sábado, 27 de diciembre de 2014

CURSO DE ECONOMÍA POLÍTICA (7)

1.  EL IMPERIALISMO. LA PRIMERA Y SEGUNDA GUERRA MUNDIAL


Período de la crisis general del capitalismo. Desarrollo desigual del capitalismo. Estructura heterogénea de la sociedad capitalista contemporánea. Selección de fragmentos del “Imperialismo, fase superior del capitalismo”.  Selección del libro “Transnacionalización y Desnacionalización” Un ensayo sobre el capitalismo contemporáneo escrito por un colectivo de autores cubanos. Breve reseña sobre la Primera Guerra Mundial. Segunda Guerra.

Período de la crisis general del capitalismo.

La historia va confirmando la vigencia de la teoría marxista leninista. La gran revolución de octubre en Rusia dio inicio al proceso de transformación de la sociedad capitalista hacia otra de nuevo tipo: la socialista.

A partir de la victoria de la revolución rusa surge el nuevo sistema socialista y el capitalismo deja de existir como sistema universal de explotación y opresión. Se produjo, por consiguiente, la escisión del mundo en dos sistemas opuestos: el socialista y el capitalista.

Quiérase o no, se acepte o no, la aproximación a la realidad objetiva a las que nos permite arribar utilizando las herramientas que nos brinda la filosofía marxista, nos muestra que la división del mundo en dos sistemas opuestos marcó el comienzo del nuevo período histórico en el desarrollo de la sociedad capitalista, el período de la crisis general del capitalismo, de su crisis estructural.

Esta crisis se extiende a todos los aspectos de la sociedad burguesa, manifestándose y desarrollándose de diferentes formas: desgajamiento paulatino de nuevos países del sistema capitalista mientras se fue fortaleciendo el sistema socialista; desmoronamiento del sistema colonial del imperialismo y desarrollo de la lucha de los pueblos del tercer mundo contra el neocolonialismo.

Luego atravesamos por un período de retroceso parcial del socialismo con la caída de la URSS y el socialismo del este europeo y momentáneo fortalecimiento del imperialismo que se manifestó avanzando sobre conquistas obtenidas por la lucha de los trabajadores, lo que no impidió, de ninguna manera, que continuara con el aumento de la inestabilidad y putrefacción de la economía burguesa, en su fase imperialista (ahora autodefinida como neoliberalismo por algunos sabios).

Fase donde, a medida de que transcurren los años, se incrementan la concentración y centralización del capital y a la vez se renueva el auge de la lucha de los trabajadores desocupados y ocupados contra el sistema de explotación, es decir, se profundiza la lucha de clases.

En ese período de crisis general del capitalismo, sobre todo en los países altamente desarrollados, el capitalismo monopolista se fue transformando en capitalismo monopolista de Estado, caracterizado por la fusión del poderío de los monopolios con las fuerzas del estado, con el inviable objetivo de salvar al capitalismo de su crisis estructural y con el viable objetivo de continuar enriqueciendo a los monopolios, eliminar a los capitalistas más débiles, incrementar la plusvalía relativa.

Para ello le es necesario generar nuevas fuerzas de represión destinadas a aplastar los reclamos de la clase obrera y a los movimientos de liberación nacional, objetivo, éste último, que tampoco pudo concretar.

Ello lo podemos apreciar, si somos capaces de valorar los avances de la realidad objetiva, en cómo está hoy conformada Nuestra América. Por los años 60 del siglo pasado, hace de esto 52 años, sólo brillaba la luz de la independencia de Cuba del modo de producción capitalista, que debía soportar el bloqueo genocida de la entonces potencia más grande del mundo, pero a la vez la solidaridad de todos los pueblos del mundo y, muy en especial, del sistema socialista existente.

Parte de ese sistema hoy no existe, pero pese a ese “fracaso” permitió que hoy, a menos de tres siglos del surgimiento de la formación económico-social capitalista, en un mundo que superó recientemente la barrera de los siete mil millones de habitantes, 1.475 millones (el 21,1%) habiten con enorme éxito en países socialistas, en continuo crecimiento; que 4.650 millones (el 66.4%) habiten países en transición, alejándose a diferentes ritmos del “modelo” imperialista y que sólo 875 millones (el 12.5%) habiten, con enorme desigualdad, el grupo de los “desarrollados”, hoy en una profunda acentuación de sus crisis.

Cabe recordar o señalar que, en el contexto del capitalismo contemporáneo (el imperialismo), en especial en sus primeros pasos, el Estado burgués se entromete activamente en la economía y toma medidas para regular distintos aspectos de la vida económica.

Pero el capitalismo monopolista de estado es incapaz de superar las contradicciones internas del modo capitalista de producción. Una prueba evidente de ello es el desempleo en masa existente en los países capitalistas, la enorme inflación, las crisis de superproducción y la descarnada competencia entre ellos.

Lejos de eliminar las contradicciones del capitalismo, el capitalismo monopolista de Estado las exacerba.

Desarrollo desigual del capitalismo:

El desarrollo del capitalismo y su paso de una fase a otra, transcurre como un proceso objetivo condicionado por la acción de las leyes propias de dado modo de producción.

Sin embargo, ese proceso no se puede presentar como un proceso que se desarrolla y extiende simultáneamente en igual medida a todos los países y a todas las esferas de la economía en un país concreto.

Muy al contrario, el desarrollo del capitalismo transcurre de forma desigual. La desigualdad en el desarrollo es una ley objetiva del capitalismo. La causa de esa desigualdad reside en la propiedad capitalista privada de los medios de producción, cuando el desarrollo de la producción, que adquirió carácter social bajo el capitalismo, no puede ser armonioso y proporcional.

En el capitalismo dominan la anarquía de la producción y la lucha competitiva encarnizada, que engendra inevitablemente el desarrollo desigual de distintas empresas, ramas económicas y países.

Cuando entra en vigencia la fase imperialista del capitalismo, debido al dominio de los monopolios, el desarrollo desigual del capitalismo se refuerza y adquiere nuevos rasgos.

Con la particularidad de que esa desigualdad  afecta no solo al desarrollo económico, sino también al político. Ese desarrollo económico y político desigual de algunos países en la época del imperialismo trae como resultado la maduración desigual de las premisas de la revolución socialista en esos países.

Estructura heterogénea de la sociedad capitalista contemporánea.

El desarrollo desigual del capitalismo condiciona, en particular, la heterogeneidad de la estructura socioeconómica de la sociedad capitalista. Semejante desigualdad es inherente, tanto al sistema de la economía capitalista mundial en conjunto, como a sus países por separado.

La heterogeneidad de la estructura socioeconómica de la sociedad capitalista y, por consiguiente, las contradicciones que engendra, se acentuaron sobre todo bajo el imperialismo. Esto se refiere, en primer lugar a algunos países capitalistas en los que el establecimiento del dominio de los monopolios condujo a la aparición del sector monopolista de la economía.

Al mismo tiempo, en ella existen sectores no monopolistas y también de la pequeña producción mercantil, cuyo desarrollo está sujeto a los intereses de los monopolios. Semejante estructura conduce a que los intereses de la burguesía monopolista se oponen, no solo a los intereses de la clase obrera, sino también de todas las clases y capas restantes de la población de estos países.

La transformación del capitalismo en fase monopolista llevó, además, a la aparición de un grupo de países imperialistas que establecieron su dominio sobre los demás países del mundo, convirtiéndolos en sus colonias, semicolonias o países dependientes, cuyos pueblos pasaron a ser objeto de implacable explotación, explotación imperialista.

De ese modo el capitalismo se transformó, como lo señalara Lenin:

En sistema mundial de opresión colonial y sojuzgamiento financiero de la mayoría de la población del mundo por un puñado de países avanzados”.

El sistema imperialista de explotación contribuyó a acelerar el desarrollo de la economía en unos países y a frenar este desarrollo en otros. Fue importante el factor de enriquecimiento y desarrollo consecutivo del grupo de países imperialistas, que pasaron a ser altamente industrializados, donde se conformó el sistema más desarrollado de relaciones capitalistas de producción.

Trátase del grupo de países del capitalismo monopolista que desempeña el papel dominante en la economía capitalista mundial y que, hasta la fecha, sigue explotando a los pueblos de los países dependientes con métodos del neocolonialismo y del anexionismo. Pero que en su prolongada crisis histórica va inevitablemente incrementando la explotación dentro de su propio territorio, que se refleja en la creciente inequitativa distribución de la riqueza, en la creciente desocupación y en el incremento de la pobreza y marginación. Ejemplo de ello es lo que es hoy, en el 2014, la primera potencia del mundo, los EEUU: con 315 millones de habitantes, posee ya más de 56 millones de pobres (17%), de los cuales están en la pobreza extrema más de 20 (6.3%) millones con un índice de desocupación que oscila entre el 8 y 10%.

A la par de los países capitalistas industrializados, en los que cristalizó ya el sistema del capitalismo monopolista de Estado, en el sistema capitalista mundial existe un grupo de países de nivel medio de desarrollo del capitalismo.

La etapa alcanzada de desarrollo del capitalismo en estos países se caracteriza por el predominio del modo capitalista de producción. Al mismo tiempo, son sus rasgos típicos: atraso en el desarrollo económico en comparación con los países altamente industrializados; dependencia económica y financiera respecto de los países imperialistas; conservación en su economía de considerables elementos de las relaciones precapitalistas, fuerte endeudamiento externo, limitada independencia para fijar políticas y sobreexplotación y marginación de su población.

En la economía capitalista mundial existe también un gran grupo de países en los que el capitalismo está débilmente desarrollado. Trátase, en lo fundamental, de los países emancipados como consecuencia del desmoronamiento del sistema colonial del imperialismo y que conquistaron la independencia política.

En esos países, el capitalismo no se constituyó aún en el modo de producción dominante. La economía de los países de ese grupo se caracteriza en conjunto, a la par con la existencia de las formas capitalistas de producción, por la presencia de muchos elementos de la economía natural. Es decir, en la economía de dichos países, gran lugar corresponde  al sector de la pequeña producción mercantil; en muchos de ellos perduran aún considerables resabios del feudalismo en la agricultura; fuertes posiciones en la economía mantienen el capital monopolista extranjero y existe una gran presencia de la denominada “economía informal”.

Ocupando una posición subordinada en la economía capitalista mundial, estos países son objeto de explotación imperialista, que contradice a fondo los intereses de su desarrollo independiente y progresivo, hasta que consiguen superar esas limitaciones y comenzar a transitar por el difícil pero enaltecedor camino hacia la construcción de un nuevo tipo de relaciones sociales donde predomine la propiedad colectiva y la distribución del esfuerzo en armonía.

La heterogeneidad de las estructuras socioeconómicas de la sociedad capitalista contemporánea condiciona la existencia en su marco del complejo sistema de contradicciones cuyo desarrollo y exacerbación conforman un proceso de gestación paulatina de las premisas para el cambio de ese régimen.

Tareas del estudio del capitalismo contemporáneo.

El capitalismo actual es el capitalismo monopolista del período de la crisis general del capitalismo, es el imperialismo, en la última fase del modo de producción capitalista.

No existe una tercera fase, pero cada una de esas fases han transcurrido por diversas etapas lo que hace que algunos economistas confundan etapas con fases y a partir de esa confusión elaboren teorías “novedosas” que ya fueron anticipadas por los clásicos del marxismo, no en su detalle (no eran adivinos), sino en sus manifestaciones concretas (resultado de un análisis científico, utilizando las herramientas que provee el marxismo-leninismo que permite no sólo interpretar lo ocurrido sino predecir lo que va a ocurrir).

Ello no significa que “todo esté dicho”. La tarea del estudio del capitalismo contemporáneo debe continuar, consiste en profundizar las etapas por la que atraviesa, en continuar dilucidando la naturaleza y las regularidades de desarrollo del sistema de relaciones económicas que le son propios y de que nueva forma se manifiestan, considerando, como ya lo señalamos, que los rasgos y peculiaridades específicos que caracterizan a las fases del capitalismo son formas de manifestación y desarrollo de los rasgos y regularidades cardinales del modo capitalista de producción que le son inherente durante toda la historia de su existencia.

Por consiguiente, el estudio del capitalismo contemporáneo presupone aclarar tanto los fundamentos generales, rasgos y regularidades cardinales de este modo de producción, como las formas específicas de su manifestación y desarrollo de la etapa actual.

Al mismo tiempo, teniendo en cuenta la heterogeneidad del capitalismo contemporáneo, su estudio presupone descubrir la especificidad de desarrollo del capitalismo y la manifestación de sus regularidades generales en cada uno de los grupos de países existentes en el sistema mundial del capitalismo.

Es lógico que, además de los rasgos generales propios de un grupo dado de países, el desarrollo del capitalismo en cada país acuse también rasgos específicos inherentes sólo a ese país.

Por último, el estudio del capitalismo contemporáneo presupone la consideración multilateral y la revelación de la creciente incidencia que el sistema socialista ejerció y vuelve a ejercer en el desarrollo de los procesos más importantes del capitalismo.

V. I. LENIN: El imperialismo, etapa superior del capitalismo.

Es importante leer este estudio que Lenin realizó sobre la segunda y última fase del capitalismo, su fase monopolista o, como corresponde llamarla: el imperialismo. Algunas de sus afirmaciones son una anticipación magistral de lo que ocurre en nuestros días como esta frase donde sintetiza “El imperialismo es la época del capital financiero y de los monopolios…

Pero ello es sólo una frase, una síntesis, leer el capítulo VII y los capítulos IX y X que aquí reproducimos nos permitirá tener una clara idea de la profundidad del análisis de Lenin, y leer todo el libro es enriquecer los conocimientos para descifrar mejor la realidad actual.

Del capítulo VII: el imperialismo como etapa particular del capitalismo


“El imperialismo surgió como el desarrollo y la continuación directa de las características fundamentales del capitalismo en general. Pero el capitalismo se convirtió en imperialismo capitalista sólo al alcanzar un grado muy definido y muy alto de su desarrollo, cuando algunas de sus características fundamentales comenzaron a convertirse en sus contrarios, cuando tomaron cuerpo y se manifestaron en todos los rasgos de la época de transición del capitalismo a un sistema económico y social más elevado.”

“Lo fundamental de este proceso, desde el punto de vista económico, es el desplazamiento de la libre competencia capitalista por los monopolios capitalistas. La libre competencia es el rasgo fundamental del capitalismo y de la producción mercantil en general; el monopolio es el perfecto contrario de la libre competencia, pero hemos visto a ésta última transformarse en monopolio ante nuestros ojos, creando la gran industria, desplazando la pequeña industria, remplazando la gran industria por otra todavía mayor y conduciendo a la concentración de la producción y el capital hasta el punto en que de ella surgió y surge el monopolio: los cárteles, los sindicatos, los trusts y, fusionándose con ellos, el capital de una docena de bancos que manejan miles de millones. Y al mismo tiempo, los monopolios, que surgieron de la libre competencia, no la eliminan, sino que existen por encima de ella y al lado de ella, engendrando así contradicciones, fricciones y conflictos muy agudos e intensos. El monopolio es la transición del capitalismo a un sistema superior.”

“Si fuera necesario dar la más breve definición posible del imperialismo, deberíamos decir que el imperialismo es la etapa monopolista del capitalismo. Esa definición incluiría lo más importante, pues, por una parte, el capital financiero es el capital bancario de unos pocos grandes bancos monopolistas fusionado con el capital de las asociaciones monopolistas de industriales y, por otra parte, el reparto del mundo es la transición de una política colonial, que se extendió sin obstáculo a los territorios de los que no se habían apoderado ninguna potencia capitalista, a una política colonial de dominación monopolista del mundo, ya enteramente repartido.”

“Pero las definiciones muy breves, aunque convenientes puesto que resumen los puntos fundamentales, son sin embargo insuficientes, ya que debemos deducir de ellos algunos rasgos especialmente importantes del fenómeno que hay que definir. Por eso, sin olvidar el valor convencional y relativo de todas las definiciones en general, que jamás pueden abarcar todas las concatenaciones de un fenómeno en todo su desarrollo, debemos dar una definición del imperialismo que incluya cinco de sus rasgos fundamentales:

1.      la concentración de la producción y el capital se ha desarrollado hasta un grado tal que ha creado monopolios, que desempeñan un papel decisivo en la vida económica.
  1. la fusión del capital bancario con el capital industrial, y la creación, sobre la base de ese capital “financiero”, de una oligarquía financiera.
  2. la exportación de capitales, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere excepcional importancia.
  3. la formación de asociaciones capitalistas monopolistas internacionales que se reparten el mundo.
  4. ha culminado el reparto territorial de todo el mundo entre las más grandes potencias capitalista.

“El imperialismo es el capitalismo en aquella etapa de desarrollo en que se establece la dominación de los monopolios y el capital financiero; en que ha adquirido señalada importancia la exportación de capitales; en que empieza el reparto del mundo entre los trusts internacionales; en que ha culminado el reparto de todos los territorios del planeta entre las más grandes potencias capitalistas.”... “Más adelante veremos que el imperialismo puede y debe definirse de otro modo si tenemos en cuenta no sólo las nociones fundamentales, puramente económicas (a las que se limita la definición que hemos dado), sino también la ubicación histórica de esta etapa del capitalismo con respecto al capitalismo en general, o la relación entre el imperialismo y las dos principales tendencias del movimiento obrero. Lo que debe ahora señalarse es que el imperialismo, como ha sido interpretado más arriba, representa, sin lugar a duda, una etapa particular del desarrollo del capitalismo.”


Del capítulo IX: Crítica del imperialismo


Las gigantescas proporciones del capital financiero, concentrado en unas pocas manos, que han dado origen a una red extraordinariamente vasta y densa de relaciones y vínculos que subordinan no sólo a los capitalistas pequeños y medios sino también a los más insignificantes, por una parte, y la lucha cada vez más intensa contra otros grupos nacionales de financieros por el reparto del mundo y por la dominación de otros países, por otra parte, ha dado lugar a que las clases poseedoras se pasaran íntegramente del lado del imperialismo. El signo de nuestro tiempo es el entusiasmo “general” por las perspectivas del imperialismo, su defensa furiosa y su embellecimiento por todos los medios. La ideología imperialista penetra también en la clase obrera. Ninguna muralla china la separa de las otras clases. Los dirigentes del hoy llamado Partido “Socialdemócrata” de Alemania son justamente calificados de “social imperialistas”, es decir, socialistas de palabra e imperialistas en los hechos: pero ya en 1902 Hobson señaló la existencia en Inglaterra de “imperialistas fabianos” que pertenecían a la oportunista “Sociedad Fabiana”.

Los teóricos y publicistas burgueses defienden por lo general el imperialismo en una forma algo encubierta; nada dicen de su dominación absoluta y de sus profundas raíces, se empeñan en hacer resaltar detalles secundarios y específicos, y hacen todo lo posible por desviar la atención de lo esencial mediante proyectos de “reformas” absolutamente ridículos, tales como inspección policial a los trusts o a los bancos, etc. Los imperialistas cínicos y francos, que tienen el valor de reconocer la insensatez de la idea de reformar las características fundamentales del imperialismo, son un raro fenómeno.

Lo esencial en la crítica del imperialismo es saber si es posible reformar la base del imperialismo, si hay que avanzar con el objeto de agudizar y ahondar aún más las contradicciones que éste engendra, o si hay que retroceder con el objeto de atenuar esas contradicciones. Puesto que los rasgos políticos específicos del imperialismo son la reacción en toda la línea y la intensificación de la opresión nacional –consecuencia de la opresión de la oligarquía financiera y de la eliminación de la libre competencia-, en casi todos los países imperialistas surgió, a principios del siglo XX, una oposición democrática pequeño burguesa al imperialismo. Kautsky no sólo no se preocupó por oponerse, no sólo fue incapaz de oponerse a esa oposición reformista pequeño burguesa, verdaderamente reaccionaria en su base económica, sino que, en la práctica, se fundió con ella, y fue en eso precisamente, en lo que Kaustky y la vasta tendencia internacional del kautskismo se apartaron del marxismo.”

“El imperialismo es la época del capital financiero y de los monopolios, los cuales introducen en todas partes la tendencia a la dominación y no a la libertad. Cualquiera sea el régimen político, el resultado de esa tendencia es la reacción en toda línea y una intensificación extrema de los antagonismos en este terreno. Se intensificó notablemente el yugo de la opresión nacional y la tendencia a las anexiones, o sea, la violación de la independencia nacional...”

Del capítulo X: Ubicación histórica del imperialismo.

