chinas que dirigía el Partido Comunista contaban con 910 mil hombres
y las milicias populares la integraban 2 millones doscientos mil miembros.
Sostuvieron decenas de combates donde los japoneses pierden 960 mil soldados
siendo capturados otros 280 mil. Las fuerzas regulares Chinas recuperan enormes
territorios llegando a las proximidades de Pequín. (Esas mismas fuerzas
derrotaran al ejército de Chiang Kai-shek y el 1º de octubre de 1949 se creará la República Popular
China, la China
Comunista ).
A la vez, el
ejército rojo arrollaba al ejército nipón. El 1º de septiembre de 1945, las
unidades del ejército de Kuantung se rinden ante el mando soviético cayendo
prisioneros 600 mil hombres. Es el fin de Japón. Un Japón que hasta último
momento negoció con los EEUU e Inglaterra una rendición sólo frente a ellos y
(al igual que los alemanes) comprometerse a continuar la guerra contra la URSS y los comunistas chinos.
Solo unos meses
atrás, a fines de mayo del 45, Churchill había ordenado a Montgomery “recoger
minuciosamente el armamento alemán, y almacenarlo de tal forma que se pueda
repartir fácilmente entre los soldados alemanes, con los que tendrían que
cooperar si la ofensiva soviética continuaba”.
2 de septiembre de
1945. Fin de la guerra. Derrota del fascismo.
De los 34 millones
de muertos, 22 eran soviéticos. De los 28 millones de mutilados, 12 eran
soviéticos.
De los 22 millones
de soviéticos muertos, casi cinco millones eran cuadros revolucionarios del
Partido Comunista y de sus organizaciones de base.
¡Cuántas vidas
jóvenes segó el nazifascismo!
¡Que enorme precio
pagaron el gobierno y pueblo soviético!
Un nazifascismo que
fue derrotado, pero no eliminado. Los continuadores de la muerte anunciaron su
presencia con mucha anticipación, lo hicieron el 6 y 9 de agosto de 1945,
inaugurando, esos días, dos nuevos hornos de exterminio, perfeccionados. Dos
hornos altamente eficientes, hornos que poseen la propiedad de matar a miles y
de seguir matando a otros miles, aún cuando se han apagado.
El capitalismo, el
imperialismo, el “padre de la civilización”, el “padre de la democracia” hizo
la presentación de esos hornos en Hiroshima y Nagasaki. Y anunció que posee
muchos, cientos, miles. Y más potentes. Y anunció que está dispuesto a usarlos
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