“Hemos visto que el imperialismo, en su esencia económica, es el capitalismo monopolista. Ello determina en sí mismo su ubicación histórica, pues el monopolio, que nace de la libre competencia, es la transición del sistema capitalista a un orden social y económico más elevado. Debemos tomar nota en especial de los cuatros principales tipos de monopolios, o principales manifestaciones del capitalismo monopolista, características de la época que nos ocupa.”
“Primero: el monopolio surge de la concentración de la producción en un grado muy elevado. Aparecen las agrupaciones monopolistas capitalistas, los cárteles, los sindicatos y los trusts. Hemos visto el inmenso papel que desempeñan en la vida económica contemporánea. A principios del siglo XX los monopolios alcanzaron pleno predominio en los países avanzados, y aunque los primeros pasos hacia la formación de los cárteles fueron dados por países que gozaban de protección de elevadas tarifas arancelarias (Alemania, Estados Unidos), Inglaterra, con su sistema de librecambio, reveló el mismo fenómeno básico, sólo que un poco más tarde, o sea, el nacimiento del monopolio, engendrado por la concentración de la producción.”
“Segundo: los monopolios estimularon la apropiación de las más importantes fuentes de materias primas, en particular para las industrias fundamentales y más cartelizadas de la sociedad capitalista: la hullera y la siderúrgica. El monopolio de las más importantes fuentes de materias primas ha aumentado enormemente el poderío del gran capital y ha agudizado las contradicciones entre la industria cartelizada y la no cartelizada.”
“Tercero: el monopolio surgió de los bancos. De modestas empresas intermediarias que eran, los bancos se han convertido en monopolizadores del capital financiero. Tres o cinco de los más grandes bancos de cada uno de los países capitalistas más avanzados han realizado la “unión personal” entre el capital industrial y el bancario, y concentran en sus manos el control de miles y miles de millones, que constituyen la mayor parte del capital y las rentas de países enteros. Una oligarquía financiera que tiende una espesa red de relaciones de dependencia sobre todas las instituciones económicas y políticas de la sociedad burguesa contemporánea sin excepción: tal es la manifestación más notable de este monopolio.”
“Cuarto: el monopolio nació de la política colonial. A los muchos “viejos” motivos de la política colonial, el capital financiero añadió la lucha por las fuentes de materia prima, la exportación de capital, por “esferas de influencia”, es decir, por esferas para negocios lucrativos, concesiones, beneficios monopolistas, etc., territorio económico en general. Cuando las colonias de las potencias europeas, por ejemplo, abarcaban sólo una décima parte del territorio de África, como ocurría aún en 1876, la política colonial podía desenvolverse mediante métodos no monopolistas, mediante la “libre apropiación” de territorios, por así decirlo. Pero cuando las 9/10 partes de África fueron incautadas (hacia 1900), cuando todo el mundo quedó repartido, se entró inevitablemente en la era de la posesión monopolista de las colonias y, por consiguiente, de la lucha particularmente aguda por la distribución y redistribución del mundo.”
“Es bien sabido hasta qué punto el capital monopolista ha agudizado todas las contradicciones del capitalismo. Basta mencionar el alto costo de la vida y la tiranía de los cárteles. Esta agudización de las contradicciones constituye la fuerza motriz más potente del período histórico de transición iniciado con la victoria definitiva del capital financiero mundial”.
“Los monopolios, la oligarquía, la tendencia a la dominación y no a la libertad, la explotación de un número cada vez mayor de naciones pequeñas o débiles por un puñado de las naciones más ricas o más fuertes: todo eso ha dado origen a esas características distintivas del imperialismo, que nos obligan a clasificarlo de capitalismo parasitario o en estado de descomposición. Cada día se manifiesta con mayor relieve, como una de las tendencias del imperialismo, la aparición del “Estado rentista”, el Estado usurero, en el cual la burguesía vive cada día más del producto de la exportación de capitales y del “recorte de cupones”. Sería un error creer que esa tendencia a la descomposición excluye el rápido crecimiento del capitalismo. No; en la época del imperialismo, ciertas ramas industriales, ciertos sectores de la burguesía, ciertos países, manifiestan, en mayor o menor grado, ya una, ya otra de estas tendencias. En su conjunto, el capitalismo crece con una rapidez incomparablemente mayor que antes, pero ese crecimiento no sólo es, en general, cada vez más desigual, sino que esa desigualdad también se manifiesta, en particular, en la descomposición de los países de mayor capital (Inglaterra)”
Este libro, el cual reproducimos apenas unas hojas, fue escrito por Lenin en Zurich, en la primavera de 1916. Es notable la calidad del contenido, la rigurosidad del análisis y la vigencia del mismo. Es impensable hablar de marxismo sin incorporar los valiosos aportes que generara este gran revolucionario. Por eso, el hablar hoy de marxismo es, inevitablemente, hablar de marxismo leninismo.
Recordamos el quinto rasgo que caracteriza al imperialismo: “ha culminado el reparto territorial en todo el mundo entre las más grandes potencias capitalistas”. Ello significa que, a partir de ese momento, cualquier modificación con relación a ese dominio se efectuaría por medio de la fuerza, de la guerra.
Primera guerra mundial: la guerra imperialista por un nuevo reparto de las colonias. Segunda guerra mundial: la guerra del imperialismo por un nuevo reparto de las colonias y, fundamentalmente, contra el primer país socialista, contra la URSS.
Los pueblos reaccionaron y lucharon por convertir esas guerras brutales en revoluciones por la liberación nacional y por el socialismo. En el capítulo siguiente se desarrolla una síntesis de lo que ocurrió en el campo político y de las operaciones durante las dos sangrientas guerras de los monopolios, la primera y la segunda guerra mundial.

El capitalismo hoy. Introducción.

Dos son las fases por la que atraviesa el modo de producción capitalista
1 .El capitalismo de libre competencia) y
2. La formación y predominio del monopolio.
En cada una de esas fases se fueron produciendo, continuamente, cambios que muestran o indican que, en todo su recorrido, el capitalismo va cambiando, va adquiriendo nuevas formas, nuevas particularidades que lo diferencias de períodos anteriores. Lentamente fue afirmando su presencia la acumulación de capital en el período de libre competencia hasta que esa acumulación, que no es espontánea sino un proceso histórico, impone esa presencia y, como consecuencia, se produce el paso a una nueva fase, la del capital monopolista, la del imperialismo.
El estudio del modo de producción capitalista, de sus peculiaridades –pese a lo estático de su motivación central: la obtención de plusvalía mediante la explotación del trabajo humano- debe continuar siempre. El imperialismo también cambia, por ello es importante desentrañar dónde se produce ese cambio y por qué se produce. Quienes mejor estudiaron las últimas transformaciones que se inician con el desmantelamiento del Estado nacional, son los investigadores y revolucionarios cubanos: un filósofo, un militar, un economista y un sociólogo. Todos ellos marxistas leninistas.
A continuación reproducimos algunos fragmentos de los resultados de sus investigaciones.

El Capitalismo hoy: Transnacionalización y desnacionalización.

Se trata de un estudio realizado por un colectivo de autores cubanos: Cervantes Martínez; Gil Chamizo; Regalado Álvarez; Zardoya Loureda, se trata de unos de los trabajos más completos sobre las peculiaridades que revisten al imperialismo en nuestra época, en el siglo XXI. Fue publicado por primera vez en nuestro país, en los inicios del siglo, del año 2000. El colectivo de autores cubanos dedica el estudio “A la memoria de Vladimir Ilich Lenin”
En noviembre de 2002 se edita una segunda edición, esta vez en Cuba. Es interesante reproducir una parte del prólogo escrito por el cubano Enrique Ubieta Gómez:

“No cabe duda que la tendencia del desarrollo es hacia un único Trust mundial, que absorberá todas las empresas  sin excepción y todos los Estados sin excepción”. No son palabras de Bill Gates, en este “globalizado” fin del milenio, fue Lenin quien las dijo en 1915, un autor que el mercado de las ideas ha declarado obsoleto con premura sospechosa. A Vladimir Ilich Lenin dedican los autores este militante análisis del imperialismo contemporáneo, así, sin titubeos en el uso de palabras que suenan como disparos en los salones marmóreos de la Academia ahora “posmodernizada”, con suculentos premios y ediciones de lujo para los bien portados. Porque el lector, sin duda, tiene un libro raro y útil en las manos, un libro que no reniega o enmascara su vocación subversiva –o quizá mejor deba decirse, revolucionaria- no como dejación del espíritu científico sino como reafirmación suya: la ciencia, la verdad. Al servicio del ser humano, en su expresión concreta e histórica, es decir, en defensa de los explotados, de los condenados o de los pobres de la tierra, con quienes nuestros hombres y mujeres mayores han echado su suerte.
Para arribar a conclusiones verdaderamente científicas –parecen decir los autores- hay que cerrar de vez en vez el gabinete abarrotado de libros “nuevos” y pegar el oído a la tierra, leer entre líneas la prensa mundial, visitar las fábricas, las bolsas de valores, escuchar a las madres argentinas de la Plaza de Mayo o asistir a la marcha del pueblo combatiente en la sitiada Habana y tomar partido. Hay que liberarse, como lo sugería Martí, de las dictaduras de las modas con que la seudociencia pretendidamente “pura”, “incontaminada” intenta seducirnos. Hay que huir de la “ciencia” que enreda la vida en la telaraña de la retórica, hasta hacerla desaparecer, para que el capital-araña pueda tranquilamente devorarla. Se trata como pedía el viejo y siempre joven Marx, de entender al mundo para transformarlo. Entonces su doctrina se revela insuperada y necesaria y uno puede prescindir de todos los eufemismos, de los conceptos de salón, elegantes y comedidos como sus expositores, y llamar al pan, pan y al vino, vino.
“De modo que “globalización” en modo alguno constituye una nueva categoría escriben los autores de este libro- una nueva tendencia o forma histórica de organización de las relaciones sociales de producción material y espiritual, sino apenas una “nueva manera de designar” un proceso histórico de larga data, intuido por la filosofía de la historia de los siglos XVIII y XIX y explicado científicamente por Marx y Engels” Afirmación que resulta conclusión y premisa desmitificadora en estas páginas: la globalización no existe en sí o por sí, sino como “transnacionalización desnacionalizadora del capitalismo monopolista de estado” y sus manifestaciones tecnológicas, culturales, políticas, son apenas momentos de ese proceso que solo puede entenderse cabalmente en su unidad”…

Palabras de los autores:

Con una celeridad que supera en los hechos toda previsión, la historia ha planteado ante el pensamiento revolucionario la demanda de poner límite al descuartizamiento pasional u oportunista de la experiencia histórica del socialismo, que rayó en el sadismo e, incluso, en el masoquismo, y logró apartar o colocar en un plano secundario el análisis de la historia y la actualidad del imperialismo. No cabe duda de que el tema de la caída del muro de Berlín y el arreo de la bandera roja del Kremlin se impuso por sí mismo con fuerza aplastante sobre la conciencia y el pensamiento teórico de casi todas las corrientes políticas de izquierda, y que, por un tiempo, resultó difícil orientar las energías creadoras hacia otro empeño que no fuera explicar el ignominioso desplome de un orden económico, político y social al que, tanto amigos como enemigos, habían atribuido, al menos, una mayor solidez.
Es innegable que el estudio sin cortapisas de la trayectoria y los resultados de los proyectos de construcción del socialismo, y de los errores, desviaciones y fraudes que se cometieron en su nombre, constituye una exigencia ineludible del desarrollo del pensamiento revolucionario. Sin embargo, la tendencia al ensimismamiento autodestructivo que conlleva la absolutización de esta necesidad, ha de ser contrarrestada con lo que, a nuestro juicio, constituye el reto teórico fundamental de nuestros días: someter a una crítica científica la metamorfosis por la que atraviesa el imperialismo contemporáneo.
Las fuerzas políticas de izquierda y los movimientos populares no pueden formular su estrategia y sus tácticas de lucha sobre la base del diagnóstico que el imperialismo hace de sí mismo, ni asumir las seudo-teorías puesta en boga por los “tanques pensantes” que defienden los intereses de los monopolios transnacionales, o por quienes consideran posible eliminar los males inherentes a la sociedad capitalista sin abolirla.
Se hace perentorio emprender un análisis marxista del imperialismo que actualice sus determinaciones esenciales, esclarezca sus rasgos específicos, revele las formas concretas de manifestación de sus leyes inmanentes, identifique los mecanismos de reproducción de sus contradicciones e indique las tendencias previsibles de su movimiento histórico.
En esa dirección hemos encaminado nuestros esfuerzos. El conocimiento científico del imperialismo contemporáneo solo tiene sentido si lo vinculamos a la lucha por la transformación revolucionaria de la sociedad.

Fragmentos del capítulo “Historia universal y globalización capitalista”.

La universalización de la historia no constituye una tendencia abstracta... sino es la forma histórica necesaria en que tiene lugar la formación, la consolidación y la expansión del modo capitalista de producción. El pensamiento emancipador marxista tiene como premisa el reconocimiento de que, a partir del afianzamiento de las relaciones capitalistas de producción y del surgimiento de la gran industria y del mercado mundial, la historia de la humanidad deviene en historia universal, se va constituyendo progresivamente como una totalidad universal con respecto a la cual cada uno de los pueblos y naciones constituyen momentos orgánicos.
“Cuanto más se destruye el primitivo encerramiento de las diferentes nacionalidades por el desarrollo del modo de producción, del intercambio y de la división del trabajo que ello hace surgir por vía espontánea entre las diversas naciones –escriben Marx y Engels en La Ideología Alemana- tanto más la historia se convierte en historia universal...”
Y en el MANIFIESTO DEL PARTIDO COMUNISTA consignan con palabras que parecen más bien una premonición:
“Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, han quitado a la industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose continuamente. Son suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción se convierte en cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias que ya no emplean materias primas indígenas, sino materias primas venidas de las más lejanas regiones del mundo, y cuyos productos no solo se consumen en el propio país, sino en todas partes del globo. En lugar de las antiguas necesidades, satisfechas con productos nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman para su satisfacción productos de los países más apartados y de los climas más diversos. En lugar del antiguo aislamiento y la amargura de las regiones y naciones, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material, como a la intelectual.”
La historia universal no existió siempre, sino constituye un resultado del proceso histórico, a saber, el proceso de progresiva y necesaria universalización de las relaciones capitalistas de producción. En los marcos de las formaciones sociales primitivas, esclavista y feudal, la historia de la humanidad se desarrolla como una serie de procesos locales paralelos; a pesar de que, en su decursar, los nexos e influencias mutuas entre los pueblos (el comercio, las migraciones, y las relaciones culturales), se hacían cada vez más estrechos y estables, éstos tenían un carácter episódico y, lejos de construir una necesidad interna para su desarrollo, eran destruidas con frecuencia por la influencia de diversas causas externas.
Las sociedades precapitalistas se encontraban tan aisladas del resto del mundo que, con frecuencia, al ser barridas por la historia, se llevaban consigo su cultura material y espiritual.
Solo el capitalismo, al crear un mercado mundial único, dio origen a un proceso de universalización de la historia en sentido estricto, es decir, transformó el nexo casual y episódico existente entre los pueblos, en un nexo necesario y constante, llamado a superar el enclaustramiento precedente de las diferentes comunidades humanas. Desde sus propios orígenes, este modo de producción desató el proceso de universalización de las relaciones humanas, al barrer con las trabas de las sociedades anteriores y simplificar la  estructura social, suprimir el fraccionamiento de las relaciones económicas, la propiedad y la población.
El agente transformador de esa historia fue el capital –no la carabela, la brújula o el astrolabio- con su inmanente tendencia expansiva y su necesidad de conquistar nuevos territorios.
La formación de la historia universal tiene lugar a través de la creación del sistema colonial del capitalismo y la explotación –en primer término, la esclavización- de la enorme mayoría de la humanidad por la burguesía de un grupo de naciones europeas.
Lenin centró su atención en el estudio del imperialismo, que inauguraba una nueva etapa en el proceso de universalización de la historia, signada ahora por el imperio del capital monopolista sobre los destinos humanos.
Su interés no era solamente teórico: de las conclusiones a las que arribara dependían la estrategia y las tácticas de lucha del partido bolchevique, orientadas a acelerar la revolución comunista mundial o, lo que es lo mismo, a impulsar por vía comunista la universalización del proceso histórico.
Lenin demostró que la concentración del capital, el monopolio y, en consecuencia, la negación de la libre competencia, habían conducido a que la universalización del proceso histórico desde las primeras décadas del siglo XX tuviera lugar a través de la expansión imperial de las principales potencias capitalistas y de un nuevo reparto del mundo entre ellas, realizado por la fuerza:
“El capitalismo ha desarrollado la concentración hasta tal extremo que ramas enteras de la industria se encuentran en manos de consorcios, trusts, asociaciones de capitalistas multimillonarios; y casi todo el globo terrestre está repartido entre estos "reyes del capital”, bien en forma de colonia o bien de países envueltos en las tupidas redes de la explotación financiera. La libertad de comercio y la competencia han sido sustituidas por la tendencia al monopolio, a la conquista de tierras necesarias para invertir en ellas capital, sacar de ellas materias primas... (Vladimir Ilich Lenin “El socialismo y la guerra”)”
“No cabe duda –afirma Lenin- de que la tendencia del desarrollo es hacia un trust único mundial, que absorberá todas las empresas sin excepción y todos los Estados sin excepción. Pero ese desarrollo se opera en tales circunstancias, con tal ritmo, en medio de tales contradicciones, conflictos y conmociones –no solo económicos, sino también políticos, nacionales, etc., etc.- que sin duda alguna antes de que se llegue a un trust mundial único, a una asociación “ultra imperialista” de los capitales financieros nacionales, el imperialismo deberá inevitablemente estallar y el capitalismo se transformará en su contrario.”
Más adelante nos referiremos a tres procesos históricos que incidieron de manera decisiva en la marcha hacia la universalización de las relaciones humanas: por una parte, la Revolución de Octubre de 1917 y el surgimiento del campo socialista mundial tras el fin de la segunda guerra mundial –que abrieron una oportunidad malograda de facilitar el avance de la humanidad hacia la construcción de una totalidad orgánica universal comunista, por oposición al entonces incipiente proceso de transnacionalización del capital monopolista-; y, por otra, la desaparición de la Unión Soviética y los Estados socialistas europeos, como proceso regresivo que sirvió de catalizador de la metamorfosis del capitalismo monopolista de Estado en capitalismo monopolista transnacional y constituyó el fundamento objetivo de la más recientes apologías del modo de producción, cobijadas bajo la bata esterilizada de “teorías de la globalización”.
De modo que “globalización” en modo alguno constituye una nueva categoría, una nueva tendencia o forma histórica de organización de las relaciones sociales de producción material y espiritual, sino apenas una nueva manera de designar un proceso histórico de larga data, intuido por la filosofía de la historia de los siglos XVIII y XIX y explicado científicamente por Marx y Engels.
En todo caso, la idea de que la humanidad representa un todo único, o bien progresa hacia una totalidad histórica universal, llegó a convertirse en una plaza fuerte e, incluso, en un lugar común para lo más avanzado del pensamiento filosófico y social de aquella época. Por consiguiente, la tarea no consiste hoy en demostrar por enésima vez que la humanidad avanza hacia una totalidad mundial, mediante la sustitución del término clásico de historia universal por el de globalización, mundialización o cualquier otro.

Fragmentos del capítulo: “La metamorfosis del capitalismo contemporáneo y el fetichismo científico tecnológico”.

En un mundo en que crece día a día la franja de la humanidad que vive enajenada del proceso de producción y aplicación de los conocimientos científicos, la tendencia predominante en la conciencia cotidiana –e, incluso, en muchas construcciones teóricas- es la de deslumbrarse ante los avances tecnológicos que se introducen en un conjunto de ramas privilegiadas de la producción y los servicios...
No son pocos los hechos que generan la ilusión de que el fundamento del desarrollo social se ha desplazado hacia la ciencia y sus objetivaciones técnicas, y de que la humanidad ha arribado a la “sociedad del conocimiento” o a la “era del cambio tecnológico”.
Esa creencia parece avalada por el hecho que la actividad científica se ha convertido en una profesión relativamente masiva, por el papel creciente que juegan en la sociedad los descubrimientos científicos, las investigaciones aplicadas y las innovaciones tecnológicas, por el crecimiento de las instituciones científicas y la publicación de libros y revistas especializadas, por los servicios de Internet, por el hecho de que la ciencia se ha convertido un sector industrial con todas las de la ley, con su correspondiente mercado que, en medida considerable, orienta y regula la actividad de las universidades y centros de investigación, y de que las empresas más eficientes son aquellas que se encuentran en condiciones de realizar importantes inversiones orientadas a la innovación tecnológica y a la capacitación de una parte de sus trabajadores...
La ciencia y la tecnología han devenido en objetos de culto por excelencia. Presenciamos –se nos asegura- el advenimiento de un mundo regido por la “tecnociencia” y la tecnocracia: la innovación tecno científica –considerada, por lo general, como una fuerza independiente del modo de producción- determina el desarrollo económico, político y social del mundo, al margen de toda de interacciones socioculturales, políticas y económicas; los hombres han sido liberados de la dirección del proceso productivo y del control de las máquinas. Incluso, de la necesidad de pensar, una vez que, supuestamente, las funciones lógicas decisivas en la producción se han ido traspasando a las máquinas; en fin, el conocimiento y la técnica ejercen el control y el dominio de nuestras vidas. En tales condiciones, a los mortales comunes solo le está dado intentar ganarse los favores del inextricable y tiránico fetiche tecnológico, o bien exorcizarlo.
...Una de las premisas fundamentales de la concepción materialista de la historia es el reconocimiento de que, en cualquiera de los peldaños históricos del capitalismo, la ciencia y la tecnología son, en lo fundamental, fuerzas productivas de capital y, como tales, atraviesan por todas las vicisitudes que imponen sus leyes.
Al afirmar el papel determinante de las fuerzas productivas sobre el conjunto de las relaciones sociales de producción material y espiritual, el marxismo no hace concesión alguna al determinismo científico tecnológico que ha inundado la bibliografía, en su nombre o contra su nombre. No se trata de una especulación determinista chata, asentada en la noción de la causalidad mecánica, sino de una concepción dialéctica que tiene como premisa la idea de que, en cada forma histórica, el conjunto de relaciones sociales constituye una totalidad, en cuya organicidad las relaciones de producción y las correspondientes leyes sociales condicionan el desarrollo de las fuerzas productivas.
Su punto de partida no es la técnica (o la tecnología) como tales, y ni siquiera un nivel dado de desarrollo de las fuerzas productivas... sino el modo de producción que las engloba como una totalidad orgánica.
Desde ese punto de vista, al emprender el estudio de las fuerzas productivas –incluida la tecnología- en una forma histórica dada, el objetivo que persigue el investigador marxista es, ante todo, explicar el nexo que las une a un sistema determinado de relaciones sociales de producción.
Nada más ajeno al pensamiento marxista que la noción de un modo de producción capitalista estático, inmóvil o estancado.
“La burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente  los instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y con ello todas las relaciones sociales... Una revolución continua en la producción, una incesante conmoción en todas las relaciones sociales, una inquietud y un movimiento constante distinguen la época burguesa de todas las anteriores”...
“Desde hace algunas décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de la rebelión de las fuerzas productivas modernas contra las actuales relaciones de propiedad que condicionan la existencia de la burguesía y su dominación... La sociedad posee demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no favorecen ya el régimen burgués de la propiedad, por el contrario, resultan ya demasiado poderosas para esas relaciones, que constituyen un obstáculo para su desarrollo; y cada vez que las fuerzas productivas salvan ese obstáculo, precipitan en el desorden de toda la sociedad burguesa y amenazan la existencia de la propiedad burguesa”. (Del manifiesto del partido comunista, Marx y Engels)
Es cierto que el capital demanda constantemente fuerzas productivas más poderosas que las existentes, pero ello no constituye una consecuencia del “estancamiento” o “retraso” de éstas, sino, por el contrario, es un resultado de su propio desarrollo.
Observemos cómo analiza Marx en tránsito de la manufactura a la gran industria maquinizada:
“Al multiplicarse los inventos y crecer la demanda de máquinas inventadas, fue diferenciándose más y más la fabricación de maquinarias en distintas ramas independientes, de una parte, y de otra la división del trabajo dentro de cada manufactura de construcción de máquinas. La base técnica inmediata de la gran industria se halla, pues, como vemos en la manufactura. Fue ella la que introdujo la maquinaria con que ésta pudo desplazar a la industria manual y manufacturera, en las ramas de producción de que primero se adueñó. De este modo, la industria de maquinaria se fue elevando de un modo espontáneo hasta un nivel material desproporcionado a sus fuerzas. Al llegar a una determinada fase de su desarrollo, esta industria no tuvo más remedio que derribar la base sobre la que se venía desenvolviendo, y que había ido perfeccionando dentro de su antigua forma, para conquistarse una nueva base más adecuada a su propio régimen de producción”. (El Capital, Carlos Marx)
No cabe duda de que la tecnología no solo constituye un momento inseparable del proceso de trabajo, sino una condición básica de todas las formas de existencia de la vida social. Las épocas económicas se diferencias no solo por lo que se produce, sino también cómo se produce, con qué medios de trabajo.
Por consiguiente, el nivel de desarrollo de esos medios de trabajo determina el nivel de desarrollo general de la sociedad. Escribe sobre esto Marx: “La tecnología nos descubre la actitud del hombre ante la naturaleza, el proceso directo de producción de su vida, y, por tanto, de las condiciones de su vida social y de las ideas y representaciones espirituales que de ellas se derivan. Ni siquiera una historia de las religiones que prescinda de esta base material puede ser considerada como una historia crítica”.
Desde una perspectiva marxista, no tiene sentido hablar de ciencia y tecnología, ni de fuerzas productivas en general, al margen de las condiciones históricas concretas que dimanan de un modo de producción dado. La producción material es la condición básica de la existencia de la ciencia y de la técnica: sus necesidades constituyen la fuerza motriz del desarrollo de éstas. Son factores económicos, en particular, el acicate de un aumento de la producción, los que permiten y exigen la utilización e invención de máquinas y procedimientos nuevos de trabajo.     
Más aún, las fuerzas productivas no solo se encuentran determinadas por las relaciones de producción material, sino también, en general, por el sistema de relaciones sociales en su conjunto, por los objetivos inmanentes de cada sistema social, por el carácter de la propiedad sobre los medios de producción, por los métodos y la forma de gestión económica, los recursos que se invierten en su desarrollo, el sistema de relaciones políticas, la cultura y la educación.
Con otras palabras, entre la ciencia y la técnica, por una parte, y entre esta última y la producción, por otra, median factores económicos, políticos, sociales e ideológicos decisivos. De modo que las relaciones de producción, las instituciones económicas, políticas e ideológicas no permanecen pasivas frente al desarrollo de las fuerzas productivas, incluidas las renovaciones tecnológicas: las aceleran o las frenan, en correspondencia con uno u otros intereses sociales.

Breve reseña de la Primera Guerra Mundial:

Se inicia en la mañana del domingo del 28 de junio de 1914, en Sarajevo, Bosnia. El Archiduque Francisco Fernando con su esposa iban en el segundo coche de cuatro para demostrar al mundo que Austria-Hungría consolidaba la ocupación de esas tierras que unos años antes habían sido anexadas y en donde ahora, el archiduque, planeaba realizar grandes maniobras militares.

Ese día, el 28 de junio, elegido por el archiduque para visitar Sarajevo era por demás provocador ya que se trataba de uno de los aniversarios más tristes para los servios, que habían sido derrotados por los turcos en 1389, siendo esclavizados por los triunfadores durante muchos años. Quizá el archiduque no reparó en un importante dato histórico que lo hubiese hecho pensar: pese a la derrota un soldado serbio ingresó al campamento turco y apuñaló al sultán Murad.

Apenas ingresó el cortejo de los cuatro autos en la principal calle de Sarajevo, un ramo de flores humeante cayó dentro del coche del archiduque, quien, con rápidos reflejos, alcanzó a arrojarlo afuera, saliendo ileso pero hiriendo la explosión a más de 15 personas.

Salió ileso, pero un rato después un estudiante de Belgrado, entonces capital de Serbia, de sólo 20 años llamado Gavrila Prinzip mató a tiros al archiduque y también a su mujer. Ante el atentado el imperio Austro-Húngaro vaciló, quedó desconcertado. Pero Alemania le intimó a que tomara medidas decisivas. “Ahora o nunca” exigió el emperador Guillermo, del cual muchos afirman no era ajeno al atentado.

La guerra finaliza a las 11 horas del 11 de noviembre de 1918. Los representantes alemanes suscribieron el Armisticio de Compiegne. Las tropas alemanas estaban perdiendo terreno pero dos acontecimientos fueron los que aceleraron el fin de la guerra. El primero de ellos fue la Revolución de obreros soldados y campesinos que dio nacimiento al primer país socialista en la tierra. Y el  otro fue la deserción en masas de los soldados de ambos bandos que pedían el fin de la guerra y se sumaban a las crecientes huelgas organizadas por los trabajadores con los comunistas a la cabeza en Alemania, Francia y demás países. Ello llevó a los contrincantes a finalizar la guerra pues temían que ocurriese en sus países lo que ocurrió en la Rusia zarista. Firmaban la paz pero con un objetivo, formar con la Alemania derrotada un frente único dirigido especialmente contra el nuevo Estado Soviético y contra el movimiento revolucionario de Europa.

Las guerras son los acontecimientos ideales para que los capitalistas se enriquezcan rápidamente. Mientras los trabajadores y soldados de todos los países pasaban penurias y hambre, mientras se extendían las jornadas de trabajo y los impuestos coercitivos, mientras la carestía y el desabastecimiento de elementos vitales, principalmente alimentos, escaseaba, los ricos y especuladores incrementaban enormemente sus riquezas y sus poderes.

En el medio de la guerra los capitalistas “patriotas” ingleses exportaban a Alemania las mercancías que ésta necesitaba utilizando para ello países “neutrales” como Suiza. Incluso capitalistas ingleses y alemanes discutían los acuerdos en esa nación neutral para que el negocio beneficiara a ambos. Pero el mayor negocio lo realizaron los capitalistas de los EEUU a través de la exportación a los “aliados” y a sus rivales armas y mercancías por miles de millones de dólares más otros 11 mil millones como “empréstitos”.

Pese a que en Alemania faltaba acero, los capitalistas alemanes exportaban decenas de miles de toneladas de acero a Francia e Italia, vía Suiza, acero que ésos países utilizaban para fabricar piezas de artillería que la Entente utilizaba para bombardear y matar soldados y población alemana. En cada bando, los que denunciaban estas verdades eran considerados traidores y se los encarcelaba o fusilaba.

La amplia mayoría de los reclutados eran trabajadores sean obreros o campesinos. La guerra fue la excusa para que de un soplido se perdieran todas las conquistas sociales y se levantaron todo tipo de restricciones a la jornada laboral. El trabajo fue militarizado y toda persona, inútil para el servicio militar, entre 17 y 60 años estaba obligada a trabajar para la industria bélica.

No podían cambiar de ocupación, no podían quejarse de las condiciones de trabajo ni de la paga, no podían poner límites a la cantidad de horas trabajadas. Si rechazaban las condiciones miserables de trabajo pasaban a ser juzgado por un tribunal y terminar en la cárcel o muerto. Recibían raciones que eran cada vez más pequeñas, situación ésta muy distinta a la de los ricos y especuladores. Las protestas masivas tenían como respuesta el terror policial pero ni aún así pudieron acallarla.

En Rusia el pueblo era mucho más pobre que el inglés, el francés y el alemán. La Rusia zarista era una combinación de un sector industrial limitado y moderno con una agricultura amplia y atrasada. El pueblo carecía de derechos y el gobierno trataba de mantener la ignorancia para asegurarse su obediencia. Los pueblos no rusos (armenios, polacos, tártaros, uzbekos, etc. Se encontraban en peor situación. En la Rusia zarista todos los obreros y campesinos eran sometidos a una doble explotación, la de los capitalistas y terratenientes locales y la de los capitalistas monopolistas extranjeros.

Desde el principio, los comunistas rusos tuvieron bien en claro cuál era la real situación. Encabezados por Lenin fueron los únicos que se pronunciaron, desde el inicio, en 1914, en contra de la guerra y del imperialismo que la provocaba. Hubo grandes huelgas que fueron reprimidas a balazos por la policía zarista provocando cientos de muertos y heridos. Los comunistas continuaban igual su trabajo ideológico para terminar la guerra que sólo mata trabajadores y fortalece monopolios. Ese trabajo militante se trasladó al propio ejército y miles de soldados comenzaron a dejar de luchar y confraternar con los soldados enemigos. Hubo sublevaciones en 1915 y en 1916 reprimidas violentamente por los sicarios de los monopolios.

Lenin fue el que demostró que el capitalismo había entrado en otra fase, la del monopolio y escribe su trascendental tesis, en la primavera de 1916,  “El imperialismo, fase superior del capitalismo” y, además de los cinco rasgos fundamentales que veremos más adelante, señaló tres característica nuevas: a) la imposibilidad de las clases dominantes de gobernar como lo venían haciendo hasta ahora (engañando al pueblo, confundiéndolo, dividiéndolo, embruteciéndolo); b) Aumento brusco de las penurias de las grandes masas de trabajadores y c) el descontento por la política de las clases dominantes provoca las acciones combativas de los sectores populares.

Los comunistas prestan mucha atención a la unidad del pueblo, en especial a la unidad de los trabajadores, con las grandes masas campesinas y con los soldados reclutados para una guerra que solo beneficia a los monopolios. Al mismo tiempo señala que las desigualdades en los desarrollos económicos y políticos de los países del imperialismo no permiten esperar que el socialismo se imponga en todos o en la mayoría de ellos y que, el yugo imperialista, será derrotado en aquellos donde existan las contradicciones más acentuadas y existan fuerzas capaces de aniquilarlo. Y además, que esas fuerzas sean capaces de enfrentar no sólo las acciones contrarrevolucionarias, sino los ataques de los imperialistas de otras naciones.

Hubo varias huelgas anti guerreristas en Inglaterra, más de 700, en especial por parte de los mineros y delegados de fábricas, todas traicionadas por dirigentes social demócratas. También en Francia surge un movimiento antimilitarista y hay diputados socialistas que votan en el parlamento por dar fin a la guerra. En Alemania surge el grupo “Espartaco” quienes organizaron en Berlín la primera gran manifestación militarista. También en Austria-Hungría se llevan acciones contra la guerra. Todas reprimidas con brutalidad.

La crítica situación del zarismo asustó a la burguesía rusa y a sus aliados pues temían la situación de efervescencia revolucionaria que vivía el pueblo ruso. El zarismo ya no los convencía y los burgueses aspiraban a tomar el poder, seguros de que derrotado ese régimen tan odiado por el pueblo se evitaría la revolución social. A la vez necesitaba continuar la guerra ya que era un excelente negocio que los enriquecía. Los comunistas hablaban de paz y ello era peligroso. Pensaron, con apoyo de los “aliados” dar un golpe de estado, hacer renunciar al zar Nicolás II y entregar la corona a su hijo menor de edad vinculado a ellos a través del regente.

El camino hacia la toma del poder no fue fácil. En marzo de 1917 los comunistas llaman a una huelga política contra el hambre la guerra y el zarismo. Es reprimida pero los obreros pasan de la huelga política a la insurrección. En Petrogrado, la capital de entonces, los obreros copan el arsenal y se arman. Se forman los Soviet de obreros y soldados insurrecto y, simultáneamente, se forma el gobierno Provisional de la burguesía con los terratenientes, que se apresuraron a formar gobierno. Durante unos meses hubo una dualidad de poderes.

El 6 de abril de 1916 los EEUU le declaran la guerra a Alemania (cuando ésta no podía resistir mucho más) pero sus tropas solo llegaron y tomaron parte en 1918. También le declararon la guerra a Alemania, en abril de 1917 los países subordinados a los EEUU como Cuba, Panamá, Guatemala, Honduras. Y China lo hace en agosto de dicho año pero sin combatir, solo con el ingenuo objetivo de que por ello, los aliados, le ayudaran a rescatar los territorios ocupados por Japón en 1914.

En ese mismo mes, el 16 de abril de 1917, Lenin regresa a Rusia luego de 9 años de destierro y miles de obreros y soldados fueron a recibirlo. Lenin señala que se había cumplido la primera etapa de la revolución, el ascenso de la burguesía al poder, como consecuencia de la poca madurez e ineficiente organización de la clase obrera. Pero que ahora había que poner fin a la dualidad de poderes y surge la consigna “TODO EL PODER A LOS SOVIETS” y el objetivo: “Paz para los pueblos, tierra para los campesinos, y pan para todos los trabajadores”.

En agosto de 1917 en VI congreso del partido bolchevique determina que ha llegado la hora de liquidar al gobierno Provisional y la tarea del día pasó a ser el derrocamiento de la burguesía mediante la insurrección armada. Era la hora de luchar por implantar la dictadura del proletariado. Los burgueses intentaron imponer un gobierno militar, pero el gran movimiento estaba en marcha. Mientras los burgueses llamaban a continuar la guerra “hasta triunfar” los comunistas hablaban de lograr la paz. La situación se consolidó cuando se forma un frente único de obreros, campesinos y soldados bajo la dirección de los bolcheviques y de Lenin.

El 7 de noviembre de 1917 se produce el más grande de los acontecimientos históricos mundiales hasta la fecha. La creación del primer Estado Socialista del planeta. Esta Revolución marca el principio de la crisis estructural del imperialismo de la cual no saldrá más. El país más extenso del mundo constituía un gobierno de obreros y campesinos y su primera medida fue lograr una paz inmediata.

A fines del siglo XIX y en los primeros años del XX las relaciones internacionales estaban marcadas claramente por la competencia imperialista la cual va delimitando dos campos rivales centrales. La principal competencia era entre Inglaterra y Alemania sin que por ello dejara de existir otras menores entre Francia y Alemania entre Francia e Inglaterra, entre Rusia y Austria-Hungría y otras.    

Se forman, como consecuencia, dos bloques militares. A fines del siglo XIX (entre 1879 y 1882) se crea la “Triple Alianza” entre Alemania, Austria-Hungría e Italia por una parte y por la otra Francia y Rusia lo hacen entre 1891 y 1893. Inglaterra se incorpora con Francia en 1904 (mediante “El Tratado Cordial”) y en 1907 lo hace con Rusia conformándose así la otra triple alianza.

Alemania era la potencia mejor preparada para la guerra, industria militar desarrollada, mejores equipos técnicos, buenas carreteras, ferrocarriles con redes que cubrían todo el territorio, importantes reservas de materias primas y combustibles, una población preparada militarmente y un mando eficiente y organizado. En su contra lo que le harían falta, si agotaban esas reservas sin terminar la guerra: alimentos y materias primas. Además no deberían tener tantas pérdidas humanas (eran 6 millones de soldados contra 11 millones) pues su población era menor que la de los rivales. Por lo tanto la guerra debería ser “relámpago”, es decir, por sorpresa, demoledora de la capacidad enemiga para conseguir sus capitulaciones.

Los alemanes sabían que tenían superioridad en artillería, en aviones, en armas pero también sabían esa superioridad se comenzaba a acortar. Los franceses, ingleses y rusos empezaban a mejorar sus ejércitos y se estimaba que para 1918 alcanzarían el poderío de Alemania. Entonces la ventaja actual se perdería. Los imperialistas alemanes debían lanzar la guerra cuanto antes. Sarajevo fue el pretexto.

En la primera guerra inter imperialista participaron (de hecho o formalmente) 34 estados sobre 59 que había en el mundo. Esos 34 estado reunían una población cercana a los mil millones de personas. Los “aliados” (la Entente) movilizaron a 45 millones de personas, los alemanes y sus aliados a 25 millones. De esa manera 70 millones de seres humanos se vieron involucrados en una guerra donde se disputaban los intereses de los grandes grupos monopolistas. Hubo casi siete millones de muertos directos, más de un millón que murieron por sus heridas, más de un millón y medio por enfermedades en el frente y más de medio millón en cautiverio. Casi 10 millones de personas muertas por causa de los combates a lo que se le debe agregar varios millones de civiles (se estima en 20 millones) a causa de los ataques a poblaciones, al hambre y a las enfermedades.

La guerra inter imperialistas tuvo efectos catastróficos para la economía y la población: 1. Descenso de la natalidad; 2. Ascenso de la mortalidad; 3. Millones de viudas; 4. Millones de huérfanos; 5. millones de mutilados y enfermos mentales; 6. Destrucción de las fuerzas productivas; 7. Incremento de la explotación al trabajador; 8 Fortalecimiento de los monopolios; 9. Mayor y rápida concentración de la riqueza en pocos grupos.

LA GUERRA FUE UNA PUJA ENTRE LOS MONOPOLIOS POR UN NUEVO REPARTO DEL MUNDO QUE LES ASEGURARA MERCADOS Y GANANACIAS.

En 1916 Lenin finalizaba el trabajo denominado “EL MPERIALISMO, ETAPA SUPERIOR DEL CAPITALISMO”. En él señalaba los cinco rasgos fundamentales a saber:

1.       LA CONCENTRACIÓN DE LA PRODUCCIÓN Y EL CAPITAL SE HAN DESARROLLADO HASTA UN GRADO TAL QUE HA CREADO MONOPOLIOS QUE JUEGAN UN PAPEL DECISIVO EN LA ECONOMÍA.

2.       LA FUSIÓN DEL CAPITAL BANCARIO CON EL CAPITAL INDUSTRIAL Y LA CREACIÓN SOBRE LA BASE DE ESE CAPITAL “FINANCIERO” DE UNA OLIGARQUÍA FINANCIERA.

3.       LAS EXPORTACIONES DE CAPITALES, A DIFERENCIA DE LAS EXPORTACIONES DE MERCANCÍAS, ADQUIEREN IMPORTANCIAS EXCEPCIONALES.

4.       SE FORMAN ASOCIACIONES CAPITALISTAS INTERNACIONALES MONOPOLISTAS QUE SE REPARTEN EL MUNDO.

5.       CULMINA EL REPARTO TERRITORIAL DE TODO EL MUNDO ENTRE LAS GRANDES POTENCIAS CAPITALISTAS.
¿Y las potencias que no llegaron a ocupar posiciones importantes? ¿Cómo harían para “ganar terreno”?. El terreno necesario para que sus monopolios puedan obtener grandes ganancias.

A partir de que se ha cumplido el rasgo número cinco que señalara Lenin, cualquier modificación de ese reparto debería efectuarse por la fuerza. Y ello fue lo que dio origen a las Guerras Mundiales.  

La segunda guerra mundial.

34.000.000 de muertos computa la nefasta e incompleta estadística, pues pueden haber sido cientos de miles más.

28.000.000 de mutilados, agrega, sin contar con los efectos que sobre la mente de los “sanos” produjo la guerra imperialista.

935 mil millones de dólares (de 1940) sólo en gastos de guerra, gran parte de éstos se convierten en “ganancia” de los imperialistas.

Miles de ciudades, poblados y bienes producidos por millones de trabajadores a través de los siglos, destruidos por el interés económico, por el capitalismo en su fase superior.

Después de finalizada la primera guerra mundial y después del surgimiento del primer país socialista sobre la tierra, la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, los Estados Unidos, en conjunto con Francia e Inglaterra, adoptan medidas económicas y políticas destinadas a restaurar la industria pesada en Alemania. Para ello invierten miles de millones de dólares con un claro objetivo.
Desarrollan una potente industria militar que pretenden utilizar para derrocar a la Unión Soviética. Una poderosa fuerza de choque contra el primer país socialista. “El bebé debe ser ahogado en su cuna” expresaría Churchill.
La segunda guerra mundial no se inició como guerra mundial sino con una serie de “focos de lucha”.
El primer “foco” se produce en septiembre de 1931: Japón invade China. Para iniciar (y justificar) la invasión los japoneses utilizan “el viejo, poco original pero efectivo truco del imperialismo, similar al utilizado por los yanquis en La Habana, para ingresar con argumentos a la guerra contra España: atentar contra su propio barco, el Maine.
Los japoneses hacen “volar” la línea del ferrocarril de Manchuria meridional, de su propiedad, culpando a los Chinos y justificando la ocupación, contando para ello con la complicidad de Inglaterra y Francia, países que lideraban la Liga de las Naciones, destinadas a evitar nuevos conflictos. La mayor acción de estos dos países en esa liga consistió en nombrar la “Comisión Litton” que trataría la “internacionalización” de la zona ocupada, no el retiro de los invasores.
Japón no quiere compartir el saqueo con los otros imperialistas y por ello se retira de la Liga de las Naciones en marzo de 1933. Es el año en que los nazis llegan al poder en Alemania proclamando, sin tapujos, que sus objetivos son el dominio del mundo por medios violentos, mostrándose a su vez, como el “baluarte de occidente contra el comunismo”. Y en octubre de 1933 Alemania toma la misma decisión que Japón: abandona la Liga de las Naciones, ya no hay que darle explicación a nadie.
En marzo de 1935, desconociendo la prohibición del tratado de Versalles, los nazis implantan el servicio militar obligatorio y comienzan a formar un poderoso ejército. Ese desconocimiento del tratado de Versalles es acompañado por Inglaterra, quien concertó en 1935 un “acuerdo naval” que le concedía a Alemania, el derecho de poseer marina de guerra. Supuestamente limitada, ya que el acuerdo contiene un párrafo que expresa “hasta el 35% del tonelaje de la potencia naval del imperio británico”.
También en 1935, la Italia fascista, respaldada por Francia e Inglaterra, ocupa Etiopía. Nada hace para impedirlo la Liga de las Naciones. En EEUU se aprueba una ley de “neutralidad” que indica no vender armas a los beligerantes. Ley por demás de clara: Italia tiene armas, Etiopía no. La URSS, en cambio, se pronuncia a favor del pueblo agredido.
En 1936 Alemania ocupa la zona desmilitarizada de Renania. En julio de ese año, Franco se amotina contra el régimen republicano, con el apoyo militar de la Alemania de Hitler y de la Italia fascista. La Liga de las Naciones no sólo no actúa, sino que, a través de su “Comité de no Intervención” impedía que la república española pudiese comprar armas. Mientras, los EEUU mantenían su ley de “neutralidad”, no vendiendo armas a los bandos.
En julio de 1937 los japoneses atacan al ejército chino y avanzan a Peiping, pensando obtener una rápida victoria. La resistencia del ejército popular chino convirtió una guerra relámpago en una guerra prolongada.
Alemania, Japón e Italia avasallan nuevos territorios ocupándolos: Manchuria, Etiopía y España iniciarían la lista. Lo habían logrado gracias a la complicidad activa de Francia, Inglaterra y los EEUU. Permitían que el monstruo creciera pues su destino principal sería el de destruir la URSS.
En 1933 el gobierno soviético había analizado la situación y previsto su desarrollo. En febrero de ese año propone emitir una declaración común contra la agresión, la que no es considerada. A fines de ese año la URSS propone una resistencia activa común para frenar a los nazis, la que tampoco es considerada. Todos los países capitalistas aspiraban a que la maquinaria de guerra fascista barriera con la Unión Soviética.
A comienzos de 1934 los gobiernos soviéticos y francés intentan conformar un acuerdo, “el pacto oriental” de ayuda mutua entre la URSS, Checoslovaquia, Finlandia, Letonia, Estonia y Lituania y un tratado separado URSS-Francia como si Francia fuese uno más de los países mencionados. Mientras, la URSS aceptaba reconocer a Francia el tratado de Locarno, firmado en 1925, que aseguraba las fronteras de Francia y Bélgica frente a Alemania. Papel importante en el armado del llamado “pacto oriental” lo cumple el estadista francés Luis Barthon.
En 1934 la URSS ingresa a la Liga de las Naciones y propone un sistema de seguridad colectiva contra la agresión, por la paz y por la defensa de los pueblos de China, España y Etiopía.
En 1935 la URSS concluye el tratado con Francia y Checoslovaquia. El gobierno burgués checo impone la cláusula de que la URSS podrá defenderlo de una agresión sólo si lo hace primero Francia. Poco después el gobierno francés, apoyado por Inglaterra, violará y anulará el tratado.
Francia, Inglaterra y los EEUU, sus gobiernos, incitan a la Alemania nazi, al agresor, a que ataque a la URSS. Les entregan, a cambio, varios países europeos.
En noviembre de 1937, el ministro inglés Lord Halifax se entrevista con Hitler. Encomia sus grandes “méritos por la lucha contra el comunismo” y le promete la ciudad de Danzig (Godnia), Austria y Checoslovaquia, expresándole que esos son “cambios en el orden europeo que, seguramente, tarde o temprano deberían acaecer”; y le solicitaba que, de ser posible, lo realizara “mediante una evolución pacífica”.
En la misma reunión, Lord Halifax manifiesta la disposición de Inglaterra y Francia de adherir al eje Berlín-Roma constituido en octubre de 1936, para que “ninguna de las cuatros potencias quedarán al margen, en forma alguna, de esa elaboración”. Ese gran eje tenía como objetivo la URSS: “el bebé debe ser ahogado en su cuna”.
No le fue bien a Halifax; no percibió que Hitler interpretaba sus deseos de una gran alianza como una manifestación de debilidad. Además, si la hacía, ¿qué quedaría para Alemania? No obstante ese primer fracaso, Inglaterra insiste y, en marzo de 1938, por intermedio de su embajador en Alemania, intenta llegar a un nuevo entendimiento, a “una verdadera y cordial amistad con Alemania”. Hitler interpretó que tenía vía libre para sus planes y, en efecto, la tenía. El 11 y 12 del mismo mes sus tropas ingresan a Austria y la ocupan. El 13 promulga la ley de su anexión a Alemania.
Los gobiernos de Inglaterra y Francia, con el beneplácito de los EEUU, aprobaron rápidamente el cambio. Sólo la URSS denunció el saqueo y el 17 de marzo convocó a otros gobiernos a detener la agresión y a no permitir el desencadenamiento de una nueva guerra mundial. La nota de convocatoria para que esa reunión se realizara decía: “mañana quizá sea tarde, pero hoy todavía puede hacerse si todos los estados, especialmente las grandes potencias, adoptan una posición sin ambigüedades en el problema de la salvación colectiva de la paz”.
Dicho mensaje no fue escuchado pues todo avanzaba según lo previsto, que era dejar que Alemania se apropiara inicialmente de territorio europeo para que luego ésta apunte, con toda su potencia, a destruir el sistema soviético. Los soviéticos lo sabían, pero lo que no sabían los franceses ni los ingleses era que Hitler no tenía intenciones de compartir con ellos sus conquistas.
Hitler apuntaba ahora a Checoslovaquia. Había que justificar la agresión y utiliza para ello a sus partidarios en ese país. Su estrategia arrancó con una supuesta discriminación contra los ciudadanos de origen alemán, discriminación contra el Partido de los Alemanes Sudetes, dirigidos por el fascista Geinlein quien, apoyado desde Berlín, organiza provocaciones e, incluso, una insurrección armada contra el gobierno checo.
Estaba vigente el tratado soviético-checo de 1935 suscripto en apartado por Francia, quien se vio obligado a cumplirlo por la presión popular en ese país. Hitler estima prudente postergar sus planes pero les recuerda, en especial a Inglaterra, de que Checoslovaquia ya había sido entregada.
Fue el temor a la reacción interna por la que Francia (acompañada por Inglaterra) decide “honrar” el tratado. Por lo tanto, hay que torcer esa reacción de sus pueblos, hay que cambiar esa reacción interna para que Hitler pueda ingresar, ocupar y anexar Checoslovaquia. Por lo tanto, durante los próximos meses “bombardean” al pueblo a través de toda la prensa para que prevalezca la idea que Francia e Inglaterra no están preparadas para la guerra  y que el pueblo no tenía por qué embarcarse en una guerra ni morir por la defensa de un “lejano” país. Simultáneamente presionan al gobierno checo para que capitulara frente a Hitler y le recordaban a éste, a Alemania, que debía cumplir con el compromiso de atacar a la URSS.
Para que esto sea posible, a mediado de 1938 llega a Checoslovaquia el inglés pro nazi Lord Runciman a fin de “mediar” entre el gobierno checo y el partido alemán fascista de Geinlein, convirtiendo un problema interno en una cuestión internacional; y el 15 de septiembre de ese año se resuelve el futuro de Checoslovaquia (su desmembración) en una reunión entre el presidente del Consejo de Ministros de Inglaterra, Chamberlaim y Hitler. Sólo cuatro días después, el 19, los gobiernos de Francia e Inglaterra exigen al gobierno checo la entrega de todos los territorios en donde la población germana superara el 50%. EEUU respaldó todo lo actuado. Como el gobierno checo vacilaba el 21 (sólo dos días después) se le envía un fuerte ultimátum.
La URSS, en cambio, estaba dispuesta a respetar el tratado, aún sola. A tal efecto concentró 30 divisiones en la frontera y puso alerta a su aviación, pero el gobierno checo rechaza la ayuda y el mismo 21 capituló ante Francia e Inglaterra y el 22, sólo unas horas después, Chamberlain se reúne de nuevo con Hitler y le informa que los Sudetes pueden ser transferidos a Alemania. A Hitler le parece poco y exige la realización de plebiscitos (organizados por él) en las regiones donde los alemanes son minorías y, además, exigió que Checoslovaquia satisficiera las demandas territoriales de Polonia y Hungría.
El 29 y 30 de septiembre se reúnen, en Munich (Alemania), Hitler, Mussolini, Chamberlaim y Daladier; allí consolidan el desguace de la nación checa a quien, además, le exigen que anule su tratado con la URSS.
El 6 de diciembre de 1938 se firma una declaración franco-germana de no-agresión. Así la seguridad de ambos países quedaba “garantizada”. Para Francia e Inglaterra eso significaba que todos los caminos conducían ahora a Moscú. Para EEUU también, el New York Time aseguraba que ese tratado franco-germano “era una criatura norteamericana” La idea de utilizar a una Alemania que, entre todos hacemos más poderosa, para destruir al socialismo, avanza. Después nos quedaríamos con la URSS y también con Alemania, piensan los dirigentes yanquis...
Frente a esta situación los soviéticos actuaban. Se convoca al XVIII Congreso del Partido Comunista que resuelve: 1) Continuar con la política de paz y por el fortalecimiento de las relaciones con todos los pueblos y países del mundo; 2) Vigilar e impedir que las provocaciones arrastren a nuestro pueblo a un conflicto; 3) Fortalecer el ejército y la marina rojas y 4) Afianzar las relaciones internacionales de amistad con los trabajadores de todo el mundo por la paz y la amistad de los pueblos.
Incentivada por los gobiernos de los EEUU, Francia e Inglaterra, Alemania prepara ahora su agresión contra Polonia. En octubre de 1938 Hitler exige que se le entregue Danzig y el corredor que unía Polonia con el Báltico.
El 15 de marzo de 1939 Alemania consolida la ocupación de Checoslovaquia: Bohemia y Moravia pasaron a ser “protectorado alemán” y Eslovaquia fue declarado “estado independiente” con un gobierno pro fascista.
Unos días después Hitler exige a su aliada Lituania la faja costera de ese país quien la entrega con prontitud.
En abril de ese mismo año (1938) tropas conjuntas de Italia y Alemania invaden Albania sin consultar con sus aliados del pacto de Munich: Francia e Inglaterra.
Un mes antes Hitler había entregado a Hungría la Ucrania subcarpática que pertenecía a Checoslovaquia.
Mientras, en Alemania, los ideólogos del “Tercer Imperio” comenzaron a reclamar las colonias ocupadas por Francia e Inglaterra luego de la derrota alemana de la primera guerra mundial. Tal como lo afirmaba Lenin, una vez surgido el imperialismo, una vez finalizado el reparto de la Tierra entre ellos, en el futuro, cualquier modificación se debía realizar desplazando a otros colonialistas.
Francia e Inglaterra comenzaron a temer que el imperialismo alemán no estuviese dispuesto a respetar los intereses de sus imperialismos y deciden, por primera vez, ejercer una tibia presión diplomática.
El gobierno inglés anuncia a Polonia que le da garantías que protegen su integridad territorial, lo que no cumplió. Igual “seguridad” le ofrece a Rumania y Grecia.
En marzo de 1939 Inglaterra y Francia habían iniciado unas formales negociaciones con la URSS, conversaciones que duraron cuatro meses. Objetivo: no llegar a ningún acuerdo, pero mostrar a Alemania que podrían hacerlo. Y, por vigésima vez, convencer a Alemania que si  atacaba a la URSS, ellos nada harían para impedirlo.
En esas conversaciones la URSS ofreció a Francia e Inglaterra, si era agredida por Alemania, 136 divisiones, 5 mil piezas de artillería, 10 mil tanques y 5 mil aviones. Los ingleses ofrecieron ¡5 divisiones de infantería y una de tanques!
Mientras, en Inglaterra, este país (olvidándose de Francia) ofrecía a Alemania toda la Europa sureste y Polonia (a la que sólo unos meses atrás había garantizado defender) y considerar a la URSS y a la China “zonas en que Alemania e Inglaterra podrían encontrar amplias posibilidades para aplicar sus fuerzas”.
Pero el imperialismo alemán, los nazis, no deseaban compartir el reparto del mundo a medias, con Inglaterra. Y se prepararon para invadir Polonia, contaban con la indiferencia de su presidente, el traidor Beck.
La situación de la URSS era muy crítica y compleja. Por un lado la amenaza de Alemania con el apoyo no declarado de Francia, Inglaterra y los EEUU.
En oriente, los japoneses en 1938 intentaron irrumpir en territorio soviético siendo derrotados por el ejército rojo.
En 1939 los japoneses invaden Mongolia, aliada a la URSS, y son nuevamente derrotados por el ejército rojo en el río Jalín-gol.
Japón, alentado por Inglaterra, dispone realizar una gran ofensiva contra la URSS. Ante esta situación los soviéticos, aún sabiendo de su seguro no-cumplimiento, en agosto de 1939 concretan un plan de no-agresión con Alemania. Su objetivo: ganar tiempo y crear condiciones más favorables para la defensa de su territorio y de su sistema.
Y la “guerra” comienza, el 1º de septiembre de 1939, pero comienza entre los países imperialistas.
Los alemanes, en virtud de las tibias presiones de Francia, Inglaterra y los EEUU; en virtud de los acontecimientos ocurridos en China, Etiopía, España, Austria, Checoslovaquia y Albania; en virtud del pacto de no-agresión firmado con la URSS, llegaron a la conclusión de que era menos riesgoso para ellos comenzar la guerra por el predominio mundial derrotando a sus rivales imperialistas, que enfrentar a la URSS. Eso lo harían luego y no sería un enfrentamiento, sería un paseo.
El 1º de septiembre de 1939 Alemania invade Polonia. Para hacerlo aparece la tradicional “justificación”. Una tropa de criminales nazis, utilizando uniformes del ejército polaco, ataca la emisora radial alemana de la ciudad fronteriza de Gluwitz. Los alemanes responden a la “agresión” ocupando Polonia. Esta acción se considera el inicio de la segunda guerra mundial.
Con motivo de la invasión a Polonia, Inglaterra y Francia se ven obligadas a declarar la guerra a Alemania, se trataba de una declaración formal, la llamada “extraña guerra” ya que, paralelamente, insistían de un acuerdo con Hitler que desencadenara la guerra soviética-germana.
El gobierno polaco abandonó a su población, masacrada por los nazis. Junto con el mando superior militar, los miembros del gobierno huyeron al extranjero llevándose el oro del banco nacional. Fueron los ciudadanos polacos, las brigadas obreras comunistas y socialistas, las que ofrecieron resistencia al poderoso ejército alemán. La lucha se mantuvo hasta el 2 de octubre.
El gobierno soviético no contempló este accionar sin tomar decisiones. Sabía que en algún momento atacarían la URSS, sabía que, tarde o temprano, Hitler acordaría volcar sus fuerzas contra la naciente nación socialista. Por eso, cuando Alemania invade Polonia, surge en la URSS la necesidad de crear una barrera defensiva para detener el avance nazi. El ejército rojo ingresa a Bielorrusia occidental y en Ucrania occidental, territorios que habían sido anexados por Polonia en 1920, donde se los arrebataron a la naciente república soviética.
Comienza la defensa de la patria de los trabajadores, comienza la defensa de la patria, comienza lo que más adelante se convertirá en la Gran Guerra Patria.
En Letonia, Lituania y Estonia se había instalado el poder soviético en 1918 por parte de los trabajadores, pero pronto fueron derrotados por los “blancos”, los que con apoyo extranjero instauraron un gobierno títere en 1919.  En 1940 los trabajadores logran destituir a esos gobiernos pro fascistas y, en el mes de agosto de ese año, resuelven integrarse a la URSS. Igual actitud adoptan Bucovina y Moldavia.
En los planes del imperialismo estaba utilizar a Finlandia como una cabeza de puente para atacar a la URSS, en particular a Leningrado, la segunda ciudad en importancia, situada a sólo treinta y un kilómetro y medio de la frontera.

En conocimiento de ello, la URSS propone a Finlandia trasladar la frontera a 60 kilómetros, otorgando, a cambio, el doble de territorio en la región de Carelia.

Los finlandeses rechazan la propuesta, una decisión que podía esperarse, pero, incentivados por Inglaterra y los Estados Unidos, comienzan a efectuar una escalada de provocaciones que desembocan, en noviembre de 1929, desatando la guerra entre Finlandia y la URSS.

La estrategia de los monopolios era clara desde el inicio. No dar tregua al primer país socialista, agredirlo por todos los frentes posibles, desgastarlo, utilizando para ello todos los recursos necesarios y todos los métodos a su alcance. “El bebé debe ser ahogado en su cuna”, la máxima de Churchill.

Pero los planes de Inglaterra y Francia, que en lugar de preocuparse por lo que estaba ocurriendo en Alemania preparan sus tropas para enviarlas a Finlandia, se ven frustrados: el ejército rojo derrota al finlandés y se coloca en condiciones de ocupar la totalidad del país. Sin embargo, en una acción que no tiene precedentes por parte de los vencedores, la URSS se limita a asegurar su frontera noreste para evitar que se la ataque por allí. En marzo de 1940 se firma el tratado de paz. La frontera cercana a Leningrado (istmo de Carelia) se traslada. Parte de las penínsulas de Rybachi y Sredni se incorporan a la URSS y la península de Hanko fue arrendada por treinta años.

Mientras, los “aliados” continuaban con su “extraña guerra”. Ese mismo mes de marzo de 1940, Welles, subsecretario de estado de los EEUU, viaja a Europa para firmar la paz con Alemania y acordar, en conjunto, dirigir todas las acciones bélicas contra la URSS.

Pero los fascistas, que hasta ahora no habían enfrentado ninguna resistencia de los gobiernos “aliados”, no estaban dispuestos a incorporar nuevos socios. De hecho, ya lo tenían en los grandes monopolios de esos países, como la Ford Motors, por ejemplo.

Mientras eso ocurría, la URSS lograba recuperar la Ucrania occidental, la Bielorrusia occidental, Letonia, Lituania, Estonia, Bucarina y Moldavia y correr la frontera con Finlandia.

Alemania e Italia, mientras, preparaban la invasión a Francia e Inglaterra con el objetivo de sumar el poderío de esas potencias para fortalecerse. Contaban con muchos amigos locales y esperaban poca resistencia oficial.

En abril de 1940 Alemania ocupa Dinamarca y Noruega, desde donde planea instalar una cabecera de puente contra Inglaterra. Los gobiernos burgueses de ambos países capitulan sin ofrecer resistencia. La resistencia sólo provino de grupo de trabajadores y patriotas.

El 10 de mayo de 1940 Alemania ocupa Francia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo. Estas últimas tres naciones habían declarado su “neutralidad” para no ser parte de la guerra, en una clara muestra de ingenuidad política o de colaboracionismo encubierto.

Para justificar la invasión los nazis recurren al viejo truco yanqui del acorazado Maine en la bahía de La Habana: la aviación alemana bombardea la ciudad alemana de Freiburg culpando de ello a la aviación holandesa y belga. Una línea común por parte de los agresores: su propio barco destruyen los yanquis para “justificar” la guerra contra España; sus propios trenes destruyen los japoneses para “justificar” la declaración de guerra a China; sus propios aviones bombardean a su propia ciudad y a sus propios ciudadanos para “justificar” la invasión a Holanda y Bélgica. Armas de destrucción masiva declara Bush y “justifica” su invasión a Irak. Así actúan los monopolios, así es el imperialismo. En todas sus acciones la falsedad predomina.

El 19 de junio Londres sufre el primer gran bombardeo aéreo alemán. Las acciones aéreas se mantienen durante meses hasta principios de 1941 constituyéndose esas acciones aéreas en las más importantes de la “extraña guerra”, por no decir la única.

Francia, la poderosa Francia, la vencedora de la guerra anterior, de la primera guerra mundial, no ofreció resistencia a la invasión Alemana. El 22 de julio de 1940 el gobierno de Petain, capitula. Indignados, los patriotas de toda Francia se unen para rechazar la ocupación. Los trabajadores comunistas y socialistas están a la vanguardia de la verdadera Resistencia.

Hitler divide en dos a Francia: la norte, ocupada por el ejército alemán, y la sur a cargo del capitulador y traidor Petain, colaboracionista que apoyaba a Hitler abasteciendo de materiales a su ejército y de mano de obra esclava a sus industrias, deportando trabajadores.

El 10 de julio es Italia la que invade el sur de Francia y es nuevamente Petain el que, el 24 del mismo mes, capitula.

En julio los fascistas italianos ocupan la Somalia británica en África, y en septiembre ingresan a Egipto. Una vez más queda demostrado que sólo la guerra producirá cambios sobre el reparto inicial del planeta efectuado por el imperialismo: De la Somalia británica a la Somalia itálica.

El 27 de septiembre de 1940 se firma, en Berlín, el “Pacto Tripartito” entre Alemania, Italia y Japón. En ese acuerdo se distribuyen áreas de influencia”: Europa y África para Alemania e Italia, Asia para Japón.

En octubre Italia avanza sobre Grecia; el gobierno de este país está dispuesto a rendirse pero el ejército y la población ejercen una fuerte resistencia.

Europa está siendo totalmente ocupada, y ahora también África colonial, tal como lo preveía Hitler: no sólo sin un alto costo, sino con una enorme ganancia al disponer su ejército e industria de nuevas materias primas, nuevos alimentos, nuevos soldados y mano de obra esclava.

Nada, absolutamente nada dijeron Inglaterra y los EEUU, como nada, absolutamente nada (salvo algunas “declaraciones” de compromiso) decían sobre los crímenes horrendos que los nazi-fascistas producían en las zonas ocupadas: Comunistas, judíos, sospechosos, enfermos, sean viejos o niños recién nacidos, debían ser exterminados. Sólo en la invasión a Polonia los nazis masacraron a más de seis millones de personas. A ellos hay que sumarles los asesinatos en todos los otros países ocupados desde Checoslovaquia a Francia con un factor común, un factor común que satisface a los monopolios y a sus gobiernos de Inglaterra y de los EEUU: los más buscados para ser asesinados eran, en primerísimo lugar, los comunistas.

Campos de concentración, campos de exterminio, diabólicos experimentos con seres vivos, genocidio, fusilamientos en masa “ejemplificadores”. Avanzaba el “nuevo orden”; la “moral fascista” en pleno auge, favorecida, impulsada, sostenida, mantenida, por los gobiernos de la “extraña guerra”: por el gobierno de Francia, ahora colaboracionista y por el de los EEUU e Inglaterra. Cómplices de la masacre e impulsores de que la misma se traslade, multiplicada, sobre la URSS.

La guerra tuvo, desde el inicio, un carácter imperialista, pero la Resistencia de los pueblos comenzaba a darle otro cariz: antifascista; y para no poco sectores: pro socialista, pues comprendían que el fascismo no es más que la manifestación más sincera del imperialismo, la manifestación más honestas de sus objetivos, la de mostrarse cómo son, donde, al decir del manifiesto comunista, “prevalece un régimen franco, descarado, directo, escueto de explotación”, donde prevalece un régimen que no deja en pié más vínculo “que el del interés escueto, el dinero contante y sonante que no tiene entraña”. Un régimen que únicamente idolatra al capital que vino al mundo “chorreando sangre y basura por todos los poros, de la cabeza a los pies”.  

Comentaban compañeros cubanos, refiriéndose al caso del niño Elián, que fueron fundamentales las decisiones del gobierno y pueblo cubano de exigir su  reintegro a la patria socialista. Que fueron  importantes las multitudinarias expresiones de apoyo de toda la sociedad cubana, en particular, las de sus niños y jóvenes en esa lucha titánica y justa. Pero todo ello no era suficiente, se necesitaba, además, contar con el apoyo de la propia opinión pública norteamericana; no la de sus dirigentes sino la de sus ciudadanos. Ciudadanos que deberían comprender que Elián era un niño secuestrado, un niño que era utilizado por un grupo mafioso que pugnaba por “legalizar” ese secuestro. No fue esa el primer caso en la historia en que la opinión pública obliga a su gobierno a tomar actitudes distintas a las planeadas.


La “extraña guerra” es un ejemplo de ello. Pese a declarar la guerra a Alemania, los “aliados”: Francia, Inglaterra y los EEUU, nada hacían, incluso nada hicieron cuando uno de ellos, Francia, fue ocupada con crímenes y genocidio denunciados y comprobados. Nada hicieron desde esa declaración formal del 3 de septiembre de 1939.
Fueron los pueblos los que reaccionaron, fue la “opinión pública” de esos países la que exigió a sus gobiernos actitudes más firmes, más comprometidas.
En todo el mundo se conformaban frentes antifascistas, encabezados o compartiendo su dirección por los comunistas, los socialistas, los patriotas nacionalistas y todos aquellos que no compartían el “nuevo orden” impuesto o a imponer por el fascismo.
Los comunistas, sus partidos comunistas, fueron la vanguardia en la lucha contra el enemigo común, contra el fascismo. Vanguardia en cualquier lugar y en cualquier terreno. La defensa del primer país socialista de la historia de la humanidad y la defensa de la vida misma de la humanidad era el móvil donde se ofrecía la propia vida.
El Partido Comunista de Alemania, en la más dura clandestinidad, agitaba la consigna de la derrota del fascismo entre obreros y soldados, agitaba la consigna de transformar esta guerra de los monopolios en una guerra contra los monopolios, en una guerra revolucionaria. En las acciones, llevaba a cabo atentados contra fábricas de armamentos y objetivos militares. Piensen en lo extremadamente difícil de sus tareas, expuestos a todo, a la tortura, a la muerte, incluso a la delación de sus compañeros y de sus pequeños hijos.
El Partido Comunista de Italia organizó la lucha para derrotar a Mussolini. En mayo de 1941 elabora un manifiesto donde vuelve a denunciar el carácter imperialista de la guerra y miles de ciudadanos se suman a la lucha antifascista.
El Partido Comunista de Japón se pronuncia contra el militarismo nipón y llama a su derrocamiento.
El Partido Comunista de China organiza las primeras guerrillas contra los ocupantes de Manchuria. En 1932 se unen a los obreros de Shanghai con el 19 ejército popular chino y, dirigidos por el Partido Comunista, se lanzan sobre los agresores. En 1937 el PC convoca a todo el pueblo chino a la lucha por la liberación nacional.
El Partido Comunista Checoslovaco crea un frente popular antifascista. El 15 de mayo de 1939 convoca al pueblo a la resistencia y a recuperar la soberanía de la Checoslovaquia desmembrada y ocupada.
En Yugoslavia se crea un movimiento de liberación nacional encabezado por el Partido Comunista. El 15 de abril de 1941 convoca a la derrota total del fascismo mientras, el movimiento guerrillero, también dirigido por los comunistas, atacaba a las tropas nazis y colaboracionistas.
Los Partidos Comunistas de Bélgica, Holanda, Dinamarca y Noruega, convocaban a la lucha por la liberación nacional.
En Francia, la Resistencia crecía día a día. Actos de sabotaje y heroicas acciones guerrilleras se efectuaban bajo la dirección del Partido Comunista.
En la Argentina, el Partido Comunista promueve la creación de un “frente democrático nacional antifascista, para aplastar el fascismo y construir una Argentina grande, próspera, feliz y respetada en el mundo”.
En Uruguay, en Chile, en Perú, en Brasil, en Cuba, en toda América Latina y el Caribe los Partidos Comunistas son los que encabezan la lucha contra el nazifascismo.
Los comunistas de todo el mundo estuvieron entre los más valientes, fueron los más conscientes, los que más se esforzaron en cada momento por unir a todos los patriotas contra el enemigo fundamental, contra el imperialismo nazifascista.
Inglaterra y los EEUU  finalmente “resuelven” combatir al nazifascismo, pero lo hacen tarde y a regañadientes; lo hacen por dos razones: a) la exigencia de sus pueblos y de todos los pueblos para que abandonen su papel de meros espectadores, y b) porque comienzan a intuir  que los fascistas no van a poder destruir a la Unión Soviética. Aún así, las acciones de guerra que inician, son menores, son de utilería.
Con Europa ocupada, con África invadida, con el ejército japonés en Asia, para los planes del imperialismo, se ha cumplido una etapa: ahora le ha llegado el turno a la Unión Soviética.
Al iniciarse el verano, el 22 de junio de 1941, domingo de madrugada, sin declaración de guerra, el ejército fascista alemán invade la URSS por tierra mientras la aviación bombardea poblaciones civiles. ¡Adiós al pacto de no-agresión!  Los alemanes no ingresaron solos, los acompañaban tropas de Italia, de Finlandia, de Rumania y de otros países colaboracionistas.
Los fáciles y lógicos “triunfos”  del ejército alemán en Europa les hicieron creer a los agresores que repetirían su accionar en la patria de los trabajadores. Tal era la importancia que los nazifascistas otorgaban a esta invasión que fue iniciada y dirigida personalmente por Hitler. A la operación la denominaron “Barbarroja” y debía ocupar y destruir, en pocas semanas, al primer estado socialista y apoderarse de sus tierras, de sus industrias y de sus riquezas naturales, entre ellas el carbón y el petróleo. Completado ese paso, el nazifascismo se instalarían para siempre en el mundo.
En ese momento Alemania disponía de 214 divisiones activas (regimientos, infantería, artillería, ingeniería, servicios y caballería o tanques) y 7 brigadas (unidades tácticas). El 70% de ellas fueron destinadas al frente soviético. Pero además, a las 150 divisiones alemanas se suman otras 40 de sus aliados. Siete millones de soldados y oficiales, 20 mil aviones, 14 mil tanques contra el país de los trabajadores. La fuerza bélica más poderosa que se haya conocido.
Los gobiernos de Inglaterra y de los EEUU continuaron con su “extraña guerra” o “guerra boba” como también se la conoce. Simultáneamente brindaban para que los nazis tuviesen éxito en su ataque a la URSS y para que no sea un éxito fácil. Estaban convencidos de que los nazifascistas destruirían la Unión Soviética y aspiraban que por ello pagaran un precio alto que luego obligue a los alemanes a reconocerlos como socios en el nuevo reparto del mundo.
Harry Truman, senador y luego presidente de los EEUU, el 24 de junio de 1941, dos días después de iniciada la invasión nazi a la URSS, expresaba: “Si vemos que gana Alemania debemos ayudar a Rusia, pero si vemos que gana Rusia debemos ayudar a Alemania. Así, que se maten lo más que puedan” Y H. Hoover, compartiendo en gran parte ese pensamiento, aconsejaba no intervenir, esperar el fin de la guerra, ya que el ganador de esa contienda no estaría en condiciones de enfrentar el poder militar “intacto” de los EEUU, y cedería ante ellos. Otros dirigentes no estaban de acuerdo con esos razonamientos.
Al invadir la URSS, el 22 de junio de 1941, los alemanes entran en guerra por primera vez. Se acabaron los paseos triunfales de la “guerra boba” y los ejércitos de utilería, consentidos y posibilitados por gobiernos capituladores y falsos “aliados”. Ahora se enfrentaban a una nación, a un gobierno, a un pueblo, a un ejército.
Stalin se convirtió en el jefe visible, en el conductor de lo que se llamó La Gran Guerra Patria. Y fueron millones sus protagonistas. El gran pueblo soviético se comprometió a luchar hasta derrotar al invasor. La Gran Guerra Patria se desarrollaría en todas las áreas: en el ejército rojo enfrentando a los nazis; en las fábricas incrementando la producción, en especial la producción de armamentos para la defensa de la nación; en las minas extrayendo más minerales; en los yacimientos petroleros cubriendo las necesidades cada vez más crecientes de combustible; en el campo incrementando la producción de cereales, de leche, de verdura de aceites, de manteca; en los centros de estudio manteniendo abiertas escuelas y universidades; en los centros de salud adecuándose para recibir miles y millones de heridos, formando especialistas médicos y enfermeras; en la preparación de la mujer para que reemplazara al hombre que tuvo que empuñar el fusil; en todas las áreas estaban los comunistas y su partido jugando el papel de vanguardia que la historia les había asignado. “Trabaja no sólo para ti, sino para tu compañero que está en el frente” era una de las consignas; la otra, más contundente: “aplastemos al enemigo”.
La Gran Guerra Patria no era sólo en defensa del socialismo, era también la defensa de la gran Rusia, de toda su historia. La guerra, así, no era sólo patrimonio de los comunistas, era patrimonio de todo el pueblo soviético. Pero la conducción de esa gran epopeya estaba a cargo del gobierno soviético y de su partido comunista, que en una de sus primeras medidas, el día mismo de la invasión, resuelve enviar al frente a 48 mil de sus mejores cuadros dirigentes. El Partido Comunista es el partido de la clase obrera, pero es, y más que nunca en el poder, el Partido de todas las clases sociales no antagónicas.
Hasta ese 22 de junio, hasta ese día, los alemanes se deleitaban saqueando, violando, torturando, esclavizando y asesinando seres humanos sin asumir riesgos, a partir de ahora se enfrentarían con la muerte.
Podríamos decir que “en el campo de juego” se ubica todo el aparato de guerra nazifascista, que se fortaleció con la fácil ocupación de Europa y África, lanzada ahora contra la Unión Soviética, y en la platea se encuentran los gobiernos protagonistas de la “guerra boba”, de la “extraña guerra”, los Ingleses y los yanquis, los falsos “aliados”, apostando por Alemania mientras estaban obligados a declarar que apoyaban a la URSS.
Obligados por el papel que jugaron las masas en sus propios países y en el resto del mundo; por el papel de la organización y movilización de esas masas, por el papel creciente de la resistencia en las zonas ocupadas, por el papel de la unidad popular contra el enemigo común. Presión tan fuerte que obligó a esos gobiernos “aliados” a dar, al menos formalmente, su apoyo a la URSS frente a la agresión nazifascista.
Pese a saber que la ofensiva nazi se preparaba los soviéticos no la esperaban sino más adelante y por ello fueron inicialmente sorprendidos. Los ejércitos nazis tomaron la iniciativa y tuvieron las ventajas iniciales que de ella derivan. En las primeras semanas ocupan importantes puntos estratégicos y, si bien pagan un alto precios por su avance, llegan en septiembre, en el otoño, a las proximidades de Moscú.
Para el alto mando alemán, el 10 de octubre de 1941 Moscú caería en sus manos. Tan convencidos estaban que indicaron a sus tropas que lugar debían ocupar cada una de ellas en la capital de la Unión Soviética. Stimson, secretario de guerra de los EEUU le comunica a su presidente, Roosevelt que, en menos de un mes y en no más de tres, la URSS sería totalmente derrotada. Los grandes diarios tenían las portadas reservadas para el título “CAYÓ MOSCÜ”.
Subestimaron al ejército rojo y al heroísmo de la población soviética. No repararon que los combates en el frente oriental, en el único frente verdadero, eran cada vez más encarnizados y que ello producía muchas bajas, obligando a los alemanes a emplear sus reservas, obligándolos también a suspender otras operaciones de guerra, como la ofensiva a Egipto y otras áreas en el África, lo que les permitió a los ingleses emprender la ofensiva en África septentrional, donde aún así fueron derrotados, en enero de 1942, por las tropas ítalos-germanas.
Mientras se estancaba la ofensiva alemana y se libraba la batalla de Moscú, el 7 de diciembre de 1941 los japoneses bombardean Pearl Harbor, en las islas Hawai y atacaban, simultáneamente, otras dos bases (Wake y Midway) y las posiciones británicas en Singapur, Malasia y Hong Kong.
Japón le declara la guerra a los EEUU e Inglaterra un día después de bombardearlos. Japón descarta el triunfo alemán sobre la URSS, territorio de donde se abastecería de petróleo y hierro.
El pueblo norteamericano percibe con mayor fuerza la amenaza fascista, el fascismo también los ataca a ellos.
Los japoneses extienden su intervención a varias islas del Pacífico y Oceanía, pero éstas no dejaban de constituir acciones secundarias, la guerra se decidiría en el frente soviético.
El 6 de diciembre de 1941, mientras los aviones japoneses se dirigían a Pear Harbot, el ejército rojo derrotaba a las tropas nazifascistas en las puertas de Moscú. Fue una gran victoria, pero no decisiva, pues el ejército nazi es muy poderoso y se repliega para reorganizarse.
Y en su retirada, precipitada, corriendo, huyendo, dejaron su poderoso armamento. Fue la primera gran derrota del hasta ahora “invencible” ejército alemán. Poderoso, pero no invencible. Esa derrota cambió el ánimo general y elevó el espíritu combativo de la resistencia en los países ocupados y de todos los movimientos antifascistas del mundo. Crecen los destacamentos guerrilleros y crecen sus acciones, cada vez más audaces. Incluso se crearían nuevos movimientos, como el Parido Obrero Polaco en diciembre de 1942.   
Ese triunfo del ejército rojo permitió que se concretara, a principios de 1942, la dilatada coalición antifascista que, hasta entonces, avanzaba a tramos, frenada por las actitudes de los gobernantes de los EEUU e Inglaterra. Aún así, estos países no pensaban cumplir ni con la mitad de los compromisos asumidos entre los cuales se encontraba uno fundamental: la apertura del segundo frente, del frente occidental.
Los alemanes fueron rechazados de Moscú pero aún ocupaban Ucrania, Bielorrusia, Letonia, Lituania, Estonia y otras regiones. Se trataba de un territorio clave, con casi 90 millones de habitantes, donde se obtenía el 33% de toda la producción industrial de la URSS, donde pastaba el 50% de su ganado y el 50% de la tierra cultivable.
En esas áreas, la “raza superior” cometió los más atroces crímenes: Utilizaba a los niños, en especial hijos de comunistas y judíos, para practicar tiro al blanco. Exponían a los ejecutados, en su mayoría mujeres y niños, en plazas y otros lugares públicos. Sólo en Kiev, en tres días, fusilan a 52 mil personas, la mayoría mujeres, niños y ancianos. En un cementerio de esa ciudad, a la que fueron llevados, los obligaron a cavar la fosa, a acostarse en fila en su fondo, siendo asesinados en ese lugar mientras otra fila se preparaba para arrojar tierra sobre los muertos para luego ser obligados a acostarse sobre esa nueva capa.
La “raza superior”, el imperialismo, el verdadero rostro del capitalismo cuando nadie pone freno a sus naturales instintos.
La apertura del segundo frente era una cuestión clave. Millones de personas se hubiesen salvado pues ello acortaba la guerra. Alemania concentraba toda su potencia en el frente oriental y no tenía capacidad para enfrentar otro frente, el occidental, sin abandonar o debilitar a aquél.
Pero el segundo frente no aparecía. Y ello permitió que los alemanes, en los primeros meses de 1942, prepararan una nueva ofensiva contra el frente soviético. Había que asestar un golpe demoledor a los rojos, exterminarlos, que no quede nadie vivo, y se debía hacer en el verano, con la complicidad de EEUU e Inglaterra, quienes no abrirían el comprometido segundo frente.
Y así fue, el segundo frente no apareció y los alemanes iniciaron su segunda gran ofensiva contra el gobierno y pueblo soviético...

Pese a los compromisos “firmes” asumidos en Londres (Alianza anglo-soviética del 26 de mayo del 42) y en Washington (Acuerdo soviético-norteamericano del 11 de junio del 42), solo apareció una “afortunada” declaración que decía: “Se ha alcanzado un completo acuerdo en lo que respecta al problema impostergable de la apertura del segundo frente en Europa”. Declaración en el acuerdo, pero en la realidad, EEUU e Inglaterra acuerdan no abrir el segundo frente y esperar cuales son los resultados de la segunda ofensiva alemana contra los soviéticos. Los canallas del “mundo libre”, los “demócratas”, el imperialismo no fascista solo hasta que se planteen serlo.

No abrir el segundo frente era, objetivamente, permitirle a los fascistas concentrar todas sus fuerzas, toda su potencia, contra la Unión Soviética. El primero de enero de 1942 los alemanes concentran el 70% de sus fuerzas contra los soviéticos, al primero de julio de ese año la concentración llegaba al 77%. Casi todo el ejército contra los soviéticos permite a los nazis, a costa de grandes pérdidas, llegar a la puerta de Stalingrado.

El autor del dicho “al bebé hay que ahogarlo en su cuna” continúa fiel a su dicho. Churchill llega a Moscú en agosto de 1942 para decirle a Stalin que no iban a abrir el segundo frente, comprometido para dos meses atrás, pues “no disponemos de los medios necesarios para esa operación y nuestras tropas carecen de la experiencia necesaria”. Hipocresía al por mayor.

Los japoneses, por su parte, avanzaban sin mayores sobresaltos ocupando Birmania hasta la frontera India, ocupando la península de Malaca y el estratégico Singapur, donde se apropian de la base naval con todas sus instalaciones intactas y toman los 70 mil efectivos que se les rindieron. Luego continuaron con Borneo, Célibes, Bali, Timor y Sumatra. Y en febrero de 1942 los japoneses aniquilaron las flotas americanas y holandesas destinadas en Asia. Ya habían conquistado las islas de Nueva Guinea, del Almirantazgo, Nueva Islanda, Nueva Bretaña y casi todas las Salomón. Ahora apuntaban a Australia.

En África, luego de un tibio repunte de las tropas inglesas, los ejércitos nazifascista emprenden una contraofensiva, el 21 de febrero del 42 y las derrotan. Avanzan ocupando Libia y llegando a El Hazala a fines de mayo, límite que les imponía la falta de combustibles y alimentos, prioritariamente concentrados en el frente oriental. El 20 de junio del 42 los nazifascista toman Tobruk y hacen prisioneros a 30 mil soldados. Los ingleses huyen y son perseguidos por Egipto hasta El Alamein.

Comenzaba julio y el alto mando alemán continuaba empantanado en el frente soviético. Entonces, Alemania resuelve destinar todos los esfuerzos a ese frente y desatender el africano. Escribe el general alemán Tippelskirch: “cediendo a las necesidades crecientes de las tropas que operaban en Rusia, a África se envió poco material bélico”. Pero no sólo se envió poco material bélico, se retiró a la mayor parte de la aviación, dejando sin cobertura a sus propias tropas, todo para fortalecer el frente soviético. Ello crea una situación favorable para las tropas “aliadas”. El octavo ejército inglés comienza, en la noche del 22 de octubre del 42, la ofensiva del frente egipcio. Durante diez días, en El Alemein, combate a las mal abastecidas divisiones nazifascistas que retroceden. Algunos apologistas de los “aliados” intentan comparar la batalla de El Alemein con la de Stalingrado, en África los alemanes solo operaban con 12 divisiones mal abastecidas y sin cobertura aérea y en Stalingrado eran 66 divisiones y tres brigadas, muy bien abastecidas y con una gran cobertura aérea.

El 8 de noviembre tropas americanas desembarcan en Argel, Oran y Casablanca. Un sector gobernante, de los EEUU y de Inglaterra, el sector más reaccionario, mencionan que ese desembarco constituía la apertura del segundo frente, intentando convencer a sus pueblos de que estaban cumpliendo los compromisos asumidos. Otro sector más numeroso denunciaba “África no es el segundo frente”.

Stalingrado (ex Tsaritsym y luego Volgogrado) no era un objetivo caprichoso. Stalingrado era una ciudad con 700 mil habitantes, una ciudad que se extendía 35 kilómetros sobre el Volga, un gran centro ferroviario, un gran centro industrial, con grandes industrias metalúrgicas, textiles, alimenticias y del calzado. Con fábricas de camiones, tractores, instrumentos de medicina. Con usinas termoeléctricas, astilleros, refinerías de petróleo, aserraderos y otras industrias.

La batalla de Stalingrado se convierte en la batalla más decisiva, en la batalla que determinará el curso de la guerra y de la historia. Por segunda vez los alemanes habían anunciado la derrota de los rojos y anticipado el aniquilamiento de la URSS, de todos sus ejércitos y de todos sus dirigentes. Del otro lado, el Partido Comunista, el gobierno soviético, el ejército rojo y la población toda, defienden Stalingrado, detienen a los nazis y lanzan una contraofensiva, que comienza el 19 de noviembre de 1942.

La contraofensiva avanza con rapidez. El 23 de noviembre se cierra en la zona de Kalach un “anillo” alrededor de 22 divisiones alemanas con más de 300 mil soldados. La ahora vieja consigna defensiva de “ningún paso atrás” es reemplazada por ¡Adelante! ¡Al ataque!

El 10 de enero se le pide la rendición al ejército alemán, que la rechaza. El 26 de enero se logra separar al ejército alemán en dos partes, sur y norte, y el 2 de febrero de 1943 finaliza la histórica batalla de Stalingrado con la destrucción total del ejército alemán que perdió 150 mil soldados, se hicieron prisioneros a 91 mil más y a dos mil quinientos oficiales y 24 generales, entre ellos al mariscal Paulus. La batalla de Stalingrado se constituyó en el mayor desastre ocurrido a un ejército en toda la historia. Los alemanes pierden 66 divisiones y dos cuerpos de tanques. El 25% de todo el ejército alemán es destruido en una sola batalla, en esa batalla. Supone una derrota de la cual no se recuperará. Stalingrado queda en ruinas.

La ofensiva soviética continúa obteniendo importantes triunfos. A los cinco meses de iniciada recupera 48 mil kilómetros cuadrados de territorio y avanzado por un corredor de 700 kilómetros. La derrota de los alemanes, pero en particular, el triunfo de los soviéticos, mejora el estado de ánimo de todos los combatientes antifascistas, en especial, de los que operaban y combatían en la Resistencia.

En Casablanca se reúnen, entre el 14 y el 23 de enero de 1943, Rooselvert y Churchill aplazando nuevamente la apertura del “segundo frente” y adoptando el “plan Husky” que comprendía la invasión de Sicilia. El objetivo público era mostrar a sus pueblos que algo se estaba haciendo, pero el encubierto era no incomodar a los nazis que aún libraban batallas por la toma de Stalingrado. Sabían que el ejército alemán estaba en grandes dificultades y no iban a interferir ellos en debilitarlo aún más, por eso, segundo frente: NO.

Nunca pensaron que ese ejército que protegían sufriría una derrota tan catastrófica. En Casablanca continuaron con su habitual estrategia de decir una cosa y hacer otra o no hacer nada. Manifestaron, eso sí, su decisión “irrevocable” de brindar “ayuda” a la Unión Soviética.

Del segundo frente, sólo promesas, pero cuando llega la confirmación de la derrota del ejército alemán en Stalingrado resuelven moverse con más rapidez. Tropas inglesas y yanquis dan un nuevo impulso a los combates de África septentrional que culmina en mayo del 43, A partir de allí lanzan adelante el “Plan Husky” desembarcando en Sicilia el 10 de julio de 1943.

El 22 de junio de 1941 los alemanes habían iniciado la guerra para exterminar la Unión Soviética. Habían pasado días más de dos sangrientos años, años donde los soviéticos habían enfrentados, solos, la poderosa maquinaria nazifascista y la habían parcialmente derrotado, marcando el ocaso del ejército alemán.

Ahora sí, no antes, como se habían comprometido; ahora sí, no antes, cuando era posible evitar millones de muertes y destrucción de bienes; ahora sí, ingresan las tropas “aliadas”, pero a Sicilia, no aún como segundo frente.

En Sicilia solo hay una pequeña guarnición alemana que no ofreció mucha resistencia. Esa guarnición fue hecha prisionera, pero las dos divisiones alemanas allí ubicadas pudieron retirarse intactas. Un diario británico reproduce la nota de su corresponsal: “Nuestra táctica de persecución parecía semejarse al intento de matar una lagartija muy ágil con un enorme martillo; aquella desaparecía apenas levantábamos éste”. Las pérdidas alemanas en esas “batallas” serían insignificantes.

Era lógico, desde ese 10 de julio del 43 los “aliados” impulsaban a esas tropas a marchar al frente soviético, a fortalecer la nueva ofensiva que apenas 5 días antes Hitler había iniciado contra los soviéticos. Lo sabían bien, pues el 15 de abril de ese año Hitler la había ordenado manifestando “Esta ofensiva tendrá la importancia de darnos la iniciativa para la primavera y el verano. Por esa razón todos los operativos deben realizarse con gran cuidado en energía. En las zonas de ataque principal, emplearse grandes unidades selectas, el mejor armamento, oficialidad escogida y la mayor cantidad de municiones. Todo jefe y todo soldado deben comprometerse del alcance trascendental de esta ofensiva”.

Coherencia total de los “aliados” con todas las acciones, medidas y no medidas hasta la fecha impulsadas, la lógica indica que esos aliados “no producirán daños a las tropas alemanas pues pueden ser útiles para fortalecer la nueva ofensiva nazifascista contra la Unión Soviética. “Al bebé hay que ahogarlo en su cuna”. El dicho de Churchill se mantenía vigente, lo que sucedía era de que el bebé resultaba ser demasiado resistente y su cuna también.

Cuando está amaneciendo, el 5 de julio, el ejército nazifascista inicia la ofensiva en un estrecho frente, desde el mar de Berentz hasta el mar Negro. Un frente de sólo 50 kilómetros a diferencia del de 600 kilómetros de la ofensiva anterior. Ahora se atacaba en dos direcciones a Kursk, centro industrial, textil y del tabaco, rescatada por los soviéticos en principios de 1943. Desde el sur de Orel se ataca a Kursk desde el norte y desde la región de Belgorod se ataca a Kursk por el sur.

Miles de tanques tomaron parte de la batalla “más pavorosa de la historia de las guerras”. Una semana después de iniciada la ofensiva nazifascista, el 12 de julio de 1943 el ejército rojo los había contenido y ahora lanzaban la contraofensiva. Los soviéticos rompen la línea enemiga y liberan a Orel y Belgorod el 5 de agosto y a Jarkov el 23.

En las batallas de Kursk y Oriel, el ejército rojo aniquila 30 divisiones alemanas. Así como la batalla de Moscú mostró que el ejército alemán no era invencible, así como la batalla de Stalingrado marcaba el inicio del ocaso de ese poderoso ejército, la batalla de Kursk lo colocó al borde del desastre. A partir de esa batalla los alemanes ya no pensaron en ganar la guerra sino en retener los territorios conquistados.

El ejército rojo continuó avanzando logrando liberar territorios en un frente de mil doscientos kilómetros, desde la desembocadura del río Beresina hasta el mar Negro. Los alemanes debieron cruzar el Dnieper.

La coalición nazifascista entra en crisis. El 24 de julio de 1943 (doce días después de iniciada la contraofensiva del ejército rojo contra los alemanes en Kursk) el Consejo Fascista Extraordinario le retira la confianza a Mussolini. Un día después de ese retiro de confianza, el rey, que lo apoyó en toda su aventura, le pide su renuncia y designa en su lugar a Manuel Badoglio. Mussolini, “la persona más aborrecida de Italia”, dicho por el propio rey, es encarcelado.

Nada es casual. La caída de Mussolini no es casual. En noviembre de 1942, el Partido Comunista Italiano y otros grupos antifascistas crean el Comité del Frente Nacional. A principios de 1943 se desarrolla un amplio movimiento huelguístico. Se generaliza la lucha por ponerle fin a la guerra, la lucha por la paz. Se hace carne la idea de que el fascismo está derrotado. Se reclama castigos a sus partidarios y la Resistencia recibe cientos de nuevos combatientes. La industria ya no podrá abastecer la demanda de la guerra y empezaba a faltar materia prima, combustibles y el país se estaba quedando sin alimentos. El ejército pierde todos los dominios de Italia en África y 10 de sus divisiones son aplastadas en el frente soviético.

Badoglio no rompió enseguida con Alemania, pero mientras mantuvo negociaciones “secretas” con el alto mando “aliado” intentando conseguir una paz “honrosa”. El 3 de septiembre el gobierno italiano firma el armisticio y el 13 de octubre le declara la guerra a Alemania.

Ese mismo día 13 comienza el desembarco de las tropas “aliadas” en Calabria, la Italia meridional. Pese a que debieron enfrentar a sólo 10 divisiones alemanas, los aliados avanzaban hacia el norte con pasmosa lentitud empleando la artillería para bombardear ¡campos vacíos! ¿La razón?

La razón la fijaron los políticos del imperialismo:

1) conservar el régimen capitalista;
2) sostener el aparato político y social del fascismo;
3) Aplastar a los movimientos de Liberación Nacional;
4) Hacer caer toda la responsabilidad sobre un hombre, Mussolini, y no un sistema, el sistema capitalista y
5) salvaguardar a los empresarios, a los banqueros, a la oligarquía y a muchos represores.

Los “aliados”, Inglaterra y los EEUU, compartían las funciones de autoridades de ocupación. Como buenos representantes de los monopolios, esa misión común no evitó que compitieran entre ellos y se enfrentaran para darles prioridad en el despojo a sus propios intereses. Así se enfrentan, a modo de ejemplo, la inglesa Shell con la norteamericana Standard Oil.

Mientras los soldados y los civiles continuaban muriendo en la guerra, los monopolios, de ambos grupos, utilizaban testaferros para adquirir a precio vil las acciones de las sociedades anónimas italianas.

Es obvio que la ocupación no representaba los intereses del pueblo italiano y que iba a hacer todo lo posible para evitar que un gobierno popular los reemplace. Churchill le envía una carta a Rooselvert donde le dice que él contaba con el gobierno de Badoglio como fuerza para impedir la bolchevización de Italia.

La dictadura de Mussolini cae, pero el poder queda en manos de los monopolios, otros, pero monopolios al fin. No obstante, el hecho de que el fascismo haya caído, resultó un contundente triunfo de los patriotas italianos.

Muchas conferencia efectuaron entre sí los aliados. Sin convocar a la URSS, ya que estimaban (y propiciaban) su derrota o su extremo debilitamiento. Pero cuando a mediados de 1943 estaba quedando claro que el ejército rojo, sin sus ayudas, estaba derrotando al nazifascismo, y que en vez de debilitarse se fortalecía con el enorme arsenal que arrebataba al enemigo, que se fortalecía con los altos niveles de productividad alcanzado, que se fortalecía por la enorme simpatía internacional que despertaba en todos los pueblos del mundo, consideran que la URSS debe integrar las próximas conferencias.

En el tercer trimestre del 43, en el otoño, se realiza en Moscú la llamada “Conferencia de Moscú” donde el gobierno soviético pregunta cuándo van a abrir el segundo frente, una pregunta casi irónica, si esa vil demora no siguiera costando vidas humanas. No obtuvo respuesta. Se avanzó en otros puntos, siempre por exigencia de los soviéticos:

1) Extirpar al fascismo y establecer un régimen democrático en Italia sin limitar los derechos del pueblo;
2) Anular la anexión de Austria por parte de Alemania y
3) Castigar a los criminales de guerra.

Costaba arrancarles a los “aliados” posiciones que ataquen el corazón y motor del fascismo, el imperialismo alemán. Es de recordar que todas las instalaciones de cámaras de gas para exterminio masivo fueron provistas por firmas alemanas  ligadas a los monopolios yanquis y que los llamados “carros de la muerte” se fabricaron en Alemania en empresas que pertenecían a la Ford y a la General Motors. O que el Bank of International Settlements, del banquero yanqui Tomás Mackitrik compraba al Reich  Bank alemán el oro robado por los nazis incluyendo los dientes de oro extraído a cientos de miles, más de un millón, de personas asesinadas en las cámaras de gas.

Al imperialismo nipón le sucede algo similar a lo sucedido con los “aliados” y los nazis. Especulaban con la segura derrota del ejército rojo y concentraron su mayor fuerza en el norte de China para ocupar rápidamente la URSS. Descuidaba así sus conquistas en el Pacífico. Debilitaba el frente del pacífico. Ello les permitió a los norteamericanos recuperarse de las derrotas anteriores. Se combate en Guadalcanal y cae en poder yanqui en febrero de 1943. Más adelante, en septiembre, caen Nueva Guinea y Salomón.

En China, Chiang Kai-shek no deseaba luchar contra los japoneses, contra el Japón Imperial. Sus tropas debían estar dirigidas a destruir a los comunistas chinos. Este genocida hizo, sin embargo, un favor involuntario: tanto los EEUU como Inglaterra estaban convencidos de que Chiang Kai-shek sería el dictador de China y eliminaría a los comunistas, por lo tanto aceptaron la “Declaración del Cairo (entre los EEUU, Inglaterra y la URSS) donde se acordó que debían ser devueltas a China Mancharía, Formosa (Taiwán) y la isla de los Pescadores, también se acordó la independencia de Corea. Y por último, se acuerda continuar la lucha contra el Japón hasta su capitulación incondicional.

Aún ni imaginaban que el primero de octubre de 1949 el pueblo chino, con los comunistas a la cabeza, derribaría la dictadura de Chiang Kai-shek y crearía la República Popular. Ni que los traidores, con apoyo yanqui, se refugiarían en la isla china de Formosa.

Las tropas nazis, al inicio del 44, habían perdido iniciativa y poder ofensivo, pero aún ocupaban un enorme territorio soviético. Prepararon la defensa por la posesión del mismo, planeando, esta vez, una guerra prolongada que desgastara al atacante y que les permitiera consolidar la usurpación. En función de ella, los alemanes concentran nuevamente sus tropas en el frente soviético. Contaban entonces con 315 divisiones, de las cuales 198 son destinadas contra los soviéticos; contaban con 10 brigadas, seis las envían a ese destino.

Para Francia, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Noruega y para detener una probable invasión anglo-norteamericana, los alemanes disponen de sólo una brigada y escasas 64 divisiones. En Italia mantienen otras 19 divisiones y una brigada que en parte simulan combatir a los “aliados”, en Yugoslavia se encuentran otras 9 divisiones que sí combaten, pero contra el Ejército Popular de Liberación y en Albania y Grecia se encuentran 10 divisiones y una brigada. Otras 15 divisiones y una brigada se estaban preparando para reforzar el frente oriental. ¡El 70% de las divisiones y brigadas en el frente oriental!

En el invierno de 1944 comienza la ofensiva del ejército rojo, y si bien no fue una ofensiva “relámpago”, tampoco fue prolongada. En solo tres meses las tropas soviéticas avanzan casi 700 kilómetros. Ganan numerosas batallas y escaramuzas y se aproximan a los Balcanes.

Para evitar que los soviéticos ingresaran a ese territorio los nazis concentran 50 divisiones, 25 propias y 25 de sus aliados. El 20 de agosto de 1944 las tropas soviéticas destruyen las líneas defensivas y en cinco días de encarnizada lucha copan 22 divisiones alemanas (de las 25) y seis rumanas.

Nuevamente, los triunfos del ejército rojo sobre los nazifascistas constituyen un incentivo importante para los luchadores antifascistas de los países ocupados.

En el verano de 1944, en Eslovaquia, Polonia, Bulgaria y otras regiones, estallan revoluciones populares armadas contra los fascistas, con o sin presencia del ejército soviético, como sucede en Albania, en Europa o en Vietnam en Asia.

Si bien Italia había roto con el bloque hitleriano en 1943, éste aún se mantenía unido. Pero las últimas derrotas del ejército nazi en el frente oriental lo hacen tambalear. Primero se retira Rumania, luego Bulgaria, luego Finlandia y finalmente Hungría. Todos ellos firman armisticios que fueron elaborados por la URSS, Inglaterra y los EEUU. La preparación de esos documentos fue realizada por la URSS; después de todo, todos esos países sólo atacaban a los soviéticos. El 12 de septiembre firma Rumania y el 19 Finlandia. En octubre, el 28, firma Bulgaria y el 20 de enero del 45 lo hace Hungría.

A mediados de 1944 ya nadie dudaba de la segura derrota del ejército alemán y del arrollador triunfo del ejército soviético que avanzaba hacia Europa occidental. Fue entonces en que se produce el milagro, con o sin intervención de Dios: aparece el... ¡segundo frente!

El 6 de junio, cuando el 70% de las fuerzas alemanas intentaban frenar el avance del ejército soviético y otro 28% estaba diseminado por toda Europa, se produce el desembarco de las tropas inglesas-norteamericanas-canadienses en Normandía. El 2% (Sí, está bien escrito: el 2%) de las fuerzas alemanas, sólo seis divisiones, se encuentran en la región. Los alemanes, extrañamente, se olvidaron de algo importante, se olvidaron de minar las playas.

Los alemanes concentraron algunas tropas en los campos de Normandía que entran en combate. La supremacía aérea de los aliados determina su derrota en medio de sangrientos combates.

Más vale tarde que nunca –reza el refrán-  El segundo frente tuvo un fuerte efecto psicológico ya que, hasta ese momento, en las grandes batallas la URSS combatía sola contra la coalición nazifascista de Alemania, Italia y sus aliados. Ello aceleraría el fin de la guerra.

Se alza Paris. Los días 19 y 20 de agosto casi todos los distritos de los alrededores de París se sublevan y cercan a los invasores.

En Bélgica, en Holanda, en Noruega, en la propia Alemania y en otros países se intensifica la lucha contra el nazifascismo. Aumentan las acciones guerrilleras, aumentan los sabotajes, aumenta las acciones de los francotiradores.

Las victorias del ejército rojo y la retardada apertura del segundo frente, aíslan a Alemania que solo tiene como futuro la derrota. Los grandes grupos industriales y de banqueros se percatan de ello y dan vida, dentro de Alemania, a un “grupo opositor”, grupo que debería cumplir con este programa: 1)Eliminar a Hitler; 2) Formar un nuevo gobierno; 3) Cesar la resistencia sólo en la parte occidental; 4) Concertar un armisticio sólo con las potencias occidentales y 5) Continuar la guerra contra la URSS con un nuevo “eje” con los EEUU, Italia, Francia e Inglaterra, o solos pero con el apoyo de los nombrados.

El 20 de junio de 1944 se lleva a cabo el último de los atentados contra Hitler, en su refugio. Es llevado a cabo por Stanffenberg, cuya misión era formar nuevas divisiones para continuar la guerra. Este alto militar lleva en su maletín una bomba que activa durante la reunión retirándose de ella con la excusa de que olvidó unos papeles en su auto. Desde allí escucha la explosión y se retira creyendo que cumplió con éxito su misión. Se va hasta el aeropuerto y viaja a Berlín a continuar con la segunda parte del plan. Es allí donde se entera de que Hitler sobrevivió al atentado, que sólo recibió algunos rasguños. Él y sus camaradas que integraban la conspiración, fueron ejecutados.

Los “aliados”, en el segundo frente, venían desenvolviéndose con éxito por la poca resistencia de los alemanes y por las crecientes acciones de la resistencia, en Francia, Bélgica y Holanda, territorios que se recuperaron.

Pero en noviembre del 44, a seis meses de iniciado el tantas veces postergado segundo frente, llegan a la frontera occidental de Alemania y se les acaba el paseo. Llegan a la llamada línea Sigfred y allí son detenidos por el ejército alemán que los obliga a ocupar posiciones defensivas.

El 16 de diciembre los alemanes lanzan la contraofensiva en las Ardenes, al mando de Rundstedt y en solo una semana rompen la defensa “aliada” en un frente de 40 kilómetro que luego agrandan a 90 ingresando 100 kilómetros al oeste.

El mando anglo-norteamericano quedó desorientado, y solicitó apoyo a Stalin. Fue el propio Churchill, ese que propiciaba que “al bebé había que ahogarlo en su cuna” quien recurre al bebé que puganaba por asesinar. Le envía varios mensajes a Stalin solicitando ayuda. Finalizaba el año 1944.

El mando soviético había detenido su ofensiva por el ingreso del invierno y para abastecer mejor a sus tropas para lanzar, luego, una ofensiva general, pero resuelve apoyar a los “aliados” en esa emergencia. Adelanta la ofensiva. El 12 de enero del 45, 50 divisiones del ejército rojo se lanzan sobre Alemania que se ve obligada a detener su ofensiva occidental contra los “aliados” y a transportar tropas, municiones y tanques contra la ofensiva soviética.

Pero el avance del ejército rojo era incontenible y avanzaban, decididamente, hacia Berlín.

Como resultado de esa derrota “aliada” en el frente occidental y del avance soviético en el frente oriental, se crean las condiciones para una reunión entre Stalin, Rooselvert y Churchill, que se denomina la “Conferencia de Crimea”, más conocida como Yalta. Es en febrero del 45.

Los aliados, ahora, volvían a avanzar, facilitados por la escasa presencia de las tropas alemanas. Poseían, ahora, una gran superioridad aérea y de tanques.

El ejército soviético continuaba su avance, en mayo llega al Báltico y el 13 de abril ocupa Viena, la capital austriaca.

Los alemanes enviaron todas sus reservas a detener el avance soviético lo que les permitió a los “aliados” avanzar sobre el Rin y rodear a 21 divisiones alemanas que se rindieron no sin antes tratar de llegar a un acuerdo con el mando anglo-norteamericano. El grupo de Himmler expresó que estaba dispuesto a capitular con Eisenhower a condición de que los “aliados” conservasen las fuerzas armadas alemanas para luchar contra el comunismo.

Pero era tarde, los soviéticos habían iniciado el asedio a Berlín y combatieron durante doce días hasta que el 2 de mayo de 1945 es arriada la bandera nazi y con ello, el fin de las aventuras nazifascistas. Unos días antes, Hitler se había suicidado. El mariscal Doenitz, partidario de continuar la guerra lo sucedió y, en su corto mandato, intentó acordar con los aliados un frente contra la Unión Soviética.

Seis días después, el 8 de mayo, el más alto mando alemán, representado por el criminal de guerra Keitel firma la capitulación incondicional de Alemania ante los representantes de la URSS, de los EEUU, de Inglaterra y de Francia.

La paz en Europa era celebrada con gran júbilo, pero la guerra aún continuaba en Asia y el Pacífico, donde tozudamente, un Japón ya derrotado y sin aliados, continuaba la contienda contra el resto del mundo.

La primera ofensiva de los “aliados” en el pacífico se produce el 1º de febrero de 1944 con el desembarco en las islas Marshall, desembarco que abarca las Marianas y las Micronesias. La segunda ofensiva se produce el 10 de octubre con el desembarco en Filipinas.

Mientras, en China, Chiang Kai-shek y el Kunmimgtang, con el respaldo de los EEUU, combatía más a los comunistas que a los japoneses invasores. Ello permitió que el ejército nipón ingresara a China ocupando un territorio, en 1944, de dos millones de kilómetros cuadrados y 60 millones de habitantes. Cuando el Kunmimgtang reacciona y trata de defender ese territorio, es tarde y pierde 700 mil soldados.

Pero lo que detuvo el avance japonés fue la resistencia del pueblo chino, que organizado por los comunistas, obligan a los japoneses a concentrar en ese territorio el 35% de todas sus fuerzas terrestres. A fines de 1944 Japón apelaba a sus reservas estratégicas de Corea, Manchurria y la China ocupada para mantener activo a su ejército de 5 millones de soldados y oficiales.

Los japoneses debieron concentrar sus esfuerzos en China, debilitando su presencia en el Pacífico. En esa área, el 1º de enero del 45 la relación de fuerzas era 1,5 soldado anglo-norteamericano por cada soldado japonés, 5 aviones “aliados” por cada nipón y seis unidades navales por cada unidad de los japoneses. Además, cada vez operaban con más audacia las guerrillas, en particular, las filipinas. A mediados de mayo del 45, en filipinas ya no había resistencia nipona.

El 26 de julio, EEUU, Inglaterra y la China de Chiang  Kai-shek le exigen a Japón la rendición incondicional. La URSS no participa pues no estaba en guerra contra el Japón.

Pero Japón no se rendía. Churchill estimó que la guerra no finalizaría ante de 1947. Las acciones “aliadas” contra los japoneses se limitaban a combates navales y bombardeos aéreos de islas del pacífico. Así nunca terminaría la guerra.

La Unión Soviética evaluó que Japón, que había apoyado al ejército nazi, era la única gran potencia que continuaba la guerra y que para que la misma tenga fin había que derrotarlo. Para ello estaban preparando al ejército y la marina y se lo hacen conocer a los “aliados”. Ante el inminente ingreso de la URSS, los “aliados” resuelven anticiparse y lanzan las bombas atómicas sobre indefensas ciudades civiles: el 6 de agosto sobre Hiroshima y el 9 sobre Nagasaki. Algunos datos informan que la primera bomba mató 306.545 personas. Los yanquis no querían encontrarse con los soviéticos en Tokio, como lo debieron hacer en Berlín. La bomba debía acelerar la rendición, pero en realidad la criminal bomba contenía otro mensaje: “Moscú, te puede pasar lo mismo”.

El 9 de agosto la URSS le declara la guerra a Japón y ese mismo día comenzó la ofensiva de las tropas soviéticas, que se venían preparando semanas antes, contra la mayor concentración del ejército nipón. Simultáneamente, la flota soviética le corta las comunicaciones por mar.

Los yanquis habían dado el criminal golpe con las bombas atómicas argumentando, ante la opinión pública mundial, que con ello la guerra se acabaría y miles de vidas se salvarían. Argumento por demás hipócrita, pues sí se hubiesen ahorrado millones de vida si hubiesen abierto el segundo frente europeo, dos años antes de que lo hicieron, especulando mientras tanto que todo el costo, que todo el precio, lo paguen los soviéticos y los patriotas revolucionarios que ofrendaban sus vidas.

El Japón no se rinde por las bombas arrojadas por los criminales yanquis. Ello es falso. Japón continúa la guerra contra las tropas chinas y, ahora, contra las tropas soviéticas.

Las fuerzas regulares chinas que dirigía el Partido Comunista contaban con 910 mil hombres y las milicias populares la integraban 2 millones doscientos mil miembros. Sostuvieron decenas de combates donde los japoneses pierden 960 mil soldados siendo capturados otros 280 mil. Las fuerzas regulares Chinas recuperan enormes territorios llegando a las proximidades de Pequín. (Esas mismas fuerzas derrotaran al ejército de Chiang Kai-shek y el 1º de octubre de 1949 se creará la República Popular China, la China Comunista).

A la vez, el ejército rojo arrollaba al ejército nipón. El 1º de septiembre de 1945, las unidades del ejército de Kuantung se rinden ante el mando soviético cayendo prisioneros 600 mil hombres. Es el fin de Japón. Un Japón que hasta último momento negoció con los EEUU e Inglaterra una rendición sólo frente a ellos y (al igual que los alemanes) comprometerse a continuar la guerra contra la URSS y los comunistas chinos.

Solo unos meses atrás, a fines de mayo del 45, Churchill había ordenado a Montgomery “recoger minuciosamente el armamento alemán, y almacenarlo de tal forma que se pueda repartir fácilmente entre los soldados alemanes, con los que tendrían que cooperar si la ofensiva soviética continuaba”.

2 de septiembre de 1945. Fin de la guerra. Derrota del fascismo. De los 34 millones de muertos, 22 eran soviéticos. De los 28 millones de mutilados, 12 eran soviéticos.

De los 22 millones de soviéticos muertos, casi cinco millones eran cuadros revolucionarios del Partido Comunista y de sus organizaciones de base.

¡Cuántas vidas jóvenes segó el nazifascismo!

¡Que enorme precio pagaron el gobierno y pueblo soviético!

Un nazifascismo que fue derrotado, pero no eliminado. Los continuadores de la muerte anunciaron su presencia con mucha anticipación, lo hicieron el 6 y 9 de agosto de 1945, inaugurando, esos días, dos nuevos hornos de exterminio, perfeccionados. Dos hornos altamente eficientes, hornos que poseen la propiedad de matar a miles y de seguir matando a otros miles, aún cuando se han apagado.

El capitalismo, el imperialismo, el “padre de la civilización”, el “padre de la democracia” hizo la presentación de esos hornos en Hiroshima y Nagasaki. Y anunció que posee muchos, cientos, miles. Y más potentes. Y anunció que está dispuesto a usarlos








7. Crisis coyunturales y estructural


Qué es crisis. Definición de crisis. Crisis general del capitalismo. Fuerte presencia del modo de producción socialista. Crisis económica de superproducción. Crisis agrarias. Crisis del sistema colonial del imperialismo. La crisis de 1973 y la quiebra del modelo de crecimiento. Para reflexionar. El partido revolucionario según Gramsci.

Qué es crisis.

Hablamos permanentemente de crisis, nos referimos a que el capitalismo como sistema está en crisis mientras soportamos su casi omnímoda presencia, nos referimos a la crisis del “neoliberalismo”, a la crisis de los partidos, a la sociedad en crisis. ¿Qué es, en realidad, crisis?

Vamos a definir qué es crisis y cómo el marxismo enfoca las determinadas categorías de crisis que se desarrollan en el modo de producción capitalista.

El diccionario no es muy elocuente y se refiere a ella en función del área donde se sitúa, como cambio favorable o desfavorable, sobrevenido en una enfermedad... o como Período de manifestación aguda en una afección (crisis de apendicitis)... o como momento decisivo y peligroso en la evolución de las cosas (crisis financiera)...

Crisis ministerial si renuncia un ministro. Crisis política si discuten dos sectores aunque apliquen el mismo criterio. Crisis laboral si hay desocupación, etc.

La palabra “crisis” es sin duda amplia y abusivamente utilizada.

Ya que nuestro idioma es bastante rico, profundizaremos más aun las estrechas definiciones que encontramos en los diccionarios.

Toda crisis encierra, por definición, una mutación considerable que acaece en el curso de una enfermedad: se ha entrado en crisis.

Esta crisis, tanto en las cuestiones personales como en las generales y con vinculación a lo que se habla, se relaciona con otras definiciones que suelen presentarse como sinónimos de ella:

En un concepto médico mencionamos acceso como conjunto de síntomas que cesan y regresan a intervalos más o menos distantes.

O ataque como invasión más o menos brusca de una enfermedad o afección.

Incluso paroxismo como máxima intensidad de un acceso o ataque.

También podemos aplicar agitación como malestar con inquietud y actividad aumentada, con cierto grado de ansiedad, temor y tensión.

O convulsión expresando la contracción violenta involuntaria, de naturaleza morbosa, de los músculos voluntarios, que determinan movimientos irregulares localizados en uno o varios grupos musculares o generalizados a todo el cuerpo.

Podemos incluir desequilibrio y turbación referidos al estado de la persona que habitual o esporádicamente sufre trastornos mentales sin arribar a la locura.

O referirnos a cambio con mutación generalizando el sentido crítico a cualquier asunto en que se desarrolle una sustitución de una cosa o un estado por otro.

En los casos políticos o morales o religiosos, en los que la crisis del asunto repercute en la vida propia y en su estado anímico, se acuden, según su intensidad, a los términos alarma, angustia, peligro, riesgo...

Alarma como señales económicas de un país que determinan una tendencia compleja.

Angustia como temor morboso ante un peligro imaginario que reviste especiales características en los estados psicopáticos.

Peligro que encierra ese espectáculo fuerte en el que se ha caído y del que no se vislumbra cómo salir.

Riesgo como afectación a la fama de una persona o ente ante un defalco o acción deliberada.

Estas son algunas definiciones vinculadas la palabra crisis. Verán cómo de cada una de ellas se pueden extraer conceptos y aplicarlos al término madre. Sobre la base de ello intentaré una definición propia es este momento que todos hablan de ella y viven dentro de ella:

Nuestra definición de crisis.

Momento decisivo y peligroso que se manifiesta con síntomas que cesan y regresan, a veces con brusquedad o con enorme intensidad, provocando malestar, inquietud, ansiedad, angustia, temor y tensión, y que puede arribar a convulsiones donde se produzcan desequilibrios y turbaciones que provoquen alarma, coloquen al momento en una zona de peligro y riesgo y culminen con el cambio o mutación necesario para su resolución.

Pero ahora, dejando de lado el juego de palabras que nos permite efectuar nuestro rico idioma, veremos cómo trata el marxismo esta cuestión de las crisis, como categorías económicas

Crisis general del capitalismo.

La crisis general es propia del Modo de Producción capitalista.

Abarca todos los aspectos de su vida económica, cultural, política e ideológica.

Se manifiesta inicialmente mediante por la desintegración del sistema colonial del imperialismo.

Se expresa en la agudización de las contradicciones de dicho sistema por el desarrollo del capitalismo monopolista de Estado, por el incremento del militarismo, por la intensificación de la inestabilidad interna y por la descomposición de la economía capitalista.

 Se resiente por el incremento de la lucha entre el trabajo y el capital, y da como respuesta el inusitado reforzamiento de la reacción política en todos los sentidos, estableciendo regímenes fascistas, regímenes tiránicos, democracias restringidas y falsas.

La crisis refleja, además, el abandono del capitalismo por parte de los países que han conseguido su independencia.

El escritor Alvaro Barros-Lemez entrevista sobre crisis al político, periodista, dirigente comunista, ensayista y teórico marxista, el uruguayo Rodney Arismendi, que le responde:

Alvaro Barros-Lemez: Para mucha gente hablar de crisis es hablar de algo que tiene irrupción o solución en plazos cortos. Sin embargo, cuando se señala el tema de crisis del capitalismo, algunos dicen: bueno, pero venimos hablando de la crisis del capitalismo hace tantos años. ¿Qué pasa? ¿Por qué no se define? ¿Por qué no se rompe? ¿Por qué seguimos hablando de crisis del capitalismo?

Rodney Arismendi: Primero, cuando se habla de crisis en el capitalismo se habla de una crisis histórica. El capitalismo es un sistema social, un régimen asentado básicamente en la propiedad privada de los instrumentos y los medios de producción, en la explotación del trabajo asalariado. En el transcurso del tiempo, ese capitalismo mostró que llevaba en sus entrañas una contradicción insoluble entre el desarrollo cada vez más importante de la producción social, de las grandes fábricas, del trabajo colectivo, de los trabajadores, etc., y la concentración cada vez mayor de la propiedad privada. Ya Marx y Engels, en forma muy imaginativa, en el Manifiesto Comunista de 1848, hablaron de las crisis de superproducción, muestra de esa contradicción fundamental, momentos determinados en que esta contradicción básica del capitalismo y el régimen de dominio privado por los capitalistas de los instrumentos y medios de producción, conducen a crisis llamadas de superproducción, que se manifiestan cíclicamente y que siguen, de alguna manera manifestándose, aun actualmente... Pero cuando se habla de crisis general del capitalismo se habla de un largo, tremendo período histórico. El problema de un régimen que está cuestionado no sólo por la lucha de los trabajadores, de las fuerzas populares, de los sectores del campo, de la intelectualidad, de los trabajadores en general agrupados por la clase obrera, sino que ese cuestionamiento ya se ha transformado en una nueva realidad internacional. Cuando se empieza a hablar de crisis general del capitalismo por Lenin, se habla de la Primera Guerra Mundial como síntoma dramático de la crisis de ese sistema que condujo a la matanza de miles de hombres, a la más terrible guerra hasta entonces, sólo superada por la guerra contra el nazismo... Pero Lenin, junto con eso, señala como índice crítico, históricamente crítico del capitalismo, el triunfo del socialismo en una sexta parte del mundo, en octubre de 1917. Es decir, se abre una nueva realidad mundial; el capitalismo ya no era un dominio omnímodo del mundo, sino que en una parte de la tierra surgía el socialismo y el mundo pasaba a dividirse, desde este punto de vista, en dos sistemas contrapuestos... Lenin ya había analizado en particular la nueva etapa del capitalismo, la suprema, la última, el imperialismo, que es la época de los grandes monopolios, del capital financiero, del reparto del mundo: colonias, semicolonias, países dependientes... Por lo tanto, el mismo concepto de crisis general del capitalismo asociado a la idea de que la revolución socialista no es un acto simultáneo, sino un proceso histórico permanente en una época de tránsito del capitalismo al socialismo, de revoluciones anticoloniales, democráticas, agrarias, etc., determina que la crisis general del capitalismo sea todo un largo período”.

“Por otra parte, la creencia en la crisis general del capitalismo o la comprobación de esa crisis en general, no significa pensar que el capitalismo está en una especie de bancarrota, que automáticamente se derrumbará por el propio peso de sus contradicciones e impotencias...

“La historia no hace nada decían Marx y Engels- la hacen los hombres”.

Es decir, las contradicciones propias del capitalismo crean condiciones objetivas que impulsan a las masas y, según la capacidad de los partidos y las fuerzas revolucionarias para transformar el mundo, se alcanzarán los resultados.  

Ustedes saben que es casi una “verdad absoluta”, que la instalan como tal (fundamentalmente por parte la mediática pero utilizando componentes reales), de que el socialismo es el gran derrotado. Y que al caer la URSS y los países del Este, ya no existe el socialismo. Y que ahora el mundo es “unipolar”

Y que acabamos de afirmar, en total acuerdo con Arismendi, que un componente de la crisis general del capitalismo es producido por el abandono del capitalismo por parte de los países que han conseguido su independencia, es decir ingresado o transitando hacia el modo de producción socialista con vista al comunismo.

¿Es entonces esa afirmación contradictoria después de lo sucedido en el llamado “Socialismo Real” europeo, con la caída del la Unión Soviética?
Sin duda ha sido una enorme pérdida, sin duda ha significado una enorme derrota. No obstante veremos porque la afirmación de países que abandonan el capitalismo potencia su crisis continúa siendo válida.

Fuerte presencia del modo de producción socialista.

A fines del año 2013  la población mundial superaba los 7000 millones, con un PBI global a PPA, muy mal repartido por cierto, de 77.437.500.000.000 millones de dólares a paridad de poder adquisitivo (11.062 dólares promedio por habitante y por año).
De esa cifra, los países que adoptaron el modo socialista de producción ocupan el 14.9 por ciento de todo el PBI global con una tasa anual de crecimiento promedio del 9% y casi una cuarta parte de la humanidad (21.1%).

          PAÍSES SOCIALISTAS                           MILLONES/HAB.         PIB-PPA  MM US$               
República Popular de China (Comunista)            1.345.0                                 11.166.0
República Socialista de Vietnam                                88.1                                     296.0
República Democrática Popular de Laos                     6.3                                       17.4

República Democrática Popular de Corea               23.9                                       35.6

República de Cuba (Estado Socialista de OyC)       11.7                                       35.0
Total                                                                         1.475.0                                11.550.0

 

Porcentaje del total mundial                                       21.1                                      14.9


Por otra parte, el modo de producción capitalista de los países desarrollados ocupa el 47.4% de todo el PBI global con una tasa anual de crecimiento promedio menor del 2% y apenas un 12.5% del total de habitantes.

Observamos en esto tres hechos fundamentales.

1. Los ciudadanos que habitan el bloque socialista son muchos más (600 millones más) que los que habitan el sector preponderante del capitalismo, el capitalismo central, el imperialismo.

2. El PBI en cambio es 3,2 veces superior en los países capitalistas, lo que indica el gran desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas en ellos y

3. El ritmo anual de crecimiento es, para el modo socialista de producción, en las última tres década, más del triple del crecimiento de los países imperialistas, de esa manera, en el año 2014, China pasa a ser el primer país del mundo en PBI global.

                PAÍSES CAPITALISTAS                         MILLONES/HAB.      PIB-PPA  MM US$

Estados Unidos de América                                           314.7                                15.397.0        

Canadá                                                                                    33.6                                   1.392.0

Unión Europea (18 Países)                                             400.0                                15.543.0

Japón                                                                                      127.2                                   4.414.0

                                                                                                 875.5                                 36.746.0             

Porcentaje del total mundial                                             12.5                                         47.5


En 1960 el PIB de los EEUU era 22 veces superior al de China. Han pasado 54 años (los datos son del 2010) y observen que a fines de ese año el PIB de los EEUU es sólo 0.4 mayor, diferencia que desaparece en el 2014 cuando la República Popular China se consolida como la mayor potencia productiva mundial.

Contemplen que sólo han pasado medio siglo, que en la historia de la humanidad es menos que un microsegundo.

Los países dependientes conforman el resto. Observen que los 10 primeros (entre los cuales se encuentran la Argentina), poseen en conjunto un PBI a PPA cercano al de los EEUU. Observen la posición de la Unión India, la primera de la lista. En India varios estados están gobernados por los comunistas. Observen a Brasil, el segundo de los grandes, donde la izquierda tiene una fuerte presencia y constituyó un frente que lo llevó a obtener el gobierno. Observen México, con el fenómeno del MZLN...

        PAISES EN DESARROLLO                      MILLONES/HAB.      PIB-PPA  MM US$

Unión India                                                                   1.198.0                    4.248.0  
República Federativa del Brasil                                     193.7                    2.258.0
Federación de Rusia                                                        140.8                    2.314.0
Estados Unidos de México                                              109.6                    1.629.0
República de Corea (del Sur)                                           48.3                    1.529.0
República de Indonesia                                                   230.0                    1.107.0
República Argentina                                                         40.3                        636.0
República de Turquía                                                       74.8                        978.0
Australia                                                                             21.3                        926.0
República Sudafricana                                                      50.1                        549.0
Primeros 10 en “desarrollo”                                        2.106.9                   16.174.0    
Porcentaje del total mundial                                             30.1                          20.9
Resto de los países y estados (190)                               2.542.6                   12.968.0 

Porcentaje del total mundial                                             36.3                          16.7

Los 200 países en transición                                         4.649.5                  29.142.0
                                                                                             64.8%                    32.6%
Los cinco países Comunistas (ver arriba)                   1.475.0                  11.550.0
                                                                                              21.1%                    14.9%
Los 21 países desarrollados (ver arriba)                        875.5                 36.746.0
                                                                                              12.5%                    47.9%

MUNDO 100%                                                        7.000.0                 77.438.0


Aún con la importante derrota sufrida por el socialismo real europeo, el socialismo posee una fuerte presencia, no solo en los países donde ya gobierna y además crece, sino en los países dependientes que procuran su liberación nacional y social por medio del tránsito hacia la construcción de una sociedad que se encamine al socialismo.

El abandono del sistema capitalista de casi una cuarta parte de la humanidad, y la lucha por salir de él de otro 66.4% que viven en países dependientes es una clara muestra de la crisis general del capitalismo.

Pero lo que es más importante aún, es que es una clara demostración de que el socialismo existe, aunque no con la presencia que la URSS mantenía, pero existe, está vivo, es una opción válida y, más aún, que es la única alternativa y oportunidad que posee la humanidad para sobrevivir como tal.

“La crisis general del capitalismo constituye el período histórico de derrumbamiento del capitalismo en toda su extensión y de alumbramiento de la sociedad socialista”. (Lenin).

El régimen burgués se encuentra en la situación de crisis general desde hace más de setenta años.

Podemos fijar como inicio de ese proceso la crisis de los años 30.

Esta crisis, se diferencia de las crisis económicas de superproducción (coyunturales)  que sí puede controlarlas.

A esta no: pues una vez iniciada prosigue y proseguirá ininterrumpidamente hasta que el sistema capitalista de economía sea liquidado en todo el mundo como consecuencia de las necesarias transformaciones revolucionarias que en su lugar instauren el socialismo.

Como quiera que la crisis general del capitalismo, ésta abarca un largo período histórico y, durante ese tiempo, tiene lugar un doble proceso.

Por una parte, mediante la revolución socialista los países se van desprendiendo del imperialismo (es el 21.1% de la humanidad y el 14,9% del PBI mundial en sólo 5 países) y ello hace que el capitalismo se debilite, se reduzca la esfera en que el capital domina e incrementa sus contradicciones internas a la vez que acentúa los aspectos reaccionarios del mismo, la deshumanización, el individualismo, el imperio de la indiferencia y de la frivolidad, todos ellos claros síntomas de su descomposición y situación de agonía.

Pero también agudiza la crisis las posiciones que otros países van tomando, como Venezuela, como Uruguay, como Brasil, como Bolivia y también como Argentina, que abandona las “relaciones carnales”, del prostituido Menem y del inútil De la Rua.

Algo interesante a destacar con estos datos es lo siguiente:

PIB-PPA por habitante y por año en el 2004 y en el 2010 en u$s. Promedio por bloque.

Bloque imperialista (los veintiún países capitalistas):              32.583       41.971  crece 28.8%
Bloque socialista (los cinco países socialistas)                           5.327         7.830  crece 47.0%
Bloque de países en desarrollo (200 países en transición)          4.079         6.267  crece 53.6%
Todo el mundo                                                                            8.100        11.062  crece 36.6%

Observamos en este cuadro, que sólo ocupa seis años, que el crecimiento del PIB por habitante está creciendo en los países no imperialistas a un ritmo muy superior al de ellos. China lleva más de 30 años creciendo a tasas del 9% anual promedio.

Desde el 2003 al 2010 las tasas de crecimiento de Argentina fueron también elevadas. Especialmente India ha desarrollado un enorme crecimiento.

Es cierto que la distribución de ese crecimiento es desigual en el bloque de países en desarrollo, pero por un lado agudiza la crisis del imperialismo y por otro determina, en la lucha ideológica, que hay que avanzar más, que no es lógico quedarse a medio camino, que hay que profundizar los cambios que, en definitiva, hay que construir una sociedad solidaria: el socialismo.

Nadie desconoce que el promedio en un país capitalista no indica el real nivel de vida de sus ciudadanos, pues hay algunos que acumulan varias veces más que millones. En nuestro país, por ejemplo, el 10% de mayor ingreso llegó a percibir más de 30 veces más que el 10% más pobre.

A su vez nadie desconoce que en un país socialista eso no sucede (no debería suceder), al menos en tamaña amplitud, por lo que es de suponer que en ese modo de producción el promedio por habitante es más real, no hay una amplitud de 30 a 1, a lo sumo de 4 a 1.

De allí que resulte interesante observar que el ingreso por habitante, a poder de consumo, es decir, a Paridad de Poder Adquisitivo, es, para el bloque socialista, bloque que surge de situaciones iniciales de sumo atraso, con fuerte presencia feudal y bajo desarrollo capitalista si no inexistente, mayor que el de los países que aún no han salido del “subdesarrollo”.

En otras palabras: en los países socialistas puede (y hay) pobreza, pero ya no miseria y marginación. El índice de mortalidad infantil en Cuba es menor del 5 por mil, más bajo que el de los EE.UU., por ejemplo. Un EEUU que tiene, sin atención social y con hambre, a más de 12 millones de niños, equivalentes a toda la población de Cuba y 55 millones de pobres, más que toda la población argentina.

(Los 18 países europeos mencionados como industrializados son: Alemania, Austria y Suiza; Bélgica, Luxemburgo y Países Bajos; Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia; Irlanda y Reino Unido; España, Francia, Italia, Portugal y Grecia).

La crisis del capitalismo se agudiza, pero ello no es suficiente para que desaparezca, el capitalismo no cae sólo, se necesita las revoluciones, se necesita que las luchas por la liberación nacional y social y por el socialismo como modo de vida, lo dejen atrás en la historia de la humanidad.

Crisis económica de superproducción.

Es la fase del ciclo capitalista caracterizado por el estallido de todas las contradicciones de la economía capitalista.

Se manifiesta en la superproducción de mercancías y en el hecho de que se acentúan bruscamente las dificultades de ventas.

Las empresas o se cierran o reducen sensiblemente la producción de mercancías, crece el paro forzoso en masa, desciende en alto grado el nivel de vida de los trabajadores, se altera el comercio, se desequilibran las relaciones monetarias y crediticias, quiebran firmas industriales, comerciales y bancarias.

Bajo el capitalismo, la superproducción de mercancías no es absoluta sino relativa, pues significa que se da un exceso de mercancía tan sólo en relación con la demanda solvente.

Ello significa que esos productos “excedentes” son necesarios y hasta escasos para satisfacer las necesidades de la población pero sólo están dirigidos hacia los que pueden comprarlos, hacia los solventes, que poseen dinero y pueden pagar, pero para los que no lo poseen, cada vez más amplios sectores, da lo mismo que esos productos existan o no.

En su afán de ganancias, los capitalistas procuran ampliar sin límites la producción, lanzan al mercado una cantidad de artículos cada vez mayor. Simultáneamente elevan el grado de explotación de los trabajadores y reducen su nivel de vida.

Ello hace que la demanda solvente de la población empiece a rezagarse de las posibilidades de producción, lo cual conduce, inevitablemente, a que surjan dificultades para realizar las mercancías producidas por las empresas.

El capitalismo sale de esas crisis destruyendo parte de las fuerzas productivas (cierre de fábricas, destrucción de mercancías), acentuando la explotación de los trabajadores y, también, renovando el capital fijo.

Pero no le es posible eliminar la causa fundamental de la crisis de superproducción, que surge una y otra vez y aparece en todas las esferas de la vida económica (producción, distribución, cambio, consumo) y se extiende a todo el mundo capitalista.

Las crisis económicas son una prueba de que el capitalismo se desarrolla a costa de despilfarrar las fuerzas productivas, a la vez que condena a millones de trabajadores a una existencia que lo coloca frente a la necesidad de sobrevivir, de pasar hambre, de quedar sin empleo y marginado y de introducirse en la miseria más extrema si la situación se prolonga.

En ellas se revela nítidamente la falta de correspondencia entre las relaciones de producción de la sociedad burguesa por una parte y el nivel y estado de las fuerzas productivas actuales por otra. Se pone de manifiesto aquí también el carácter transitorio del modo capitalista de producción.

Crisis agraria.

Es la crisis económica de superproducción en la agricultura. Es también consecuencia de la reducción de la demanda solvente y tiene características propias.

Durante la crisis agraria se reduce la demanda de maquinarias agrícolas, de abonos minerales y de otras mercancías industriales.

No son rigurosamente periódicas, pero se distinguen por su prolongada duración.

Durante la crisis, los capitalistas que toman tierra en arriendo, procurando que el peso de la renta recaiga sobre los trabajadores, disminuyen el salario de los obreros agrícolas, y en parte pagan la renta a costa de disminuir el capital invertido en la agricultura. De ese modo se hace difícil renovar el capital fijo y salir de la crisis, lo que determina su extraordinaria duración.

Durante la crisis, los campesinos pequeños y medios, en su esfuerzo por evitar la ruina y mantenerse en sus tierras intensificando a un grado extremo su propio trabajo, aumentan la producción que ya no se vende.

Toman créditos, no pueden devolverlos, se arruinan y pierden sus propiedades y medios de vida. En nuestro país, en la última década, miles de establecimientos agrícolas han desaparecido al hipotecarse, como garantía exigida por los usureros (bancos), sus propiedades.

Crisis del sistema colonial del imperialismo.

Es la crisis del dominio económico y político de los países imperialistas sobre los países coloniales y dependientes: uno de los rasgos de la primera etapa de la crisis general del capitalismo.

La esencia de este tipo de crisis radica en que los imperialistas no podían seguir mandando en las colonias como antes ni mantener sus dominios en ellas con los métodos tradicionales de violencia, a la vez que los pueblos de las colonias y los países dependientes no deseaban continuar viviendo en ese marco y  comenzaron a alzarse en lucha por su liberación.

La Revolución Rusa del 17 da origen a este proceso de crisis colonial del imperialismo, marca la primera etapa de la crisis general del capitalismo: se había iniciado la época de las revoluciones de liberación, del despertar de los pueblos oprimidos y de la incorporación de los mismos al movimiento revolucionario mundial. La segunda etapa de la crisis general del capitalismo se desplegó durante la segunda guerra mundial y la posguerra. Surgen los países socialistas de Europa, se consolida la Unión Soviética y el mayor país poblado de la tierra, China, transita hacia su liberación total. La tercera  etapa es el desmoronamiento del sistema colonial del imperialismo. Es el proceso de liquidación de las relaciones económicas y políticas basadas en la opresión de las colonias y países dependientes por los Estados imperialistas. Hacia finales de 1970 habían logrado su independencia política más de 100 estados. La cuarta etapa, la actual, se caracteriza por la consolidación del bloque socialista y la iniciación de nuevos procesos de liberación nacional y social, parte de los cuales se fijan como meta la construcción de una sociedad socialista. Los más tímidos, o los que aún consideran que las cosas no deben llamarse por su nombre, hablan de una “sociedad pos-capitalista”.

La crisis del 1973 y la quiebra del modelo de crecimiento.

“En 1973 se produjo un punto de inflexión de una crisis económica, con síntomas nuevos, que daba por finalizado el proceso de expansión y crecimiento acelerado de los países desarrollados”.

“Se trataba de una crisis profunda, con cifras elevadas de paro, unido al estancamiento económico, con altas tasas de inflación, hecho nuevo en la historia económica para el que se acuña el término de stagflación. Además se produjo el deterioro de empresas, aumentaron los déficits públicos, provocando el endeudamiento y los déficits exteriores. La gravedad de la crisis fue manifiesta, por su duración, no siendo episódica, sino estructural, lo que llevó a plantear a algunos autores que se trataba de algo más que una crisis económica: una crisis global. Lo cierto es que no se recuperaron los niveles de crecimiento anteriores”.

“En el fondo de la cuestión estaba la ruptura con el anterior modelo de desarrollo, la quiebra del orden económico surgido de la segunda guerra mundial, y la búsqueda de oreo con características necesariamente diferentes”.

“La crisis tenía raíces internacionales, y un carácter mundial. Las causas eran muy complejas, e impidieron un diagnóstico acertado:

  • Proceso acelerado de inflación, a finales de los años 60, con el aumento de la demanda, el gasto, inestabilidad del dólar, que llevó a la quiebra del ordenamiento monetario de 1944.
  • Subida de los productos alimenticios y materias primas agrícolas, primer paso en el deterioro de la relación real de intercambio (cociente entre precios medios de importación y precios medios de exportación).
  • Elevación en 1972 de los precios de las materias primas industriales.
  • En 1973, subida, en un corto período de tiempo, de los precios de una energía  hasta entonces barata, como el petróleo. Una segunda crisis del petróleo se produjo en 1978-79”.

“Así, al lanzamiento de la demanda a nivel mundial se sumó la subida de precios, provocando una grave inflación de costes, una crisis de oferta que limitó las posibilidades de crecimiento. Se trató, ante todo, de una crisis industrial, que ofrecía lo que no se demandaba y viceversa, con la caída de los ritmos de desarrollo, el crecimiento de los costes y los precios”.

“Desapareció el orden monetario internacional, y apareció la flexibilidad de los cambios; también se quebró el modelo de librecambio para desarrollarse un moderado proteccionismo, y en todo caso EE.UU. perdió el liderazgo tan acusado en que había basado su hegemonía durante la etapa de la expansión”.

“Así la crisis económica se convirtió en una de las preocupaciones más importantes del mundo actual. Es el tema más considerado en las acciones de los gobiernos, básico en los programas de los partidos políticos, y en la agenda de las reuniones internacionales. Se habla de crisis, de síntomas de recuperación, de horizonte incierto, de aplicación de políticas económicas que no llegan a cuajar, pero más llamativa aún es la conciencia de crisis en la opinión pública y en la vida cotidiana. En efecto, una crisis de distinta naturaleza a las anteriores, donde sus síntomas de inflación, estancamiento, paro, déficit público y desequilibrio exterior, como hemos visto, se entremezclaban sin que se vislumbrara una solución para todos. Más aún en el mundo subdesarrollado: diversas zonas superaron los límites de la miseria, al tiempo que la deuda exterior se convertía en un problema de envergadura. La crisis ha arrastrado a una economía de carácter mundial, los ciudadanos hablan frecuentemente de precios y paro, los medios de comunicación extienden a la vida cotidiana, con proliferación de publicaciones de economía, un tema cada vez de mayor peso en el contenido de la prensa y los noticiarios, una realidad tangible de la conciencia social contemporánea, y es que la crisis no fue únicamente económica, revistiendo una complejidad que la acentúa como algo más: crisis del sistema social, de valores, con la incógnita del horizonte próximo: Una “crisis civilizatoria”, como la denominan algunos autores, caracterizada por:

  • Condiciones de desempleo y miseria de unas franjas sociales, han aumentado las bolsas de marginalidad en una estructura social fracturada.
  • Tendencia a la uniformación de las propuestas y hábitos de las organizaciones políticas.
  • Recuperación ideológica de posiciones conservadoras, sobre el discurso individualista y liberal.
  • Conflictos internacionales que agudizan las tensiones.
  • Problemática ecológica. Deterioro del suelo, el agua y la atmósfera, los límites de los recursos naturales”.

“En la actual encrucijada, de horizonte incierto, no se vislumbra a corto plazo un modelo de crecimiento”... (Jesús Martínez Marín. El crecimiento económico en el mundo desarrollado. Editorial Akal. Año 1999. Colección Historia del mundo contemporáneo. Fascículo 28. Páginas 59 y 60).

Síntesis para reflexionar y opinar

Es necesario diferenciar lo que es una crisis coyuntural de una estructural.

La primera es intrínseca al modo de producción, se repite en ciclos y responde exclusivamente a los fenómenos de superproducción derivados de que el capitalismo, que como único objetivo tiene la obtención de plusvalía, atiende únicamente a la demanda solvente y no a la demanda global.

La crisis estructural comienza cuando el modo de producción capitalista, cuando la Formación económico-social del capitalismo, ya no ejerce su dominio absoluto sobre la totalidad del planeta. Se produce cuando otro modo de producción, otra formación económico-social empieza a ocupar lugares, reduciendo de esa manera su dominio exclusivo.

A partir de ese punto se inicia la decadencia del sistema vigente cuya duración va a depender de la fortaleza que vaya adquiriendo la nueva formación, fortaleza que requiere, entre otros factores, la unidad popular contra el enemigo fundamental, la organización de esa unidad, la existencia de un fuerte Partido Comunista con cuadros probados en capacidad ideológica y valentía, dispuestos a luchar sin claudicaciones y sin soberbia junto a otros compañeros que no piensan como ellos pero que en esta etapa conforman lo que puede llamarse “frente nacional y popular” o de la manera de nombrarlo que decidan.

Hay que considerar que el comienzo de la crisis estructural del capitalismo no hace desaparecer las crisis coyunturales, más bien, las acelera.

Pero el carácter de cada crisis no cambia: mientras la coyuntural es “pasajera” la estructural es “terminal”.

Por tanto es muy importante desentrañar cuál es la que posee peso mayor en un determinado momento histórico y eso se logra estudiando la crisis y profundizando sobre sus causas y su proyección, es decir, saber hacia donde conduce, cuales van a ser sus efectos, cuál va a ser nuestra reacción frente a la misma y qué resultados esperamos.

El “sistema” no cae solo, cae por la acción de las masas organizadas.

 Las masas organizadas no se mantienen sólo por haber conquistado el poder, se consolidan por ser capaces de ser superior en la producción de bienes materiales al sistema anterior.

La historia nos muestra que ningún sistema puede consolidarse si no es superior, no sólo en el plano ético (en esto somos enormemente superiores), sino en el desarrollo de las fuerzas productivas, fuerzas reales, que en nuestro cambio deben de ser capaces de resolver las necesidades básicas de toda la población, saliendo del atraso económico, de la dependencia cultural, generando nuevos hábitos, en un proceso de transición, que reemplace con naturalidad el accionar individual por el colectivo, dejando atrás la prehistoria para ingresar en la Historia de la Humanidad.  


El partido revolucionario según Gramsci


“Los comunistas deben considerar la unidad de la clase trabajadora como un resultado a obtener, concreto, real, para impedir que el capitalismo ponga en práctica su plan de disgregar de modo permanente al proletariado y de hacer imposible toda lucha revolucionaria. Deben saber trabajar en todas las formas para alcanzar este objetivo y, sobre todo, deben ser capaces de aproximarse a los trabajadores sin partido y de otros partidos, superando hostilidades e incomprensiones fuera de lugar, y presentándose en cada caso como los partidarios de la unidad de la clase en la lucha por su defensa y su liberación” (Antonio Gramsci. La construcción del Partido Comunista. Turín. Einaudi. 1971. Página 111).

El partido Gramsciano. En una organización de lucha, la unión es el modo que se ofrece a las clases subalternas para hacer historia. Y no sólo para sufrirla. El partido de clase, el Partido Comunista, es el lugar desde el cual dimanan la elevación política, intelectual y moral de la clase, el instrumento principal para liberarse de la explotación, el germen para emanciparse socialmente. La construcción del Partido Comunista es el corazón del pensamiento y el compromiso gramscianos. Desde ese foco de interés, Gramsci estudia el conjunto de la sociedad, la historia, las contradicciones de la situación italiana y se impone como el más grande intelectual revolucionario italiano del siglo XX”.

“Los frutos del empeño prolongado de Gramsci por elevar la capacidad política y la iniciativa de los comunistas italianos, se logran en el período posterior al asesinato de Matteoti por los fascistas. El partido alcanza entonces un gran desarrollo, en virtud de su adquirida capacidad de maniobra, que se extiende entre los años 1924 y 1926. En esos tres años de dirección gramsciana, se construye un amplio equipo de cuadros dirigentes del partido el cual constituirá “un terreno bastante sólido para resistir tanto las persecuciones fascistas como las recurrentes dificultades de la relación con la Internacional, asegurando en el tiempo una continuidad con el pasado y un vínculo con la realidad italiana””. (Ruggero Giacomini. Antonio Gramsci. Centro de investigación y desarrollo Juan Marinello. Agosto del 2001. La Habana. Cuba).

En función del pensamiento de Gramsci y de sus trabajos podemos decir que un partido revolucionario, un Partido Comunista, debe al menos cubrir estas exigencias:

  1. El Partido Comunista es el Partido de la clase obrera. Es autónomo y antagonista con relación a la clase dominante. Organiza en sus filas a la vanguardia de la clase trabajadora, a lo más combativo. Se empeña para conquistar para sus filas a la mayoría de la clase trabajadora. Mantiene presencia organizada en sindicatos y en otros movimientos políticos sociales. Es un firme constructor del Frente Único que una y concentre a las fuerzas progresistas contra el enemigo fundamental.

  1. El Partido Comunista es un Partido que se organiza en los centros de trabajo. En fábricas, oficinas, comercios, establecimientos rurales, escuelas, colegios, facultades, centros de estudio e investigación, organizaciones no gubernamentales, sociedades civiles, cooperativas, movimientos de desocupados, piqueteros, fábricas recuperadas, etc.

  1. El Partido Comunista debe ser un Partido unido y compacto, sin corrientes ni fracciones interna. Con una disciplina consciente que se realiza y construye democráticamente. Con unidad de convicción no de constricción; con comunidad de ideales y objetivos. Con un Comité Central con poder efectivo y real basado en la voluntad del partido. Que entienda la unidad como un proceso permanente de construcción del partido.

  1. Un Partido donde todos sus miembros tengan iguales derechos y deberes. Que no consiente privilegios a algunos de sus miembros o grupos sólo porque operen en el parlamento, o en sindicatos, o en grandes empresas aunque sean cooperativas. La obvia distinción de tareas y funciones entre estos movimientos y el partido, no pueden legitimar la exoneración de deberes para los comunistas que en ellos militan.

  1. Un Partido que no se aleje de las organizaciones de masa. Que participe en ellas y comprometa con ellas a los militantes. Que considere esencial e irrenunciable el trabajo en las organizaciones de masa y en los sindicatos. Que actúe a favor de la unidad sindical como cuestión de principio. Que se oponga a la burocracia apoyando formas de representación democráticas. Que se proponga conquistar la mayoría.

  1. Un Partido capaz de hacer política en cualquier circunstancia. Con una táctica extremadamente elástica. Las “desviaciones” deben ser evitadas no mediante la “rigidez técnica” o el aislacionismo, “sino en nuestra conciencia comunista, en la vigilancia y en la autocrítica de todo el partido, en la firmeza de los principios y en el esfuerzo de no perder jamás de vista el fin revolucionario”.

  1. Un Partido que se desarrolle orgánicamente por asimilación. No olvidar que un organismo colectivo acumula su historia a través de la experiencia, de los éxitos y fracasos, de los logros y errores. El Partido debe acumular experiencia revolucionaria; la militancia es crecimiento cultural y político, es formación de capacidades y conciencias. El proceso de formación de decisiones implica a la mayoría, por eso es necesario una preparación ideológica de las masas, una definición de la responsabilidad, de la participación y del espíritu de iniciativa. La ausencia de discusiones en el seno del Partido es negativa porque no permite convencer y orientar a los militantes

  1. Un partido que se sustente en el centralismo democrático. No debe convertirse en un centralismo burocrático y autoritario. El excesivo centralismo produce “la esterilización de cada actividad de los individuos, la pasividad de la masa del Partido, la toma de seguridad de que, de todos modos, había quien pensaba en todo, quien disponía todo”. El centralismo democrático debe implicar la participación colectiva en la elegibilidad y control sobre sus dirigentes en todos los niveles. Es un medio para elevar la cultura general y política. Es un ejercicio dinámico de la democracia, “un centralismo en movimiento”. Conforma una unidad orgánica entre teoría y práctica.

  1. Un Partido que estudie y profundice el marxismo-leninismo. Que construyan escuela que funcionen en cualquier circunstancia. Con discusiones de carácter elevado para esclarecer y fortalecer ideas. Donde se formen cuadros sólidos, dispuestos a encarar con firmeza y conocimiento la lucha político cultural. Que mantenga vigente la ideología marxista-leninista y el papel de la clase obrera. Que no reemplace las categorías científicas por definiciones y términos que surgen como modas y que, en general, son provistas por el enemigo de clases. Que sepa desterrar el oportunismo y el infantilismo. “Sin teoría revolucionaria no hay revolución”

  1. Un Partido que impulse el internacionalismo activo. Que sea solidario con todos los pueblos que luchan por su liberación nacional y social. Que impulse la crítica fraterna y directa en vez de obediencia ciega o complaciente. Que la impulse en los ámbitos que corresponden a los revolucionarios, no en las usinas y vitrinas de la burguesía.

  1. Un Partido con una gran capacidad de autocrítica. Que analice profundamente los errores cometidos sin optar por descripciones fáciles. Que analice el contexto en que se producen. Que corrija los errores, que nunca deben ser graves, y que los corrija “bien y pronto”. Que diferencie la “autocrítica” constructiva del “auto-odio” destructivo. Las autocríticas deben ser para superar los errores, para no volver a cometerlos, para mejorar y avanzar. Nunca deben realizarse para satisfacer demandas de otros grupos políticos, y menos, cuando esos grupos políticos has sido incapaces de realizar para ellos mismos autocríticas, aún cuando sus acciones, sus complicidades y su funcionalidad con el sistema, han perjudicado a las masas y a la nación. El auto-odio es letal para una organización revolucionaria pues no está expresado por los que reniegan de su historia y se van de ella, sino por los que reniegan de la historia y se quedan, y peor aún, la dirigen en no pocos casos. “La autocrítica es la base y condición de la reconstrucción de la identidad comunista; el auto-odio es sinónimo de capitulación y de renuncia a esa identidad. El auto-odio es la fuga vil de esta historia y de la realidad de la lucha ideológica y cultural que sobre ella todavía arde”.

  1. Un partido que rescate y haga propias las culturas, tradiciones y luchas nacionales. Que vaya al rescate de lo mejor de nuestra historia nacional (y latinoamericana). Que no ceda, que no entregue a la burguesía actual, a los burgueses revolucionarios del pasado.    


El final


De esta manera concluye el curso de economía política y social científica que dictamos en la CASA DE LA AMISTAD ARGENTINO CUBANA.

Para cualquier duda o comentario, pueden desarrollarlas en las clases o al siguiente correo del docente:

  
El ANEXO contiene todos los cuadros que se mencionan en estas 258 páginas, salvo los que en ellas se reproducen.

Queremos señalar que, aún con limitaciones, este curso es el único en nuestro país, sobre Economía Política, desarrollado con las herramientas científicas que nos provee: el Materialismo Histórico y el Marxismo-Leninismo.

INDICE:

0 – INTRODUCCIÓN (página 1)
1 – EL MARXISMO-LENINISMO (página 26)
2 – ECONOMÍA POLÍTICA Y FORMACIONES ECONÓMICAS-SOCIALES (página 75)
3 – VALOR – PLUSVALÍA – CAPITAL (página 108)
4 – DINERO. INFLACIÓN Y CARESTÍA (página 147)
5 – TRABAJO (página 189)
6 – EL IMPERIALISMO. LA PRIMERA Y SEGUNDA GUERRAS MUNDIALES (pág. 207)
7 – CRISIS COYUNTURALES Y ESTRUCTURAL (página 245)